Leandro Díaz: el Homero de la Provincia de Padilla - Razón Pública
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Leandro Díaz: el Homero de la Provincia de Padilla

Escrito por Amylkar Acosta
El Homero de la Provincia de Padilla, Leandro Díaz Duarte

Amylkar AcostaA noventa años de su nacimiento, este sentido homenaje a uno de los más grandes compositores de música vallenata de todos los tiempos, cuya ceguera le permitió descubrir su don divino: las letras.

Amylkar D. Acosta M*

“Leandro Díaz deja de llorar / y suspirar el día que muera”

Leandro Díaz D

Los ojos bellos del alma

Solo Leandro Díaz Duarte podía ganarse el apelativo de El Homero de la Provincia.

Lo trajeron al mundo, a él y a otros quince hermanos, la pareja campesina formada por Abel Díaz y María Ignacia Duarte. Desde su humilde cuna en la vereda de Alto Pino en Lagunita de la Sierra (Hatonuevo, Guajira), se levantó este hombre con una prodigiosa capacidad para componer las más lindas y enjundiosas canciones, cuyo número supera las 350. Estas canciones le  granjearon su reconocimiento como el mejor.

Su ceguera de nacimiento no le impidió ascender hasta el pináculo de la fama como “el más grande entre los grandes” compositores de la música vernácula, ya consagrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como Vallenato.

El compositor y sobrino del Maestro Rafael Escalona, Santander Durán Escalona, se refirió a Leandro como “la leyenda viva de la música vallenata”. Por su parte el periodista Juan Gossaín no ahorró elogios para él, considerándolo “como el más sensible de todos los músicos de esta tierra pródiga de poetas y cantores que remontan a las sierras y los ríos y andan y desandan los valles como si fueran los últimos juglares que quedan sobre la tierra”. Esta es probablemente la más fiel descripción de Leandro Díaz, juglar por antonomasia y andariego como quienes le antecedieron en su arte, empezando por el gran Francisco El Hombre.

Para Leandro Díaz la ceguera no fue ninguna incapacidad. Los ojos, coloquialmente llamados las ventanas del alma, fueron para él una ventana sin luz; por eso en lugar de la vista recibió la inspiración como el don de la Divina providencia. Como él mismo dijo en una de sus canciones, “si Él la vista me negó para que yo no mirara, en recompensa me dio los ojos bellos del alma” a través de los cuales “veía” lo que el resto de los mortales videntes no veía.

Nadie describe tan bien como él la primavera, que “entra” el 22 de marzo y con ella “le entra alegría a la tierra”. Quién capta mejor que él la “sonrisa de la sabana cuando Matilde camina

Y ni qué decir de esa composición magistral, La diosa coronada, que inmortalizó y universalizó nuestro laureado Gabriel García Márquez. Gabo sentía una admiración tan profunda por esta canción que citó una de sus estrofas en el epígrafe de una de sus obras más notables,  El amor en los tiempos del cólera. “En adelanto van estos lugares: ya tienen su Diosa coronada”, Gabo seguramente tarareaba mientras la transcribía. Más adelante encontramos su reminiscencia en esa frase con la que encumbró al Vallenato: “Cien años de soledad es un Vallenato de 350 páginas”, ilustrando el origen primigenio del realismo mágico de su monumental obra.

La vida en letras

Leandro Díaz, el Homero de Padilla
Leandro Díaz, el Homero de Padilla
Foto: RTVC

La vida de este poeta popular estuvo marcada por sus éxitos, pero también por el desencanto y la desilusión:

  • Primero fue en su hogar de nacimiento, donde le vieron como una carga, como una persona inútil para las faenas del campo, su principal entorno en sus años mozos.
  • Luego por el desdén de quienes lo veían como gallina que mira sal y que además observaban con escepticismo cómo crecía en él un rebelde con causa poco prometedor, razón para que lo aguaitaran con conmiseración.
  • Posteriormente, sería por las promesas incumplidas de obsequios que le ofrecían pero que quedaban reducidos a sal y agua de borrajas, como dirían los españoles. Los sentimientos que ello despertaba en su interior quedaron plasmados en sus composiciones.

Una de sus primeras canciones, Quince julio, fue un reproche hacia sus padres, ya que desde que comenzó a tener uso de razón, se sentía sólo, aislado, “como un retoño perdido”, a la vera del camino.

Más tarde compuso la canción Los Tocaimeros, considerada como el primer censo musical y que lleva el nombre de los habitantes de la población de San Diego (Cesar).  Con ella logró hacer una colecta entre las personas mencionadas, con lo cual financió su viaje y estadía para las fiestas de Hatonuevo. Desde entonces comprendió lo que más tarde afirmaría: “mis canciones iban a darme todo lo que yo necesitaba”.

Leandro desde su nacimiento se sentía sólo, aislado, “como un retoño perdido”, a la vera del camino.

En sus composiciones tampoco faltaban reclamos a quienes le ofrecían, al calor de los tragos o arrobados por las letras de sus canciones que él mismo interpretaba, esta vida y la otra, pero no le cumplían.

En casos así fue donde nació la canción El negativo, “en esta pequeña historia” contaba él “las cosas que en estos tiempos me han sucedido…porque todo el que me ofrece me queda mal”. Le quedó mal Diomedes con un chinchorro, Lázaro Cote con “una linda grabadora pa´ parrandear”, José Carlos “se olvidó del ventilador”. Con dolor dice que “todos quieren gozar así parrandeando con mis canciones, las ofertas van por montones, todos me ofrecen pa´ no cumplir”. Allí es donde remata diciendo “no sé por qué a mí la gente me paga mal, si con todos mis amigos me porto bien”.

El también compositor e intérprete del Vallenato clásico Ivo Díaz, vástago de Leandro y distinguido exponente de esta dinastía, se refirió a él diciendo que “fue un hombre que supo conquistar los corazones con sus canciones o su sola presencia”. A Díaz no le faltaba razón, porque Leandro era una caja de música y a donde quiera que llegaba, siempre de la mano de Ivo, su hijo y lazarillo, era el centro de atención y admiración de todos.

Parrandero como él sólo, amenizaba las parrandas y participaba de ellas, las que se prolongaban hasta que los gallos espantaban la obscuridad de la noche con sus cantos en la madrugada. Al fin y al cabo para él lo mismo daba si le arropaba el manto de la noche o el resplandor del sol de la mañana, sus ojos eran su alma cautivada por su música.

En sus composiciones tampoco faltaban aquellos reclamos a quienes le ofrecían esta vida y la otra, pero no le cumplían.

Leandro Díaz tuvo el privilegio de imponer su talento y su música con el pasar de los años. Gracias a su creatividad y su don de gentes fue conocido, reconocido y exaltado en vida. Entre los tantos homenajes de los que fue objeto se destaca el monumento esculpido por Jorge Luis Payares en San Diego, lugar donde Leandro dijo tenía “sembrado” su corazón.

En San Diego fue donde creció musicalmente, con el trío que integraban Antonio Braín, Hugo Araujo y Juan Calderón; esa fue la tierra que lo acogió como su hijo. “El monumento es algo que me llena y me satisface mucho”, dijo el Maestro cuando develaron el mismo.

El 20 de febrero, cuando se cumplieron 90 años de su nacimiento, fue una ocasión propicia para recordar a este hombre que aún en vida ya era una leyenda y después de muerto se convirtió en un ícono de nuestra música terrígena.

Esta canción suya, El cardón guajiro, parece un auto-retrato hablado de Leandro. En ella se condensa lo que fue su vida, y su abnegada lucha para superarse y salir avante, sobreponiéndose a todas las dificultades:

Leandro Díaz

El Homero de la Provincia de Padilla, Leandro Díaz Duarte
Foto: Sistema de Medios Públicos

Ayer tuve una reunión

con la pena y el olvido

después de una discusión

la pena perdió conmigo

yo soy el cardón guajiro

que no lo marchita el sol (Bis)

Quisieron acorralarme

pa’ ver si tenía un desvío

pero ese talento mío

tiene un sentimiento grande

y el que quiera derrotarme

tiene su tiempo perdido (Bis)

El cardón en tierra mala

ningún tiempo lo derriba

en cambio en tierra mojada

nace de muy poca vida

por eso es que en La Guajira

el cardón nunca se acaba (Bis)

es que la naturaleza

a todos nos da poder

al cardón le dio la fuerza

pa’ no dejarse vencer

yo me comparo con él

tengo la misma firmeza (Bis)

Yo peleé con mi destino

cuando empezaba a cantar

él me quiso derrotar

y al final perdió conmigo

resolvió dejarme vivo

por mi bien o por mi mal (Bis)

Yo soy la planta guajira

que en verano no se ve

y apena’ empieza a llover

se ve la tierra tupida

de plantas reverdecidas

a punto de florecer (Bis)

Yo soy el cardón guajiro

que no lo marchita el sol

y entre penas y dolor

yo vivo con alegría

yo me llamo Leandro Díaz

amigo de sus amigos

yo soy el cardón guajiro

propio de la tierra mía

por eso es que Leandro Díaz

es parecido al cardón

porque tiene el mismo don

de ser un hombre muy fuerte.

 

*Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.

www.amylkaracosta.net

 

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