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Las redes sociales y la imposibilidad del debate público

Escrito por Liliana Gomez
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Muchos creen que las redes sociales son el lugar donde se dan los debates esenciales para la democracia. Pero la realidad es bastante diferente: esas redes impiden el debate.

Liliana Gómez*

Esperanza y realidad

Desde la aparición de plataformas de comunicación digital como Twitter —15 de julio de 2006—, muchos analistas pensaron que iban a cambiar las relaciones de poder entre los distintos grupos sociales. También pensaron que el sistema político, los medios y los ciudadanos iban a tener una conversación más fluida y democrática.

Pero en la vida real las cosas han sido distintas: las relaciones desiguales de poder se mantienen y las agendas políticas y mediáticas se siguen construyendo desde el sistema político y los medios de comunicación, con poca o ninguna participación de las ciudadanías.

Además, es importante tener en cuenta que la mayoría de las personas no se pronuncian a través de las redes sociales. Y a la inversa: las grandes decisiones de política no suelen depender de las redes o siquiera pasar por las plataformas digitales.

Es más: los estudios sugieren que quienes están presentes o activos en las redes sociales viven en una burbuja y creen —erróneamente— que en ellas se dan todas las discusiones vitales de la política.

quienes están presentes o activos en las redes sociales viven en una burbuja y creen —erróneamente— que en ellas se dan todas las discusiones vitales de la política.

De las redes a los medios

Pero la situación puede ser distinta. Por ejemplo, la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), los paros agrarios o el paro nacional de 2019/2021 lograron que los ciudadanos determinen la agenda de los medios de comunicación, los lideres políticos y las autoridades nacionales o locales.

Esas movilizaciones se han apoyado en las redes sociales, pero de aquí no se sigue que las redes por sí solas cambien o impongan las agendas nacionales. Esto solo sucede cuando los medios de comunicación tradicionales-radio, prensa, televisión-   hacen eco de las redes y convierten sus mensajes en el tema de la conversación general. Las columnas de prensa y los espacios de opinión en medios audiovisuales siguen siendo los lugares preferidos del debate nacional.

Las élites y las redes sociales

Las redes sociales son un espacio donde los protagonistas de la vida pública —las élites políticas, mediáticas y/o económicas—, suelen publicar mensajes que a su vez circulan en los medios y en las conversaciones de las diversas ciudadanías.

Las élites siempre han hablado a través de los medios masivos, pero al comunicarse a través de las plataformas digitales dan la impresión de una mayor cercanía con las personas, lo cual dista mucho de la realidad.

Al contrario, en la mayoría de los casos los personajes públicos usan las redes sociales como un espacio unidireccional, en el que informan (comparten mensajes), pero no comunican (construyen relaciones a partir de la información).  El resultado es más de lo mismo: información unilateral, unidireccional y poca o ninguna construcción y/o comunicación entre los diferentes sujetos.

Además, en una sociedad de masas donde lo más importante es captar la atención de las diferentes audiencias, las personas que ostentan o aspiran a ostentar el poder político y mediático tienden a publicar información de poca o ninguna calidad que los lleve a tener más seguidores, a ser tendencia y a a ser mencionados por los medios tradicionales.

Foto: PxFuel - Este uso de las redes sociales hace daño a la política y a la democracia, porque cada vez hay más individuos que quieren encontrar su igual y desconocer todo lo que suene o parezca diferente.

Burbujas y polarización

El ciudadano o ciudadana interesada en lo público sin duda encuentra en las redes un espacio para participar de la conversación.

Esto sin embargo implica que las personas altamente ideologizadas —quienes creen lo que dice su líder predilecto sin importar cuál sea la verdad- vayan formando burbujas con los otros ciudadanos que comparten sus creencias y valores. Por eso las personas se paran en los extremos e interactúan apenas con los que piensan igual.

La esfera pública

Todo lo anterior sucede en la esfera pública, ámbito que los teóricos han idealizado como un espacio de debate argumentado entre un público informado y competente sobre los asuntos que ocupan a la política.

La esfera pública es por eso un espacio donde cabe la diversidad y donde se puede llegar a acuerdos razonables.

Pero el mundo online es una fotografía del mundo offline: ese público informado y cualificado no existe y, si existe, es bastante reducido o no tiene interés en entrar en el debate público.

La negación del debate

Bajo esas circunstancias, las interacciones en las redes sociales se construyen desde las emociones y sus motores son la desinformación, la “infoxicación”, el desinterés o el odio hacia aquellos que ostentan el poder y que se muestran cada vez más lejanos de las realidades de las ciudadanías.

Las personas sienten que aquellos que ostentan el poder ya no los representan.

Además, la desinformación o las “fake news” viajan más rápido y reciben más clics, porque sus titulares —que son en muchos casos lo único que se lee—, pueden ser más llamativos que los de los otros medios.

Al final, lo que queda es una opinión que cambia de temas con velocidad vertiginosa, que se construye desde información dudosa y que acaba produciendo un mayor desinterés y perdida de credibilidad entre las ciudadanías.

El resultado son grupos de personas en los que sólo caben los iguales —construidos por los filtros burbuja que generan los algoritmos de las distintas redes sociales—, donde no se reconoce al otro y donde se buscan discursos que ratifiquen las propias creencias.

Nos vemos enfrentados a dos situaciones:

  • La primera, a grupos que conviven en una esfera pública en donde faltan las competencias políticas y tecnológicas para participar de un debate informado que genere un espacio de comunicación.
  • La segunda, a la incomunicación que produce, cada vez más, un mayor desinterés por la política.

las interacciones en las redes sociales se construyen desde las emociones y sus motores son la desinformación, la “infoxicación”, el desinterés o el odio hacia aquellos que ostentan el poder y que se muestran cada vez más lejanos de las realidades de las ciudadanías.

Este uso de las redes sociales hace daño a la política y a la democracia, porque cada vez hay más individuos que quieren encontrar su igual y desconocer todo lo que suene o parezca diferente. Se rechaza y desconoce al distinto, se desaparece todo lo que no esté de acuerdo con la creencia del grupo, se pierde la capacidad de debatir, de oír y de volver a ver al otro y surge una constante rabia y radicalización de las ideas.

Nuestra esperanza frente a esta situación es volver a hablar con el otro, reconocerlo, mirarlo las veces que sea necesario, tratar de entender y negociar con aquellos que son distintos de mí mismo y de mi grupo.  De esta manera podrán formarse grupos y ciudadanos dispuestos a trabajar en red, a conocer sobre técnicas y tecnologías y a abrir espacios para oír al otro.

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