Muchos de los argumentos en relación con la coca -y con la cocaína- que se oyen en Colombia parten de premisas discutibles y desembocan en diálogos de sordos…donde por eso ganan los que tienen más poder.
Las mentes rectas y la incomprensión del otro
Los discursos sobre las drogas son típicos de los discursos de las mentes rectas.
La psicología moderna ha demostrado mediante estudios empíricos y estadísticamente verificables que cuando se trata de temas relacionados con valores personales importantes como la política, el sexo, la religión, el patriotismo y las drogas, los humanos creemos que nuestras posiciones están basadas en la razón, pero en realidad están fundamentadas en características biológicas de las personas y en sus vivencias, emociones y valores culturalmente transmitidos [1].
Los humanos creemos que nuestras posiciones están basadas en la razón, pero en realidad están fundamentadas en características biológicas de las personas y en sus vivencias, emociones y valores culturalmente transmitidos.
Todo esto genera intuiciones que la gente utiliza como instrumentos para llegar a la verdad y la razón simplemente valida dichas intuiciones, salvo en algunos casos [2]. En consecuencia, mucha gente con mente recta termina totalmente convencida de que la evidencia empírica fundamenta sus creencias y no tiene dudas de sus propias “verdades”.
Es cierto que muchas veces hay intereses económicos que utilizan argumentos que apelan a las emociones de la gente para camuflar sus propios fines. Sin embargo, en los debates sobre drogas psicoactivas la mayoría de los actores tiende a ser personas de mente recta.
Ojalá los intereses económicos predominaran en estos debates porque la solución sería negociable. Por ejemplo, si los agentes de la DEA apoyaran el prohibicionismo principalmente para proteger sus empleos, sería fácil ofrecerles un jugoso retiro y una magnifica pensión y así desenmascarar sus intenciones. Sin embargo, cuando se trata de mentes rectas, convencidas de la importancia de sus “verdades”, no hay negociación posible.
En el caso de las políticas de drogas psicoactivas los más ardorosos defensores de la prohibición y de la flexibilización del consumo recreativo son personas inteligentes, honestas, educadas y comprometidas con mejorar la sociedad, y cuando se enfrentan a la misma evidencia empírica llegan a posiciones opuestas a las de sus contradictores.
Como ambas partes están seguras de su verdad, sus mentes rectas no les permiten entender los argumentos opuestos y solamente presentan argumentos desde su propia perspectiva, despreciando las posiciones de los demás. Esto lleva a enfrentamientos sin solución lógica en los cuales el más poderoso tiende a imponer su “verdad”.
Cinco argumentos debatibles
Foto: Matthew Winterburn |
En el reciente foro sobre cultivos ilícitos los planteamientos fueron elocuentes y reflejan una gran frustración con las políticas pasadas y presentes. Por eso, sus mentes rectas no les permiten ver una hoja de ruta posible para que sus agravios tengan respuesta.
Desde hace tiempo he abogado por la legalización de los usos tradicionales de la coca, por lo que espero no me consideren discriminador o enemigo de los indígenas [3]. Sin embargo, es útil comentar algunas de las posiciones presentadas para ver por qué no conducen a un dialogo fructífero.
1. Para los indígenas la coca no es una droga, pero consideran que en la sociedad occidental la cocaína si lo es. En la ciencia no hay una definición única de lo que es una droga, aunque casi todas las sustancias que ingieren los humanos pueden ser benignas, benéficas, dañinas, mortales o venenosas dependiendo de la dosis en que se consuman. La coca contiene unos 15 alcaloides, uno de los cuales es la cocaína y la coca es la única fuente de esa droga y el único insumo necesario para producir cocaína; todos los demás insumos tienen sustitutos. Como la gran mayoría de la coca producida se destina a la producción de cocaína, el argumento “coca no es cocaína” sería mucho más útil si se acompañara de un proyecto para permitir usos tradicionales y de sistemas de control rigurosos creíbles, para evitar el desvío de coca a usos ilegales.
Los indígenas alegan que eso no es problema de ellos sino de la sociedad occidental. El problema es que el mundo se ha globalizado y ellos viven dentro de él. Por ejemplo, se comunican por celular y no tienen problema para usar antibióticos, producto del mismo proceso de desarrollo científico que produjo la cocaína. Sin duda los indígenas tienen derecho a mantener sus tradiciones -excluyendo las que violen derechos humanos fundamentales a los que ellos alegan adherir-, pero eso no significa que les sea conveniente actuar como si estuvieran encapsulados en un pasado idealizado y no participaran del mundo moderno.
2. Con frecuencia afirman que los cultivos de coca no son ilícitos porque la coca es sagrada y las plantas dadas por Pachamama, la Madre Tierra, son naturales, y por consiguiente, legales. Esto presenta varios problemas. Para empezar, el concepto de sagrado difiere entre las culturas y lo que se considera sagrado en la cultura occidental judeo-cristiana tiene un significado diferente al de otras culturas y religiones. En la cultura indígena Pachamama es sagrada y los humanos debemos respetar y cuidar la tierra. Este concepto es más parecido a los de la ecología occidental que a los de las religiones occidentales. Una cosa es que la coca se use como fines medicinales y ceremoniales y otra que sea sagrada en el sentido occidental y que su cultivo no deba estar regulado.
Una cosa es que la coca se use como fines medicinales y ceremoniales y otra que sea sagrada en el sentido occidental y que su cultivo no deba estar regulado.
Como los indígenas rotan cosechas y erradican la coca cuando su productividad declina, surgen algunas preguntas: ¿Si la coca es sagrada, por qué está bien que ellos erradiquen y mal que el gobierno lo haga con la coca que se usa para producir cocaína? ¿Si la coca es sagrada, usarla para producir cocaína es un pecado o sacrilegio? O ¿está bien usar la coca sagrada para producir cocaína con el fin de atacar a la cultura invasora? En este caso, si la coca es un arma en la lucha contra la cultura occidental, ¿no es de esperar que esta reaccione erradicándola?
3. Con frecuencia se considera que “la coca es nuestro oro verde”. Sin embargo, mientras la coca y la cocaína fueron legales Colombia no exportó una hoja de coca o un gramo de cocaína, además, el mercado nacional de coca siempre ha sido muy limitado y no ha generado grandes ingresos para los cultivadores. La única forma en la que la coca pueda ser un “oro verde” que permita generar buenos ingresos es usándola para producir cocaína ilegal.
Si todos los productos de la coca fueran legales -incluida la cocaína- los cultivos no serian muy rentables. Esto no significa que la planta no pueda tener nuevos usos legítimos, pero sí que es necesario reconocer que su alta rentabilidad depende fundamentalmente de su ilegalidad. Por eso, la afirmación “la coca es nuestro oro verde” es válida solamente si va acompañada por el desprecio por las leyes de los estados en los que haya producción, transito o consumo de cocaína.
4. En los discursos indígenas y del campesinado la prohibición a los cultivos de coca se explica por razones imperialistas. Aparentemente los campesinos e indígenas desconocen o desdeñan el proceso por el que se llegó a prohibir la coca.
Durante más de cuatro siglos la coca fue un instrumento usado para explotar a los indígenas. La coca tiene facultades anoréxicas que eliminan la sensación de hambre y permite trabajar largas horas sin comer, por esto en las grandes haciendas andinas y en las minas de socavón la coca se dada a los campesinos y mineros para optimizar su fuerza de trabajo y los hacendados y los empresarios mineros pagaban parte de los salarios en hojas de coca. En las décadas anteriores a la Convención Única de 1961 todos los grupos progresistas en los países andinos eran “anti coca” y solo los hacendados y empresarios mineros, cuyos obreros usaban la coca, eran “pro coca” [4].
Todos los discursos presentados por los indígenas y campesinos en el foro sobre cultivos ilícitos llevan a un enfrentamiento con los contradictores.
En Colombia, por ejemplo, la coca se usaba en las haciendas caucanas donde peones recibían parte de su sueldo en hojas de coca. En 1947 el primer titular de la cartera del Ministerio de Higiene, el Dr. Jorge Bejarano, promovió una ley para prohibir el pago del sueldo con hojas de coca y su contradictor en la Cámara fue el joven representante por el Cauca, Víctor Mosquera Chaux, años más tarde encargado de la Presidencia y Embajador en Washington.
Es cierto que en esa época nadie pedía la opinión a los indígenas. Sin embargo, los principales intelectuales indígenas no apoyaban los usos tradicionales de la coca, por ejemplo el escritor Ciro Alegría, famoso novelista peruano autor de El Mundo es Ancho y Ajeno, en sus obras rechaza el hábito tradicional de mascar coca.
Lo que ha sucedido en los últimos 50 años es que el paradigma indígena cambió y la coca pasó de ser un símbolo de la explotación a uno de la rebelión indígena contra los descendientes de los conquistadores.
5. Algunos campesinos e indígenas argumentan que el Estado colombiano (es decir los contribuyentes) debía compensarlos por las fumigaciones que habían padecido. Argumentan que Colombia debe hacer lo mismo que hizo con Ecuador para conciliar la demanda en la Corte Internacional que ese país presentó por daños de las fumigaciones. Consideraron que todos habían sido víctimas de las fumigaciones y, por consiguiente, debían ser tratados de igual forma.
Para que este argumento sea lógicamente válido se requiere estar de acuerdo con varios supuestos de dudosa validez: (a) los cultivos de coca no son ilícitos; (b) el gobierno no tiene derecho a erradicarlos; (c) si sus cultivos de coca son usados para producir cocaína, eso no es asunto que les incumba, y (d) el que la cocaína sea adictiva es un resultado de la ciencia occidental y ellos solamente producen coca, que si se usara solamente como los indígenas la usan, no generaría problemas
¿Diálogo o confrontación?
Foto: Rodrigo Fernández |
Los discursos indígenas sobre los cultivos ilícitos reflejan sus mentes rectas que creen en sus “verdades” y que implícitamente consideran que sus métodos de llegar a la “verdad” son tan válidos como los de la ciencia moderna. Esto lleva a enfrentar las creencias tradicionales con las modernas pero no permiten un dialogo en el que, tanto los occidentales reconozcan las bondades de la sabiduría tradicional indígena, como los indígenas los grandes avances de la ciencia moderna.
Todos los discursos presentados por los indígenas y campesinos en el foro sobre cultivos ilícitos llevan a un enfrentamiento con los contradictores. Desde la perspectiva campesina e indígena esto es lamentable porque cuando no hay un esfuerzo por entender las posiciones opuestas a las propias y se genera un enfrentamiento, el resultado al que se llega esta determinado por el poder. La pregunta es, entonces: ¿Quién es el más poderoso y quien va a perder?
* Cofundador de Razón Pública; para ver el perfil del autor haga click en este link.
[1] Avi Tuschman, 2013, Our Political Nature. The evolutionary origins of what divides us, Amherst, N.Y.: Prometheus Books.
[2] Jonathan Haidt, 2012, The Righteous Mind. Why Good People Are Divided by Politics and Religion, New York, N.Y.: Pantheon Books.
[3] Ver mi artículo: “A modest proposal to clarify the status of coca in the United Nations Conventions”, Crime, Law and Social Change, 42: 4-5, Enero 2005.
[4] Joseph Gagliano, 1994, Coca prohibition in Peru. The historical debates, The University of Arizona Press.