Legislación animalista: de la compasión a la destrucción
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Legislación animalista: de la compasión a la destrucción

Escrito por Jorge W. Moreno-Bernal

Por la “sintiencia” de los peces o los “intereses” de los hipopótamos, ignoramos a los niños de Doradal o a las comunidades que viven de la pesca. Los ciudadanos también son parte del ecosistema; como seres humanos, también encajan en el concepto animalista de “sintientes”.

Jorge W. Moreno-Bernal*

Exceso o ausencia de control ambiental

La Comisión Quinta del Senado citó a la ministra de Ambiente Susana Muhamad y a los directores de las corporaciones autónomas regionales a un debate de control político. Discutirían sobre el problema de los hipopótamos en el río Magdalena y las condiciones de la fauna silvestre en cautiverio.

En el debate, el primero de agosto, la senadora Andrea Padilla afirmó que la proliferación de hipopótamos en el Magdalena se debe a “la desidia del Estado” (26:10); pero no mencionó cómo impedir la caza de control nos ha restringido a un desfile de estrategias inútiles.

Castrar hipopótamos, más difícil y peligroso de lo que (ya) parece

En 2009, se prometió resolver el problema con esterilización quirúrgica: nada sencilla en animales de 1 a 3 toneladas, con genitales internos y que se esconden bajo el agua. Dos documentales dan testimonio de lo difícil, peligroso y lento de castrar un hipopótamo —uno solo—:

  • Los hipopótamos del capo (2011);
  • The Hunt for Escobar’s Hippos (A la caza de los hipopótamos de Escobar) (2020).

Como resultado, desde 2009 apenas se ha castrado alrededor de un hipopótamo por año —todos juveniles, ya que el tamaño de los adultos hace imposible la cirugía—. La población, que en 2009 se estimaba en cerca de 50 individuos, hoy ronda los 200.

Al adoptar los discursos que retratan a los hipopótamos como “víctimas”, ¿no estaremos invisibilizando a aquellos directamente afectados?

En 2021, la promesa fue Gonacon: un fármaco anticonceptivo que la prensa erróneamente presentó como “esterilización química”. Se mostró como éxito lo que solo era un ensayo de eficacia: por ejemplo, El Colombiano dijo que “fueron esterilizados 24”.

El Gonacon tiene un porcentaje de falla y debe inyectarse varias veces al mismo animal. Como reveló el Washington Post, era imposible saber cuál animal habían inyectado porque evadieron todos los intentos para marcarlos. En otras palabras, este método aún no ha funcionado.

Foto: Twitter: MinAmbiente - La senadora Andrea Padilla presentó un proyecto de ley para regular la actividad de los zoológicos. El proyecto parece desconocer la participación de los zoológicos en procesos de conservación de especies amenazadas.

La ley sobre el tráfico de hipopótamos

El gobernador de Antioquia Aníbal Gaviria y algunos diputados proponen enviar hipopótamos a zoológicos privados de otros países, como se había intentado sin éxito desde 2009. Se llegó a anunciar en medios que, para el pasado mes de abril, decenas de estos animales ya estarían en México.

Sin embargo, quienes promueven este plan parecen desconocer que se requieren permisos internacionales para estos traslados (no es cuestión de que la ministra “no quiere firmar”, como han dicho).

Además, México aún tiene asuntos pendientes con la Convención para el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), y puede que todo se quede en el papel.

Hipopótamos en conflicto: son víctimas y victimarios

En Colombia, los testimonios de ataques de hipopótamos contra seres humanos se remontan a 2008. Ningún ataque resultó en heridas graves hasta el 11 de mayo de 2020: uno de estos animales dejó a Luis Enrique Díaz con fracturas en costillas y fémur, así como con una perforación de pulmón. Estas lesiones lo incapacitaron para el trabajo físico, algo grave para un trabajador rural de bajos recursos.

En conversatorios y charlas, cuando pregunto por el nombre de las personas heridas por hipopótamos en 2020 y 2021, nadie responde. Sin embargo, todos recuerdan el nombre que le inventaron al que fue abatido hace ya 13 años. Por otro lado, los niños del colegio Balsora, en el área rural de Doradal, han tenido que evacuar por la presencia de paquidermos.

Y, aun así, seguimos girando en torno a los “intereses” de hipopótamos, incluso con nombres inventados como “Pepe” y “Milagros”. El informe de la comisión científica enviada a la cuenca del Magdalena ha revelado que atacan a los chigüiros. En contraste, muchos colombianos no saben que en la cuenca del Magdalena habitan chigüiros, o que son de una especie diferente de las que viven en los Llanos Orientales y la Amazonía.

Al adoptar los discursos que retratan a los hipopótamos como “víctimas”, ¿no estaremos invisibilizando a aquellos directamente afectados? En un evento sobre “los hipopótamos como sujetos de derecho”, el abogado constitucionalista Andrés Gómez Rey hace una reflexión valiosa que, como colombianos, debemos considerar:

“En el caso de los hipopótamos, la demora en que el Estado o algunos activistas logren resolver el tema de los hipopótamos ¿no es una forma de discriminación por inacción con las demás especies? Y usted [Luis Domingo] lo acepta; usted dice: ‘Sí, yo estoy dispuesto a discriminar o a realizar afectaciones de humanos y no humanos —que no son los hipopótamos en este caso— por proteger la vida de los hipopótamos’. Entonces protege la vida de unos, pero de otros no”.

Indignación vs. seguridad: sacrificio de chimpancés en el Ukumarí

Cuatro de los hipopótamos han sido reubicados en el bioparque Ukumarí; hoy es objeto de indignación por el sacrificio de dos chimpancés que escaparon de su recinto.

El personal del bioparque se enfrentaba a una situación difícil: los chimpancés son inteligentes, capaces de sacarse los dardos tranquilizantes con los dedos, y con una fuerza muy superior a la de un ser humano de igual peso. En estado silvestre, atacan, matan y consumen a otros primates, incluyendo al ser humano.

Con un cerebro y mente complejos, los chimpancés son susceptibles a problemas mentales cuando los obligan a actuar como humanos o como animales de circo, y pueden desarrollar comportamientos erráticos.

Es notorio el caso del chimpancé “mascota” que arrancó la cara a una mujer.

Los funcionarios del Ukumarí cargaban con la responsabilidad por un caso similar, y al fracasar los intentos por inmovilizar a estos animales, el riesgo de un ataque serio contra seres humanos los empujó a sacrificarlos.

Queda esperar que las decisiones legales consideren estos factores y no estén impulsadas por la indignación ciega.

Proyecto de ley no reconoce importancia de los zoológicos

La senadora Padilla presentó un proyecto de ley para regular los zoológicos, relacionado con el debate de control político ya mencionado. Parece estar atravesando debates sin mucha oposición y resulta preocupante en varios aspectos.

Se justifica en un discurso abolicionista, que desconoce el cambio de rol de los zoológicos a través de las décadas y su importancia en procesos de conservación de especies amenazadas.

Llama mucho la atención que los representantes de los zoológicos no hayan sido invitados a un debate sobre su sector, en especial porque las reuniones anteriores con la senadora despertaron preocupación entre los profesionales involucrados.

Urge que el Congreso, antes de aprobar de manera tan acrítica esta y otras propuestas de legisladores animalistas, analice mejor las situaciones y se ponga en contacto con los involucrados.

Desde la conservación compasiva…

Durante el debate, la senadora se refiere a “una línea muy interesante que viene manejando un biólogo sobre la conservación compasiva” (27:02).

En realidad, los ecólogos y biólogos de la conservación desaconsejan estos enfoques mal llamados “compasivos”, pues resultan en mucho más daño sobre las vidas de los animales que el que se busca evitar.

Aunque los militantes animalistas como la senadora Padilla no lo reconozcan, sus decisiones “compasivas” también implican condenar a otros organismos al sufrimiento y la muerte innecesarios.

Por ejemplo, las mal llamadas “colonias” de gatos sueltos en España se propusieron como una forma de “conservación compasiva”; pero el desamparo de los gatos sueltos y sus ataques sobre aves y otros animales pequeños acusan el fracaso del objetivo animalista de evitar el sufrimiento.

En casos más similares al de los hipopótamos en Colombia —como el de los caballos y camellos en Australia—, las medidas “compasivas”, que excluyen el control letal, ocasionan crecimientos desmesurados de la población, que llevan a la mortalidad masiva por hambruna.

En realidad, los ecólogos y biólogos de la conservación desaconsejan estos enfoques mal llamados “compasivos”, pues resultan en mucho más daño sobre las vidas de los animales que el que se busca evitar.

Como señaló la ministra de Ambiente durante el debate de control, “el eje de la política ambiental es la protección de los ecosistemas […]. La mejor protección de la fauna y de las especies, tanto individuos como colectivas de fauna, es que tengan hábitat y que tengan ecosistemas” (2:28:46).

…a la compasión destructiva

Recientemente, la Corte Constitucional declaró inconstitucional la pesca deportiva en Colombia, con base en la “sintiencia” de los peces. Lejos de ser inocua, la decisión de la Corte ha llevado a comunidades de pescadores, campesinos e indígenas a quedarse sin un modo de obtener ingresos y a volcarse a actividades económicas menos sostenibles.

Sustituir la pesca deportiva por la producción pesquera para alimentación, por ejemplo, puede terminar en el sufrimiento de más peces que los que se buscaba proteger. Y un daño ecosistémico causado por los cambios de actividad económica puede perjudicar muchas más vidas.

Resulta curioso cómo, por andar pensando en la “sintiencia” de los peces o los “intereses” de los hipopótamos, no pensamos en los niños de la escuela de Doradal y en las comunidades que viven de la pesca. Se trata de ciudadanos, que también forman parte del ecosistema; después de todo, como seres humanos que son, también encajan en el concepto animalista de “sintientes”.

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