
La proliferación de alianzas electorales es la prueba de que ningún sector puede ganar solo. Entonces, ¿cuáles alianzas son aceptables y cuáles no lo son?
María Angélica Prada*
La crítica es desigual
Durante este año hemos visto coqueteos, reuniones y hasta cónclaves que ambientan el panorama de alianzas para las elecciones al Congreso y la presidencia del próximo año.
Mientras tanto la opinión pública critica los problemas éticos que implicarían esas coaliciones, particularmente algunas que se han dado o se darían alrededor de la candidatura de Gustavo Petro.
Llaman la atención el énfasis de los medios sobre el Pacto Histórico y el muy escaso escrutinio crítico que han recibido la Coalición Centro Esperanza y la Coalición de la Experiencia.
El último escándalo mediático se debió al encuentro de una delegación antioqueña del Pacto Histórico con Luis Pérez —controvertido exgobernador de este departamento— y a los trinos donde el senador Gustavo Petro mostró su apoyo.
Pero nada dijeron los medios sobre la foto de la reunión de la Coalición Centro Esperanza, donde aparecen figuras controversiales como el empresario Alejandro Eder —señalado por participar en procesos de acaparamiento de tierras en el Valle del Cauca—.
El pacto histórico necesita forjar nuevas alianzas
Más allá de la desigualdad en la crítica a las distintas campañas electorales, los debates alrededor del Pacto Histórico nos invitan a reflexionar sobre cuáles son los límites éticos de las posibles coaliciones.
Mientras que la necesidad de hacer alianzas es relativamente reciente para los sectores tradicionales, para los proyectos políticos alternativos es una necesidad histórica. Esto es resultado del clientelismo, el debilitamiento del campo democrático, los genocidios, los asesinatos y la persecución política.
Mientras que para el Pacto Histórico la prioridad es crear alianzas que permitan derrotar al proyecto del uribismo, para las coaliciones de centro y de derecha la prioridad parece ser derrotar a Gustavo Petro a toda costa.
El Pacto Histórico surge de esta búsqueda de unidad de los sectores alternativos y se diferencia de experiencias pasadas —como el Polo Democrático Alternativo— porque trata de extender la coalición a otros sectores más allá de la izquierda.
Todos en el Pacto Histórico sabemos que, aunque la izquierda y su proyecto progresista se han fortalecido desde que Carlos Gaviria Díaz sacó 2.613.157 votos en el 2006, para poder llegar al gobierno es necesario “pactar” con otros sectores políticos.
Por este motivo, desde el comienzo los dirigentes del Pacto Histórico han invitado a personajes como Roy Barreras, Armando Benedetti y Alejandro Gaviria —quien rechazó esta invitación—. Incluso sugieren la necesidad de una alianza para llegar unificados con los candidatos del autodenominado centro político.
La Coalición de la Esperanza: se dice de centro, pero se inclina a la derecha
Aun con los llamados a la unidad entre la izquierda y el centro, lo miembros de la Coalición Centro Esperanza parecen haber escogido a Gustavo Petro como su principal antagonista —inclusive por encima del proyecto uribista y de derecha—.
Esto se hizo evidente en dos momentos:
- Primero, en una entrevista donde Alejandro Gaviria expresó la posibilidad de llegar a una alianza en segunda vuelta con Óscar Iván Zuluaga.
- Segundo, en los constantes ataques que recibe el Pacto Histórico desde este sector.
Lo anterior pone en entredicho el discurso de la coalición de centro, según el cual su proyecto político representa un punto medio entre “dos extremos”. Poco a poco aparecen más afinidades entre la Coalición de Centro Esperanza y los proyectos de la derecha tradicional.
Esto explica por qué el sector de centroizquierda del Partido Verde decidió llegar al Pacto Histórico con la precandidatura presidencial de Camilo Romero.
Ante este panorama —donde la derecha y el centro parecen proclamar a Gustavo Petro como su común antagonista— el Pacto Histórico necesita crecer para poder ganar las elecciones presidenciales.
El antagonismo del centro y la derecha demuestra que existe una posibilidad real de que esta vez gane un proyecto alternativo, aunque persiste el riesgo de que sectores importantes del centro y de la derecha se alíen para derrotarlo.
Es decir, mientras que para el Pacto Histórico la prioridad es crear alianzas que permitan derrotar al proyecto del uribismo, para las coaliciones de centro y de derecha la prioridad parece ser derrotar a Gustavo Petro a toda costa.

¿Cuál es límite ético de las coaliciones?
El Pacto Histórico sigue sumando alianzas para las elecciones, especialmente de personas y organizaciones que en el pasado no han votado por la izquierda.
Algo similar están haciendo las otras coaliciones. Ya hemos visto intercambios entre la Coalición de la Experiencia y el Centro Democrático, y aún está por verse dónde aterrizarán partidos como el Liberal y Cambio Radical.
En esta búsqueda de nuevos sectores surgen críticas a la política de alianzas de Gustavo Petro.
Por ejemplo, la discusión alrededor del ingreso de Alfredo Saade como precandidato presidencial a la coalición, pues fue atacado por sus declaraciones homofóbicas y por oponerse abiertamente a la interrupción voluntaria del embarazo. Pero quienes defienden esta alianza tienen un punto importante: hay que disputarse los votos de los sectores religiosos, pues este es un proyecto progresista que incluye a todas las personas. También es importante atender el llamado de las mujeres que hacemos parte de este proyecto a que no se acepten alianzas con sectores antiderechos. Esto incluye a personas que no tienen un compromiso claro con el avance de los derechos de las mujeres y las personas LGBTIQ+.
Aunque dentro del Pacto Histórico hay muchas voces críticas, la mayoría no nos vamos a prestar para contribuir a la destrucción moral del principal proyecto alternativo que tiene Colombia.
La noticia de las posibles alianzas con personas como Alfredo Saade o Luis Pérez es defendida de manera vehemente por miembros de esta coalición. Uno de ellos es el representante a la Cámara David Racero, quien tiene razón al advertir que a medida que se acerquen las elecciones se irán aproximando al Pacto Histórico más personas que no conforman organizaciones progresistas. Sin embargo, teniendo en cuenta esta realidad, es necesario definir unos mínimos ético-políticos para la consolidación de esas alianzas. Pactar primero y permitir el ingreso después, no al revés como parece que está sucediendo.
¿Y ganar las elecciones para qué?
Finalmente, a muchos sectores del establecimiento no les gusta perder. Están dispuestos a poner sus huevos en múltiples canastas —incluyendo la canasta de Gustavo Petro— para cobrar después una tajada del pastel.
Por esta razón son tan importantes las voces que, en el interior del Pacto Histórico, están haciendo un llamado a la coherencia ética y política del proyecto: hay que ganar, pero sin perder nuestro carácter progresista.
Para quienes nos encontramos en esta orilla, el pacto debe ser con todos. Esto incluye al pueblo evangélico y uribista, pero no a los políticos que se benefician de la guerra, la corrupción y las violaciones de los derechos humanos.
Como decía Allende: “en la actualidad no estamos empeñados en la mera lucha por elegir un presidente de la República, sino tras la conquista del poder para el pueblo”.
Comparto este análisis —que también es una autocrítica— desde el interior del Pacto Histórico, porque estoy convencida de que un proyecto de transformación debe ser democrático. Debemos abrir cada vez más espacios para la discusión pública.
También considero necesario que en los análisis de las elecciones del 2022 sean críticos sobre el papel de los medios de comunicación en la formación de la opinión pública en época de elecciones.
Si bien algunas de las alianzas propuestas para el Pacto Histórico son controversiales, varios medios de comunicación —tanto corporativos como supuestamente independientes— parecen reservar su escrutinio ético para el Pacto Histórico, y dejan impunes las controversiales alianzas que hacen otros sectores.
Aunque dentro del Pacto Histórico hay muchas voces críticas, la mayoría no nos vamos a prestar para contribuir a la destrucción moral del principal proyecto alternativo que tiene Colombia.