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Los cabos sueltos del ataque terrorista en Bogotá

Escrito por Jorge Mantilla
Escuela General Santander luego del atentado.

Jorge Mantilla¿Fue un ataque suicida, cortina de humo o culpa del proceso de paz? Es poco lo que se sabe y muchas las preguntas sobre el atentado en la Escuela de Cadetes de la Policía. Pero el gobierno comienza a dar pasos que podrían resultar equivocados.

Jorge Mantilla*

Sensatez a pesar del dolor

Elaboración propia con imágenes de la Fiscalía
Elaboración propia con imágenes de la Fiscalía
Foto: Material probatorio en contra de Ricardo Carvajal.

El atentado terrorista del pasado jueves en la Escuela de Cadetes General Santander vuelve a ponernos ante un pasado doloroso del que creíamos habernos distanciado gracias al proceso de paz entre las FARC y el gobierno colombiano.

La muerte de jóvenes que soñaban con ser policías es muy penosa para el país. Pero a la hora de analizar lo sucedido hay que evitar los lugares comunes, que impiden la lucidez necesaria para dar con los autores intelectuales de este ataque y para llegar por fin a un escenario donde este tipo de tragedias deje de ocurrir.

Lo sucedido hasta ahora es apenas lo previsible:

  • El gobierno fue incapaz de organizar una comunidad de inteligencia que previniera el ataque —que según la Fiscalía venía planeándose desde hacía diez meses—, pero en 36 horas resolvió el caso, incluyendo la identificación de sus autores intelectuales.
  • A la clase política le es casi imposible entender que no hay violencia menos grave que otra y que en una democracia medianamente seria se debe perseguir a todos los violentos con el mismo entusiasmo.
  • Hacen carrera las interpretaciones extremas y las teorías conspirativas sobre los hechos. Unos dicen que se trata de una cortina de humo para desviar la atención de asuntos más importantes, y otros que es una consecuencia del proceso de paz con las FARC. Cualquier disenso es visto como sospechoso.

Puede leer: Violencia y criminalidad tras la implementación de los acuerdos de paz.

Las piezas del rompecabezas

Carro bomba que explotó dentro de la Escuela General Santander.
Carro bomba que explotó dentro de la Escuela General Santander.
Foto: Página oficial Fiscalía General de la Nación

Según la información disponible hasta el momento, una camioneta cargada con explosivos irrumpió en el lugar causando la muerte de veinte personas y casi setenta heridos. La camioneta era conducida por un hombre que murió en la explosión y que las autoridades identificaron como José Aldemar Rojas Rodríguez, alias “El Mocho”.

Al parecer, Rojas era un militante de larga trayectoria del ELN. Por eso mismo es probable que fuera consciente de que no convenía utilizar un carro de su propiedad para el ataque, por ser justamente ese el primer hilo investigativo que persiguen los organismos de inteligencia. ¿Entonces por qué uso un carro que estaba registrado a su nombre?

Algunas piezas del rompecabezas llevan a pensar que no es prudente abandonar otras hipótesis de manera precipitada.

En segundo lugar, de acuerdo con la exposición del ministro de Defensa, el “Mocho” entró de manera abrupta acelerando el vehículo por una puerta trasera de la Escuela de Cadetes, lo cual hace pensar que no tenía ninguna intención de pasar de manera desapercibida y que el plan no contemplaba salir del sitio sin ser detectado. Por el contrario, condujo la camioneta al interior de la Escuela hasta encontrar un punto donde podía causar el mayor daño, el casino de oficiales o los alojamientos de cadetes.

Le recomendamos: ¿Tienen futuro las negociaciones con el ELN?

¿Un ataque suicida?

Escuela General Santander.
Escuela General Santander.
Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá

Con los primeros detalles revelados por el ministro de Defensa y el Fiscal General, empezó a circular la versión de que estábamos ante el primer caso de un atentado suicida del que se tenga noticia en Colombia.

Aunque una estrategia de esta naturaleza —basada en la superioridad moral de los atacantes suicidas— supone un valor agregado para los actores irregulares, no es ese el caso colombiano.

Por el contrario algunas piezas del rompecabezas llevan a pensar que no es prudente abandonar otras hipótesis de manera precipitada. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el ELN es una guerrilla fracturada internamente y que su comisión negociadora no tiene mando objetivo sobre sus unidades militares de mayor relevancia.

Algunos cabos sueltos de la investigación en los que las autoridades deberían profundizar son los siguientes:

  • La edad del atacante es inusual. Según estudios sobre ataques terroristas en distintas partes del mundo, en promedio la edad de un atacante suicida está entre 24 y 27 años y rara vez excede los 35 —Rojas, el presunto atacante, tenía 56 años—.
  • La posición que se atribuye a Rojas dentro del ELN —como parte de la dirección del Frente de Guerra Oriental, jefe de inteligencia de comisiones guerrilleras e instructor de explosivos en diferentes escuelas de combatientes— no tiene sentido en relación con su papel como atacante suicida. Por lo general, estos no tienen mayores responsabilidades operativas o estratégicas; más bien se trata de reclutas recientes que atraviesan un proceso acelerado de radicalización.
  • ¿Por qué, de acuerdo con lo que manifestó el ministro de defensa, alias “Mocho” habría intentado ingresar en más de tres ocasiones a la lista de desmovilizados de las FARC? ¿Había intentado —sin éxito— desvincularse de las filas de ELN? El detalle es importante porque eso podría ser considerado deserción y duramente sancionado dentro de las filas de esa organización.
  • La ausencia de una declaración previa cargada de narrativa ideológica indicaría un proceso de deterioro del cuadro anímico y de la “moral revolucionaria” del sujeto, que no es usual en los ataques suicidas tradicionales. ¿Estaba Rojas activo dentro del ELN o se había marginado de la organización como otros hombres de importancia, por ejemplo, Francisco Galán o Felipe Torres?
  • ¿Pudo Rojas haber llevado a cabo este ataque sin el conocimiento del comando central del ELN? En ultimas, fue él quien negoció e hizo efectiva la compra del carro en una notaría de Bogotá; fue él quien condujo el carro de su propiedad hasta la capital; fue el quien arrendó la bodega donde presuntamente se cargó el carro con explosivos en la localidad de Usme; y finalmente fue él quien de manera directa perpetró el ataque.

Todo eso es inusual en el modus operandi de cualquier organización medianamente estructurada, en el que el experto en explosivos rara vez se involucra de manera directa en los ataques y en la que existe una división del trabajo.

Por supuesto una cosa es la duda informada, fundamental en cualquier investigación y otra caer en la simple especulación. Corresponde a las autoridades resolver las preguntas y lo menos conveniente es decir que lo han hecho en tiempo récord y felicitarse entre funcionarios públicos por hacer lo que se supone es su trabajo.

La respuesta de Duque

Material probatorio en contra de Ricardo Carvajal.
Material probatorio en contra de Ricardo Carvajal.
Foto: Página oficial Fiscalía General de la Nación.

Este incidente podría dar comienzo a un nuevo ciclo de violencia, lo cual amenazaría de manera directa la puesta en marcha de los acuerdos con las FARC, la reparación de las víctimas, y la seguridad de los líderes sociales que están siendo asesinados en todo el país.

Mientras tanto, la respuesta del presidente Duque parece ser cerrar los canales de comunicación con la guerrilla y desplegar una ofensiva militar de gran escala. La evidencia internacional sin embargo sugiere que en este tipo de casos habría que hacer todo lo contrario.

El viejo esquema de acción-reacción-acción perfeccionado por la Organización para Liberación de Palestina (OLP) en los años setenta con el secuestro de aviones comerciales y utilizado posteriormente por grupos como el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y ETA en España es bastante conocido por los grupos guerrilleros en Colombia.

Todo eso es inusual en el modus operandi de cualquier organización medianamente estructurada.

De haber sido ordenado por el comando central del ELN —como afirman sin dudas las autoridades—, este ataque y el rompimiento de la mesa de negociaciones es apenas un punto intermedio en un plan que iría más allá del gobierno del presidente Duque.

Para el mando del ELN es evidente que tras el fortalecimiento militar y financiero que han tenido con las antiguas FARC fuera del mapa pueden resistir una nueva versión de la seguridad democrática —finalmente ya lo hicieron durante ocho años— y luego hacer lo que mejor saben, es decir, esperar la llegada de un gobierno de centro o centro izquierda mientras golpean esporádicamente en medio de la ofensiva de las fuerzas militares.

En ese sentido, la decisión del presidente de levantar la mesa de negociaciones hace efectivo el cálculo de los autores intelectuales del ataque. Lo novedoso habría sido:

  • Mantener la mesa de negociaciones;
  • Profundizar las diferencias internas de esta organización para aislar políticamente a los sectores más radicales; y
  • Lidiar con las eventuales disidencias dentro del marco de una estrategia integral contra el crimen organizado en Colombia.

¿Qué esperar?

Escuela General Santander luego del atentado.
Escuela General Santander luego del atentado.
Foto: Twitter Alcaldía de Bogotá

La situación es preocupante para las regiones tradicionalmente golpeadas por la guerra. pero también para las principales ciudades del país.

El ELN tiene como proyecto militar el fortalecimiento del Frente de Guerra Urbano y para ello cuenta con el gran poder económico del Frente Domingo Laín. Esto se traduce en mayor capacidad operativa en las ciudades caracterizada por una alta flexibilidad con formatos como los del MRP (Movimiento Revolucionario Popular), acusado de ser el responsable de una ola de atentados en Bogotá -incluyendo el del centro Andino

Lea en Razón Pública: Atentado en el Centro Comercial Andino: ¿seguirán los ataques en Bogotá?

Esto implica que las ciudades, en particular las administraciones locales que comienzan su mandato en enero del próximo año, deben contar con protocolos de respuesta para este tipo de emergencias y articular esfuerzos en materia de inteligencia con el gobierno nacional.

Pero sobre todo deben desarrollar las capacidades para afrontar estas situaciones de la mano de la sociedad civil. La resiliencia se construye con más democracia, sobre la base de un rechazo unánime a la violencia y en concierto con una ciudadanía activa e ilustrada que no se deje manipular por el terror de los extremos.

En la medida en que Colombia caiga en la espiral de la polarización y que los actos de las autoridades o de la ciudadanía sean impulsados por pasiones y no por la inteligencia, el terrorismo habrá cumplido su propósito.

* Investigador asociado del Great Cities Institute, Chicago.
@jmantillaba

 

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