
Las clases virtuales han desalentado a muchos estudiantes. ¿En qué están fallando las universidades y cómo aprovechar el enorme potencial de la educación virtual?
Fernando Dávila*
Deserción estudiantil
Después de un año de pandemia, es fundamental reflexionar sobre lo que ha sucedido con las Instituciones de Educación Superior (IES) en Colombia e intentar un balance de su estrategia educacional.
La Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) estima que debido a la emergencia sanitaria la matriculación disminuyó en 11,3% durante el segundo semestre de 2020. Este fue un duro golpe económico para las IES, en especial para las privadas que dependen en gran medida del cobro de matrículas. En una carta dirigida al presidente Duque la ASCUN pidió apoyo financiero para las instituciones y sus estudiantes.
El Ministerio de Educación ya ha anunciado que destinará recursos para pagar la matrícula y otros gastos de estudiantes de las IES públicas. Pero las dificultades económicas de muchos jóvenes y sus familias, que debido a la pandemia ya no tienen cómo costear sus estudios, son apenas una de las causas de la deserción.
Las instituciones educativas también tienen parte de la responsabilidad por el menor número de matriculados. Muchos de los desertores consideraron que no convenía seguir pagando el alto costo de la matrícula para recibir clases virtuales:
- ¿Por qué los estudiantes tienen esta percepción negativa de la educación virtual?
- ¿Cuáles han sido las fallas de las IES y las oportunidades que han desaprovechado en la formulación de estrategias virtuales para adaptarse la pandemia?
Virtualidad a medias
Las instituciones tuvieron que tomar medidas urgentes porque no era posible seguir impartiendo clases presenciales. La rápida reacción que tuvieron muchas de ellas, en especial de las que no estaban preparadas para hacerlo, fue algo muy bueno y debe resaltarse.
Esta situación impulsó la educación hacia la virtualidad, algo sumamente importante pero que no se esperaba en el corto plazo. También forzó un cambio de mentalidad entre quienes no creían en sus capacidades. Fue así como todas las instituciones, de una u otra forma, pusieron en marcha adaptaciones digitales para resolver el problema.
Se estima que debido a la emergencia sanitaria la matriculación disminuyó en 11,3% durante el segundo semestre de 2020.
No obstante, la solución fue, por lo general, poner a los profesores frente a un computador para que dictaran el curso correspondiente desde una plataforma virtual. Las clases impartidas de manera tradicional, pero a través de una pantalla, desaprovechan por completo el potencial pedagógico de los medios digitales. Sin embargo, esta fue la solución inmediata que tomaron la mayoría de instituciones, pues adoptar un verdadero modelo de educación virtual es un proceso costoso y exige cambios drásticos.
Hace unos años, algunas instituciones educativas que sí creyeron en la virtualidad probaron esta práctica convencional con resultados negativos. En las últimas pruebas Saber Pro, muchas de las universidades que tienen mayor oferta virtual obtuvieron los puntajes más bajos. Por eso la virtualidad implica mucho más que dictar clases a través de una pantalla.
La tecnología debería facilitar el uso de herramientas como simuladores, laboratorios virtuales, realidad virtual y aumentada, y otras tecnologías que faciliten el proceso de aprendizaje. Más que dictar una clase, los profesores serán los responsables de aprender y poner en práctica todas estas herramientas, pensando en el desarrollo de conocimientos y habilidades de los estudiantes.
Ya existían instituciones que habían resuelto sus estrategias digitales y tenían un modelo robusto y probado, con muchos egresados de carreras completamente virtuales. Por eso es inexplicable que, con la llegada de la pandemia, éstas desconfiaran de su propio modelo y resolvieran imponer a sus estudiantes presenciales las mismas soluciones ineficientes tomadas por universidades sin experiencia en materia de educación virtual.
Esto podría sugerir que son muchos los académicos que todavía no entienden ni aceptan esta nueva modalidad. Sin embargo, la magnitud de la situación ha forzado a la mayoría de las instituciones a preocuparse por su modelo de educación, desarrollando proyectos y experimentos para explorar el verdadero potencial de la virtualidad.
La educación virtual, desde su concepción, es diferente de la presencial. Es fundamental que los maestros entiendan esto y repiensen sus metodologías y estrategias pedagógicas para que los estudiantes progresen de manera más eficiente y entusiasta. Los equipos académicos deben revisar sus métodos y favorecer nuevos procesos de aprendizaje, más que técnicas de enseñanza.

Cambio de paradigma
Es momento de que los reguladores del Estado entiendan la necesidad de reglamentos y condiciones diferentes para este tipo de educación.
A diferencia del modelo tradicional, la educación virtual se debe basar en las capacidades del estudiante por encima de las del profesor. Lo principal es la motivación para desarrollar su proceso de aprendizaje por cuenta propia. Y aunque debe haber apoyo y seguimiento de su tutor, siempre se debe dar prioridad a la autonomía y el empoderamiento del estudiante.
Más que reforzar sus capacidades para transmitir conocimientos, los profesores deberán entrenarse para ser tutores y coach de sus estudiantes. Así podrán propiciar en sus alumnos habilidades de investigación, manejo del tiempo, autonomía y capacidad de aprender a aprender. Al fomentar el emprendimiento, no debe entenderse sólo como la capacidad de crear empresas, sino como la aptitud para identificar y resolver problemas.
Esto exige que se estudien de nuevo los paradigmas tradicionales de enseñanza, como la semestralización, la nota, la evaluación, la carrera, el prerrequisito, el currículo, etc. Hay que diseñar estrategias novedosas que faciliten el paso de los estudiantes por su proceso de aprendizaje, con regulaciones amplias y modernas que respondan a una nueva realidad.
Deben criticarse, sobre todo, la semestralización. ¿Por qué un estudiante no podría desarrollar su proceso de aprendizaje de acuerdo con sus capacidades financieras, académicas y disponibilidad de tiempo? La nota y la evaluación también deben ser revisadas, para ajustarse a los nuevos escenarios que plantea la virtualidad. Las diferentes inteligencias y formas de aprender deben ser tenidas en cuenta en el proceso de aprendizaje de cada estudiante.
La tecnología debería facilitar el uso de herramientas como simuladores, laboratorios virtuales, realidad virtual y aumentada y otras tecnologías
También es necesario que las instituciones de educación superior comiencen a identificar en los estudiantes los conocimientos y habilidades que ya tienen, y pensar en formas de certificar estas competencias en las diferentes titulaciones. La homologación y certificación serán temas importantes para las IES y los reguladores.
Sería muy bueno que nuestras instituciones comenzaran a pensar en procesos de aprendizaje basados en proyectos. Que los estudiantes, a medida que adquieren habilidades y conocimientos, tengan la posibilidad de recibir títulos o certificaciones que demuestren su preparación para enfrentar los problemas y retos del mundo real.
Retos institucionales
Las IES tienen que modificar muchas de sus estrategias y contenidos. Por su parte, el Ministerio de Educación tiene que modernizar sus reglamentos y eliminar las trabas que usualmente produce con sus decisiones. Igualmente, el CNA (Concejo Nacional de Acreditación) debe revisar sus condiciones de acreditación y ponerse al tanto del nuevo panorama educativo. En general, el concepto de ‘calidad’ que todos tenemos, cambiará de manera significativa en los próximos años.
Se necesitan plataformas virtuales robustas y de calidad, que faciliten los procesos de cada institución. Pero también el Estado debe comprometerse con mejorar y apoyar la conectividad a internet y el acceso a dispositivos digitales en todo el territorio nacional.
La pandemia mostró las desigualdades y las dificultades de estudiar a distancia, en especial para los estudiantes que no tienen conexión a internet o a un computador. Garantizar el acceso a la virtualidad es una tarea urgente. Sería una enorme ganancia que la educación sea realmente para todos, sin importar dónde vivan o cuál sea su situación económica.
Este es un momento crucial para la educación en Colombia. Esperemos que las instituciones no se limiten a poner profesores frente a pantallas y que, en cambio, conciban nuevos métodos de aprendizaje centrados en el estudiante.
Esperemos que las grandes inversiones se destinen a la tecnología, el apoyo para los profesores en la producción de contenidos, el desarrollo de metodologías de aprendizaje modernas, y la adquisición de laboratorios y simuladores virtuales.
La pandemia nos demostró que las millonarias inversiones en edificios y terrenos para construir grandes campus universitarios ya no son tan necesarias. Pero si no se invierte ahora en los cambios verdaderamente importantes, creo que nunca se llevarán a cabo.