¿Legítima defensa? | Fundació Razón Pública 2023
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¿Legítima defensa?

Escrito por Mauricio Jaramillo-Jassir

Vuelve y juega. Se habla del derecho a la legítima defensa de Israel para describir la ofensiva en Gaza y que cada vez va perdiendo más los rasgos de una guerra para transformarse en un genocidio. Digámoslo de una vez y sin ambages: no es de ninguna forma legítima defensa. Tampoco es precisa la idea generalizada -muy de moda por estos días- de que en cada confrontación está en juego la supervivencia de Israel.

Cada vez que se ataca un hospital, escuela, iglesia o campo de refugiados o cuando aparecen las cifras de menores asesinados, mutilados o huérfanos, las condenas anteponen el derecho a la legítima defensa con el mismo verso. Tal derecho está consignado en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas que establece que “ninguna disposición menoscabará el derecho inmanente de la legítima defensa, individual, o colectiva en caso de ataque armado”. Ahora bien, suele omitirse el condicionante pues si bien existe la garantía de legítima de defensa, aplica “hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”. Históricamente, el Consejo de Seguridad de forma ininterrumpida la he permitido a Tel Aviv el uso de su legítima defensa y no ha podido desplegar ningún esfuerzo real por garantizar la seguridad de los palestinos. Son éstos por su debilidad y por no disponer de Fuerzas Militares para defenderse quienes podrían invocar en todo momento el artículo 51 y no Israel. La legítima defensa supone la posibilidad de reaccionar cuando la comunidad internacional no ha hecho nada para asistir. Tal ha sido el caso de los palestinos, no de Israel quien siempre ha tenido el apoyo de los mas poderosos sin condiciones.

Tel Aviv ha gozado de la legítima defensa cuando en uso de sus ventajas militares indiscutibles expresadas en el Escudo Domo de Hierro, se interceptan misiles o roquetes artesanales, en su capacidad disuasiva por contar con más de 100 ojivas nucleares -estando por fuera del Tratado de no Proliferación Nuclear-, los aviones de combate F, un ejército profesional y el control absoluto de sus fronteras.

De otro lado, se suele repetir que está en juego la supervivencia israelí. De ninguna forma y para poner en evidencia cuán equivoca es tal presunción, vale la pena reseñar la declaración del entonces general Ariel Sharon en julio de 1973 en vísperas de la Guerra del Yom Kippur o Ramadán: “Israel era una superpotencia … en una semana podemos conquistar toda la región desde Jartum a Bagdad y hasta Argel”.  Aquellos que recurren a tal lugar común, olvidan que la guerra entre Estados árabes a Israel es cosa del pasado, y que solo en ese entonces, se justificaba diagnosticar que en cada confrontación se jugaba la vida. Hoy la lógica es la opuesta. Palestina lleva 56 años con respiración artificial y en cada ataque -como los de 2008, 2014, 2021, 2022, sobre todo en el actual- no corre el riesgo, efectivamente está despareciendo y de forma acelerada desde el 8 de octubre.

También pasan por alto que el ciclo de la legítima defensa debe ser reactivo y supeditado a una amenaza. En este momento ¿cuál es la amenaza que justifica el bombardeo de instalaciones civiles, el uso de fósforo blanco y el desplazamiento de millones de palestinos en el territorio más estrecho y denso del planeta? ¿Qué relación existe entre el lanzamiento de roquetes artesanales de Hamas y el asesinato a sangre fría de menores, médicos, y periodistas en Gaza? Si la incursión tiene por objeto la captura de milicianos responsables del ataque terrorista del 7 de octubre ¿cómo entender que el ejercito más poderoso y efectivo, por lejos de la zona, no haya sido capaz de capturar uno solo de los responsables? Mohammed Deif, cerebro de los atentados, sigue sin ser ubicado. Aún así, insisten en que están acabando con Hamás. Tal como en Líbano en 2006, salvajemente asediado durante 33 días con la promesa de erradicar a Hezbollah, hoy más vivo que nunca y legitimado regionalmente en la torpeza israelí.

No deja de ser paradójico que Israel que nació del derecho, de la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, órgano más democrático donde los Estados gozan de igualdad, desprecie sistemáticamente decenas de resoluciones que han exigido el fin de la ocupación. En el afán de una venganza mimetizada de lucha por su supervivencia, está llevando a cabo un genocidio, acelerando una limpieza étnica mediante el desplazamiento de millones de sus hogares y sentando las bases para reforzar un apartheid denunciado a gritos por oenegés independientes como Amnistía Internacional o B´Tselem (esta última israelí). Si el mundo acepta que esta serie de acciones se enmarque dentro de la legítima defensa, todo el sistema internacional construido sobre la base del respeto a la soberanía quedará seriamente debilitado (más de lo que ya está…). Para colmo de males, si en nombre de esa legítima defensa, los criminales de guerra israelíes escapan a la Corte Penal Internacional, ésta quedará herida de muerte. Será imposible recomponer su credibilidad y se reducirá a un intento más en el que el norte industrializado da lecciones sobre moral al sur global, mayoritario pero intrascendente.

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