Cincuenta años después de su partida, este legendario autor peruano sigue dando de qué hablar. ¿Qué tensiones marcaron su vida y obra?
Eliana Maldonado Cano*
Vida y obra
José María Arguedas nació el 18 de enero de 1911 en Andahuaylas, una región que hace parte del “Espacio ayacuchano”, una de las zonas más pobres de Perú. Como puede apreciarse en Los ríos profundos, la sierra peruana es vital dentro del universo narrativo arguediano.
En esta obra, Ernesto, el personaje principal, viaja junto a su padre por la sierra peruana, Apurímac, Cuzco y Ayacucho. En palabras del protagonista, en su travesía cruzan “los ríos en verano, el vado y los bosques lúcumos que crecen rodeando las casas de las pequeñas haciendas, cerca de Cangallo”.
Podemos calificar a Los ríos profundos como un texto autoficcional, pues en ella, como en muchas de sus obras, abundan las referencias autobiográficas. El padre de Arguedas era un abogado cuzqueño que viajaba de provincia en provincia. En palabras de Arístides, el hermano mayor del autor, “su espíritu vagabundo no le permitía estar en un pueblo más de uno o dos años”. Arguedas plasmó los viajes que realizó con él en Wambra Kuyay, publicada por la revista Signo en 1933, y en Los cuentos olvidados, publicados entre 1933 y 1935.
Arguedas encontró en las madres indígenas a su propia madre y en sus cantos, huaynos y arrullos, el consuelo y la familia que nunca tuvo.
Un leivmotiv que prima en obras anteriores a esas es el sentimiento de orfandad que experimentó el autor por la pérdida temprana de su madre en 1914, la ausencia del padre viajero y la posterior aparición de una madrastra. Indudablemente, esos tres episodios marcaron su vida para siempre.
No obstante, posteriormente Arguedas encontró en las madres indígenas a su propia madre y en sus cantos, huaynos y arrullos, el consuelo y la familia que nunca tuvo. Indudablemente, el mundo andino y las raíces ancestrales fueron su hogar y consuelo. Como él mismo lo dijo en el Primer encuentro de narradores peruanos que se llevó a cabo en Arequipa en 1965: “Los indios y especialmente las indias vieron en mí exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos …y me lo dieron a manos llenas. Pero algo de triste y poderoso al mismo tiempo debe tener el consuelo que los que sufren dan a los que sufren más, y quedaron en mi naturaleza dos cosas muy sólidamente desde que aprendí a hablar: la ternura y el amor sin límites de los indios, el amor que se tienen entre ellos mismos y que le tienen a la naturaleza”.
Esas vivencias en las comunidades indígenas llenaron de imágenes poéticas la imaginación del niño y luego del joven que narraría en Canto Kechwa las agresiones de los mestizos acomodados —o “misti”, como él los llama— ejercidas sobre los indios. En esa obra conviven el ensayo antropológico y etnológico con el mensaje político y el lirismo. Así lo confirman las siguientes líneas: “sentíamos como la voz de una mujer; seguro era viento que silbaba entre los duraznales de la huerta, en los montes de retama”.
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Tensiones lingüísticas
Desde muy joven, Arguedas experimentó una tensión lingüística entre el quechua y el español: el primero lo aprendió naturalmente en las sierras peruanas y el segundo lo aprendió con mucho esfuerzo durante varios años, pero finalmente logró dominarlo por completo. Indudablemente, el carácter oral del quechua hace que este tenga una mayor capacidad para sacralizar y encantar que el español por lo que es más apropiado para caracterizar el mundo andino y serrano; sin embargo, el español es más adecuado para entablar diálogos con el mundo académico. Además de estar presente a lo largo de su vida, la tensión entre estas dos lenguas y la oralidad y la escritura son cuestiones transversales en su obra.
![]() Narración de cuentos en la Biblioteca Nacional del Perú en homenaje a Arguedas. Foto: Biblioteca Nacional del Perú |
El bilingüismo peruano de la época no fue ajeno a Arguedas ni a otros académicos. En el Perú, como en otros países de Latinoamérica, las lenguas ancestrales experimentaron una gran crisis porque el inglés empezó a ser enseñado como segunda lengua. En el caso peruano, esa crisis provocó que al quechua se le negará su calidad de lengua y se le desplazara completamente del ámbito académico.
La riqueza de la oralidad, la musicalidad de los cantos y las acepciones mágicas características del quechua le permitieron desarrollar imágenes inimaginables en español.
Casi todas las reflexiones lingüísticas presentes en la obra antropológica de Arguedas se refieren al quechua y no al español. Estas reflexiones le sirvieron para determinar las características y particularidades del quechua, uno de los ejes centrales de su obra.
En 1958, el autor en cuestión presentó una obra de raíces quechua -Los ríos profundos- a la comunidad académica. Esto le representó un sinnúmero de inconvenientes, pues es imposible “españolizar” el quechua sin cometer errores y “españolizar” a los indígenas sin desfigurarlos. El autor procuró estilizar los modos dialectales de tal forma que el lector de las ciudades se acercara al mundo andino sin desfigurarlo, sin embargo, para el reconocido crítico Ángel Rama, “ni los regionalistas, ni Arguedas en su primer período, percibieron que fuera necesario procurar la unificación lingüística de sus obras. Por eso, sus obras deparan un curioso desequilibrio lingüístico entre el habla de esos personajes y el del narrador, cosa que tradujo, en el nivel de la lengua, el desequilibrio cultural y clasista que subyacía al movimiento”.
Con el pasar del tiempo, para Arguedas se volvió más importante encontrar un habla verosímil para sus personajes, pues cada vez los diálogos entre los indígenas y los occidentales provocaban mayores conflictos lingüísticos y sintácticos. Por eso que, en varias ocasiones, intentó transportar la sintaxis del quechua al español.
En Agua y en Yawar fiesta es posible apreciar un español rudimentario con largos diálogos en quechua que tienen una apariencia artificial, pues se trata de un español sobrecargado de gerundios que conjuga mal los verbos y se acerca más a la sintaxis del quechua oral que al español fluido. En contraste, en Los ríos profundos, los vocablos quechuas están traducidos y entre paréntesis, lo que un lugar más importante al español.
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La primacía del quechua
No obstante, el quechua prevalece en su obra poética, pues allí el español es la lengua auxiliar que sirve como medio para la auto-traducción. Otro aspecto importante que resaltó Rama fue el problema lexical que afrontó Arguedas al adoptar el español como lengua literaria: lo hizo para academizar sus obras y darles un contexto científico, pero siempre prefirió el quechua para ilustrar lo poético, lo ancestral y lo andino.
Para él, el español siempre fue una segunda lengua, aprendida con esfuerzo, un instrumento de comunicación intelectual aprendido por necesidad. Como lo dijo Rama, todo lo que Arguedas dijo sobre el quechua podría recitarlo cualquier amante de la lengua española sobre su propia lengua.
![]() Las obras de José María Arguedas se desarrollan en la tensión entre el quechua y el español. Foto: Instituto Nacional de Radio y TV del Perú |
La riqueza de la oralidad, la musicalidad de los cantos y las acepciones mágicas características del quechua le permitieron desarrollar imágenes inimaginables en español. En su obra, las palabras quechuas son necesarias, pues solo ellas tienen la capacidad de preservar la infancia, lo ancestral y el paisaje subjetivo, solo ellas permiten explorar la realidad serrana, pues como el mismo autor lo manifestó, la fonética de los verbos quechuas refleja los movimientos que se producen en los sentimientos y no los sentimientos propiamente dichos, es decir, que las palabras están cargadas de la esencia del paisaje y no del paisaje propiamente dicho.
La palabra para Arguedas no era letra escrita, sino sonido emitido y bailado, pues como lo expresó Rama, “en una época en que la poesía ya se había tornado escritura, él siguió percibiéndola como fonema, vinculando íntimamente las palabras con los marcos musicales”.
Sus experiencias en las comunidades indígenas de la sierra, le permitieron al autor ir más allá de la lírica clásica, la métrica y la rima, dándole cabida a la repetición de los estribillos de canciones de la infancia, la explosión de terminaciones quechuas y el fraseo musical. En definitiva, su obra puede ser definida como una simbiosis entre el folklore inca y la poesía occidental. Sin lugar a duda, sobran motivos para sumergirse en ella y en los ríos profundos del Perú.
*Ingeniera y Poeta, Candidata a Doctora en Literatura de la Universidad de Antioquia. Entre sus poemarios están: Bajo la Piel (2007), Lunas de Sombra (2010), Hacía el Pacífico (2015), Cartografía de la lluvia (2016), El pozo de la Infancia (2018).