Muchos son los colombianos que se aferran a los valores tradicionales. Por eso nadie debe subestimar el potencial electoral del ex-procurador Ordóñez ni la posibilidad de que la derecha dura nos gobierne durante los próximos años.
Alejandro Cortés Arbeláez*
El cruzado
La candidatura presidencial de Alejandro Ordóñez ya es oficial. La noticia no es un asunto menor: Ordóñez ha anunciado que “el conservatismo moral” es la base de su plataforma. Se trata, en palabras de Ordóñez, “de una cruzada por la restauración moral de nuestra patria, por la restauración institucional de nuestra patria, por la restauración en perspectiva de valores y en perspectiva de familia”.
La noticia es inquietante. Tomar en serio la candidatura de Ordóñez desde tan temprano puede sonar alarmista, sin embargo, lo mismo se decía de Donald Trump cuando presentó su candidatura para las presidenciales de Estados Unidos. También podría criticarse el hecho de preocuparse únicamente por Ordóñez, cuando es alarmante la posible coalición de derecha que se está gestando para las elecciones de 2018.
Un riesgo cierto es que la extrema derecha, representada por figuras como Uribe y Pastrana, llegue al poder en 2018 y ponga en peligro el cumplimiento del acuerdo de paz con las FARC. Pero el peligro que representa Ordóñez es, de lejos, mayor. Su indiscutible fanatismo religioso lo hizo partícipe, muchos años atrás, en una quema de libros que, según él, podían pervertir las mentes de los jóvenes; asimismo, como documentó Mauricio Albarracín, el hoy aspirante a la Presidencia, en su tesis de grado en Derecho, quiso “establecer la existencia de un derecho político católico y la necesidad de volver a él”.
Una amenaza contra la democracia liberal
![]() Alejandro Ordóñez y Álvaro Uribe, principales promotores del NO. Foto: Canal Capital |
En su defensa podría decirse que fueron pecados de juventud. Pero este no es el caso:
- Durante toda su carrera como servidor público, Ordóñez ha demostrado con suficiencia que para él son más importantes sus convicciones que sus deberes constitucionales como funcionario del Estado. En su gestión al frente de la Procuraduría General, Ordóñez hizo de esta institución -pensada para proteger los derechos de todos los ciudadanos- un instrumento para limitar los derechos de aquellos que no se ajustaban a su modelo ideal de sociedad y Estado.
- Con el fin de ser reelegido como supremo director del Ministerio Público, nombró en cargos de libre nombramiento y remoción de la Procuraduría a familiares de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, órgano que lo postuló para su reelección ante el Senado, ignorando el Artículo 126 de la Constitución.
En efecto, esta fue la razón por la cual el Consejo de Estado declaró la nulidad de su reelección. Ordóñez públicamente acusó al tribunal de tomar dicha decisión en cumplimiento del “primer pacto de La Habana”, lo cual contribuyó a la deslegitimación de la justicia ante la ciudadanía.
Un riesgo cierto es que la extrema derecha, llegue al poder en 2018 y ponga en peligro el cumplimiento del acuerdo de paz con las FARC.
Las actuaciones del ex-procurador son la muestra fehaciente de su falta de escrúpulos. Sin embargo, a su comportamiento subyace algo más profundo y complejo. Hans Kelsen, el gran filósofo del derecho austríaco, argumenta que “en la doctrina del derecho natural, el derecho positivo, creado por los hombres, se contrapone y se subordina a un derecho que no es creado por los hombres, sino que proviene de una instancia suprahumana y cuya función consiste en explicar y sobre todo justificar a aquél”.
Ordóñez está convencido de que su visión iusnaturalista conservadora del mundo es la verdad absoluta. Por eso considera que debe ser la misma para todos los colombianos, aunque sea por imposición. Si para lograr este objetivo es necesario incurrir en algunos pecados veniales, como irrespetar el derecho colombiano, entonces dichas faltas están justificadas. Para él las instituciones no son más que un obstáculo que debe ser reprimido y estar subordinado a sus convicciones morales.
Alejandro Ordóñez representa una amenaza para la democracia liberal, el Estado social de derecho y los avances en materia de protección de derechos que ha tenido Colombia desde la Constitución de 1991. A más de 25 años de promulgarse la actual Constitución, Ordóñez pretende reversar el progreso del país, en buena parte gracias al papel protagónico que ha jugado la Corte Constitucional, institución cuyos fallos progresistas han despertado una dura reacción por parte de la élite conservadora del país, de la cual el ex–procurador es su más insigne representante.
El discurso de los valores tradicionales
El discurso de Ordóñez es valorativo y religioso: él se presenta a sí mismo como un defensor del “bien común, la patria, la familia colombiana, la Colombia creyente, el orden y la autoridad”, buscando apelar a los valores tradicionales de la sociedad colombiana. Pero el discurso también es excluyente: Ordóñez no esconde que en su proyecto de Estado y sociedad no caben quienes no se ajusten a su visión del mundo.
No obstante, este discurso, el cual apela intensamente a valores conservadores, tiene buenas oportunidades de calar en la población colombiana con la coyuntura actual.
El fin de las FARC, que al contrario del ámbito internacional, donde es visto como un acontecimiento notable, en nuestra sociedad no ha generado gran emoción. Como ha explicado Hernando Gómez Buendía, el conflicto colombiano siempre fue marginal al sistema político, lo cual explica bien semejante indiferencia.
Dicha marginalidad se ha visto acentuada por el fin del conflicto con las FARC desde que se acordó el cese al fuego bilateral y definitivo entre el Gobierno y esta guerrilla. De manera paradójica el éxito indudable del proceso de paz –notable en el bajo índice de muertes desde que las negociaciones alcanzaron un punto de no retorno- ha ayudado a que la paz con las FARC sea vista como algo banal.
A esta indiferencia y desinterés se suma un clima de malestar frente a la situación del país. Según la última encuesta Gallup, los colombianos consideran que asuntos como la economía, la salud, la inseguridad y la corrupción están empeorando. La sensación parece ser de caos y desorden generalizados.
Ordóñez puede sacar provecho de eventos como los anteriores. Ante la percepción de anomia institucional y social, se abre una ventana de oportunidad para que alguien como Ordóñez, con un discurso marcadamente moralista y de carácter abiertamente autoritario, entre en escena. Este discurso propone una “refundación moral” de la sociedad a través de un proceso constituyente que ponga orden en el aparente caos reinante.
En defensa del orden liberal
![]() Alejandro Ordóñez, exprocurador. Foto: Procuraduría General de la Nación |
¿Qué tipo de discurso debemos adoptar quienes nos consideramos liberales (de pensamiento, no de partido) para enfrentar el proyecto moral y político de Alejandro Ordóñez?
- Podemos optar por rechazar el contenido discursivo del ex–procurador, de esta manera estaremos denunciando su carácter moralista, excluyente y autoritario.
- Podemos defender el valor más preciado para el liberalismo político: la libertad individual y la consecuente autonomía del individuo frente a la comunidad.
En Sobre la libertad, John Stuart Mill afirmó que “la lucha entre la libertad y la autoridad es la característica más destacada en las épocas históricas con las que estamos más familiarizados”. Sin duda alguna, Colombia se encuentra ante un momento crucial en esta lucha. El problema consiste en que los liberales podemos perderla fácilmente, debido a que valores como la reivindicación del orden y la autoridad tienen una gran aceptación entre los colombianos.
Para él las instituciones no son más que un obstáculo que debe ser reprimido y estar subordinado a sus convicciones morales.
Por eso para frenar a Ordóñez no basta con defender la libertad individual. “Muchos pensadores progresistas e incluso liberales del continente subestiman el hecho, a veces terrible, de que el anhelo de orden y seguridad en la gente del pueblo sea tan grande como el anhelo de justicia social [y libertad]. Minimizan el hecho de que la ausencia de mando puede ser incluso peor que el abuso de mando. Y esa inconsciencia es aprovechada por políticos guerreros, pastores cristianos y déspotas de todo tipo, que encuentran en ese espacio vacío, cada cual con su propio estilo mesiánico, su oportunidad de oro”, explica Mauricio García Villegas.
El orden y la autoridad no son valores opuestos a la libertad individual, sino que son requisitos para su ejercicio: la libertad individual se anula a sí misma cuando se permite que ésta se practique sin límites. Quienes nos identificamos con la filosofía liberal debemos ser conscientes de lo anterior para ser capaces de construir un discurso político realista que sea capaz de enfrentar el proyecto ultraconservador de Alejandro Ordóñez.
Retomando a García Villegas, lo que debemos hacer es una defensa liberal y progresista de los valores del orden y la autoridad, una defensa que reconcilie a los mismos con el valor de la libertad y les arrebate el monopolio discursivo a los sectores conservadores. Esta es la tarea de la que somos responsables de ahora en adelante.
* Politólogo de la Universidad EAFIT, estudiante de la Maestría en Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes.
@Alejand23543236