La primera vicepresidenta de la historia, varias candidatas y un papel destacado en el proceso. Y sin embargo lo que estas elecciones ante todo muestran es lo mucho que falta a la política colombiana en equidad de género.
Sandra Sánchez López* – Angélica Bernal Olarte**
Un comienzo prometedor
En abril de 2017, durante la etapa inicial de la campaña presidencial, los colombianos contamos con ocho candidatas. Este ha sido el número más alto de aspirantes a la Presidencia desde que las mujeres, a mediados del siglo XX, iniciaron su participación en una arena reservada para los hombres.
Con estas ocho candidatas parecía estarse ampliando el estrecho espacio que la cultura política colombiana les ha dado a las mujeres. Sin embargo, un año después el panorama cambió radicalmente. En abril de 2018, en la recta final de la contienda por la Presidencia, quedaron solo dos candidatas, y ambas renunciaron. Las muchas mujeres se diezmaron.
El grupo inicial lo conformaban:
- Clara López por Todos Somos Colombia;
- Myriam Pinilla por Constituyente Ciudadana Popular;
- Piedad Córdoba por Poder Ciudadano;
- Martha Lucía Ramírez por Por una Colombia Fuerte y Honesta;
- Claudia López por Alianza Verde;
- Viviane Morales por Partido Somos, y
- Paloma Valencia y María del Rosario Guerra por el Centro Democrático.
Como era de esperarse, la novedad de ese gran número de candidatas jugó en el discurso como un indicio del progreso de la sociedad y la política colombianas. Esto fue exactamente lo que hizo Alfonso López Michelsen en su discurso de posesión presidencial de 1974 al anunciar que habría seis mujeres en su gabinete, y eso valió para definirlo como un hombre de avanzada.
Con estas ocho candidatas parecía estarse ampliando el estrecho espacio que la cultura política colombiana les ha dado a las mujeres.
Pero no hubo apertura ni transformación social y política, ni en los setenta ni hoy.
Poco se resuelve con el falso optimismo de ir hacia adelante únicamente por el aumento del número de mujeres en un gabinete del último cuarto del siglo pasado, o en las presidenciales de 2018.
Una discusión impostergable
Esto, dicho sea de paso, les ha permitido a varios afirmar el fin de del derecho a las quejas femeninas por la exclusión. Las premisas y conclusiones se leen así: son incluidas, pues permanecen activas en el ajedrez político, tanto que pueden optar por lanzarse a la Presidencia o a la Vicepresicencia, de manera que ya pueden quedarse tranquilas y dejar de agitar las banderas de un agotado y, por lo tanto, vacío feminismo que clama equidad.
Aunque el punto no es el número mismo ni cómo conseguir un aumento de cifras en clave de tibio pero esperanzador progreso y de lacónica transformación, una cosa sí mostraron las ocho candidatas: que, como muchas otras en Colombia, en América Latina y en el mundo, las mujeres pueden hacer y hacen política, sin importar la orilla en la que estén, y podrían tener más poder si las condiciones fueran realmente justas.
El punto crítico es otro: con demasiada frecuencia las mujeres en política son invisibles, tratadas con condescendencia, llamadas para reforzar prejuicios o desbancadas en las fases finales. Esto ocurre tanto por el funcionamiento de la política misma como por las lógicas del lenguaje y la producción de los medios. También ocurre gracias a la legitimación de la ciudadanía a este desplazamiento de las mujeres del centro de los foros públicos de discusión hacia las áreas de segundo y tercer renglón.
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Por diversas razones –consultas internas de los partidos, consultas interpartidistas, alianzas entre campañas y retiros prontos o tardíos–, todas las candidatas dejaron su postulación presidencial, menos Morales y Córdoba. Tres abandonaron muy pronto: Pinilla, Valencia y Guerra. Las tres restantes acabaron como fórmula vicepresidencial: Ramírez, Clara López y Claudia López. A este trío de presidenciables que se volvieron fórmula se sumó Ángela Robledo, de modo que quedó un total de cuatro mujeres vicepresidentes para primera vuelta.
Este cambio de aspiraciones de las candidatas confirma que las mujeres sí participan en política, pero también que se debe seguir considerando dónde, cómo y cuándo. Es decir, la participación de las mujeres en esta campaña presidencial indica que el tema de la cultura política y su equidad siguen teniendo plena vigencia en Colombia.
¿Qué pasó con las mujeres?
![]() Ex candidata a la vicepresidencia Claudia López. Foto: Presidencia de la República |
Ante este panorama hay que preguntar qué pasa con el escenario político y sus reglas para que solo dos de las ochos candidatas hayan continuado –pero finalmente desistido–, tres hayan abandonado del todo y otras tres hayan optado por aceptar postulaciones a la Vicepresidencia.
La respuesta implica una discusión que no sea sobre estas mujeres a título individual y tampoco una de índole general, donde mujer se entienda como una palabra que reúne cualidades esenciales transferibles a todas las mujeres y que pueda sugerir una actitud o lugar propios de ellas, especialmente con respecto a los hombres.
La discusión debe partir del hecho de que mujer es una categoría de análisis que permite presentar argumentos, pues el colectivo que designa es difuso y dinámico en términos de diferencias y desigualdades de clase, raza, lugar, orientación sexual e identidad de género, por mencionar algunas.
Así, la respuesta frente a la pregunta por la ausencia de candidatas después de haber tenido casi una decena exige un debate acerca de los partidos políticos, del sistema electoral y de las organizaciones feministas como fuerzas políticas en una sociedad desigual, con raíces profundas en las violencias y exclusiones.
- Los casos de Morales y Córdoba hablan de discriminación política directa. Ambas señalaron la manera como sus campañas fueron ignoradas sistemáticamente por los grandes medios y la opinión pública, hecho que llegó al extremo de dejarlas por fuera de los primeros debates entre candidatos presidenciales. Esta invisibilidad la destacó Córdoba el pasado 9 de abril, cuando renunció definitivamente a su candidatura y subrayó la discriminación a la que fue sometida.
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- Lo sucedido con la candidatura de Clara López es muy ilustrativo de los vicios de las prácticas inequitativas de la política. Desde muy temprano, López Obregón desapareció del relato público y periodístico de las elecciones. Eso a pesar de que en septiembre de 2017 ocupó el tercer lugar en una de las encuestas de intención de voto y de que en octubre del año pasado la encuesta Gallup la ubicaba en un lugar prominente dentro de las opciones de voto.
Las mujeres pueden hacer y hacen política, sin importar la orilla en la que estén, y podrían tener más poder si las condiciones fueran realmente justas.
Cuando los resultados de encuestas –los mismos que posicionan y logran catapultar a los candidatos– midieron las oportunidades de López se les prestó muy poca atención, casi avalando la norma del binomio hombre-presidente. Así, la apuesta de Clara López pareció ser la de quien sabe que el proyecto de estar en Palacio se consolida más favorablemente al formar equipo con alguien más, en este caso Humberto de la Calle, quien finalmente obtuvo una pobre votación que la eliminó de la contienda.
- Aunque Claudia López le ganó la candidatura a Antonio Navarro Wolff en el Partido Verde, desde muy temprano se escogió como candidato de ese grupo a Sergio Fajardo.
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Su destacada trayectoria como investigadora primero y como senadora después –en particular con la campaña de recolección de firmas para el referendo anticorrupción– la posicionó como una figura política de peso, pero con perspectivas de corto alcance para 2018 frente a un Fajardo que ya había sido alcalde y gobernador. Además, entre más visibilidad ganaba aumentaban las críticas misóginas, ancladas en estereotipos sobre su voz y en prejuicios sobre su orientación sexual.
- La posición de vicepresidente de Martha Lucía Ramírez resultó del entramado de fuerzas del poder, las mismas que le han dado un lugar en la política, pero que la han puesto a tambalear y a acompañar a un candidato con mucha menos experiencia que ella en el manejo de asuntos de Estado y de gestión pública.
El tema de la cultura política y su equidad siguen teniendo plena vigencia en Colombia.
Su vicepresidencia salió de un acuerdo sellado entre miembros de organizaciones y partidos uribistas que empujaron la decisión de presentarla –junto a Iván Duque y Alejandro Ordóñez– a una consulta que de todas maneras era coherente con su apoyo al No durante el plebiscito y con su trayectoria ideológica.
Manuel Santiago Mejía Correa, empresario prominente del país, fue fundamental para que Ramírez pactara la triada de la que salió ganador Duque luego de un trabajo arduo de todos a su alrededor para que venciera a Ramírez. Aquí importó poco que ella tuviera una trayectoria larga como ministra, viceministra, embajadora y congresista, o que fuera la segunda vez que se presentaba a las presidenciales.
En las elecciones de 2014 participó por el Partido Conservador y obtuvo alrededor de dos millones de votos como candidata, cifra nada despreciable teniendo en cuenta que este número sobrepasó al de votantes que apoyaron a los congresistas conservadores elegidos ese año.
Su lugar como fórmula vicepresidencial para las elecciones de 2018 muestra que acabó por anteponer el regreso al poder del proyecto uribista sobre su propia ambición de ocupar la silla presidencial.
La desconfiguración del grupo de candidatas presidenciales y la subsiguiente formación de uno de vicepresidentas no significa que estas mujeres dejaran de contribuir al debate y al proceso electoral. Sin duda todas han sido protagonistas de esta contienda y su contribución ha sido sustantiva.
Cuando sus candidatos perdieron en primera vuelta, Clara López y Claudia López tomaron posición. Han combatido el voto en blanco, una de las disputas centrales en relación con los resultados de segunda vuelta. Martha Lucía Ramírez ha ayudado a que los indecisos ganen confianza y acaben votando por el uribismo. Ángela Robledo, la nueva del grupo, significó la reiteración de la estrategia de reclutar a una mujer como fórmula, pero ha mostrado su capacidad para tender puentes y abrir diálogos con los antagonistas de Gustavo Petro y disuadirlos.
Robledo viene del movimiento político de Antanas Mockus y fue parte de su gabinete en la Alcaldía. Como representante a la Cámara se destacó por su trabajo por los derechos de las mujeres; estableció alianzas con congresistas de otros partidos en temas como la violencia sexual en el conflicto armado. Su experiencia en negociaciones de alta tensión es indiscutible. Petro le debe a Robledo la adhesión de Mockus y López a su campaña en segunda vuelta.
* Historiadora y analista de medios, profesora del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER) de la Universidad de los Andes, especialista en las relaciones entre los medios de comunicación, el periodismo y algunas categorías de poder, especialmente género y clase, desde una perspectiva histórica.
** Politóloga, Ph. D. en Filosofía, investigadora y feminista, especialista en el estudio de mujeres y su relación con el poder político, la democracia y la ciudadanía, directora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.