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Las iglesias cristianas y la política en Colombia

Escrito por Medófilo Medina
Seguidora de iglesia cristiana.

Medofilo MedinaLa influencia política de las iglesias cristianas es innegable, pero para llegar hasta este punto recorrieron un largo camino de exclusión y persecución. ¿Cómo y desde cuándo lograron extender tanto su influencia? ¿Cómo la han utilizado desde entonces?

Medófilo Medina*

Hace 500 años

Este año se cumplieron 500 desde que el fraile agustino Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus 95 tesis. Ese acontecimiento precipitó la división de la cristiandad y tuvo consecuencias profundas sobre el desarrollo espiritual, social y económico del mundo occidental.

El protestantismo mostró desde el comienzo una tendencia a la fragmentación. Por ello no es sorprendente que hoy en Colombia estén registradas 6.000 iglesias en la Oficina de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior. No todas ellas se reconocen como protestantes ni son reconocidas como tales por el “protestantismo tradicional”. No obstante, aquí se tendrán en cuenta vertientes tradicionales y no tradicionales del protestantismo.

El protestantismo en Colombia

Movimiento político, MIRA.
Movimiento político, MIRA.
Foto: luishernandomonsalved.blogspot.com

La diversificación religiosa de Colombia comenzó con el arribo del misionero escocés James Thompson, enviado por la Sociedad Bíblica Británica y que ya había visitado Perú y Ecuador.

Durante el siglo XIX la hegemonía cultural del catolicismo no tuvo fuerte oposición. Colombia no tuvo mayor atractivo para migrantes extranjeros que por lo general venían a otros países latinoamericanos con sus propias demandas de servicios religiosos. Frank Safford estima que para mediados del siglo XIX el número de extranjeros en la Nueva Granada no superaba los 850.

Durante la Violencia los protestantes en Colombia terminaron siendo perseguidos junto a liberales, gaitanistas y comunistas.

Los presbiteranos fueron la corriente protestante más organizada e influyente en Colombia en el siglo XIX. Su semilla fue plantada por el misionero Henry B. Pratt, quien llegó de Estados Unidos en 1856. El principal instrumento de influencia presbiteriana fueron los colegios americanos, de configuración confesional pero con una orientación pedagógica moderna en la enseñanza de las ciencias y las lenguas. Los liberales se mostraron muy favorables a la presencia protestante en Colombia porque creían que ella podría ayudar a la reforma educativa.

Hasta comienzos del siglo XX, la política en Colombia se movió al ritmo de fenómenos:

  • Guerras civiles entre liberales y conservadores,
  • Sucesión de constituciones, e
  • Invariable realización de elecciones.

Estos fenómenos estuvieron íntimamente relacionados. Las guerras se justificaban  con alegatos de fraude electoral, se cerraban con una nueva constitución impuesta por el vencedor, y el vencido preparaba la guerra siguiente y un proyecto de nueva carta magna.

En 63 años, entre la primera guerra (la de los Supremos) y la última (la de los Mil Días), hubo ocho contiendas civiles nacionales. Los motivos invocados para la confrontación fueros dos: la separación de la Iglesia y el Estado y la reforma educativa. En últimas, era una sola la razón, dado que el punto más agudo del tema educativo era el de la influencia que debía acordarse para la Iglesia y la enseñanza religiosa en la educación pública.

En esta época no hubo una coalición de liberales y protestantes, pero sí hubo coincidencia entre ellos cuando los conservadores y la Iglesia metieron en el mismo paquete de abominaciones al liberalismo, el protestantismo, la masonería y el laicismo. Desde 1875 avanzó el movimiento de la Regeneración propiciado por un “frente nacional” formado por el Partido Conservador y la corriente liberal ideológicamente regresiva, encabezada por Rafael Núñez.

La Regeneración implantó en Colombia un modelo de centralización político-administrativa de orientación confesional. Las élites no pudieron ni quisieron imponer la contrarreforma antiliberal por medio de una doctrina secular, sino mediante un proceso de re-catolización ultramontana. Sus referentes más destacados fueron la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. El ambiente político no ayudó entonces y no favorecería por largo tiempo una diversificación religiosa. Los protestantes debieron inhibir su actividad  misionera aunque mantuvieron  una discreta acción pastoral.

Después, entre comienzos del siglo XX y la gran crisis económica de 1929 a 1933 se establecieron varias agencias misioneras. Quizá la que tuvo mayor éxito fue la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Durante la República Liberal (1930-1945) las reformas crearon una atmósfera diferente de la que había existido bajo la Hegemonía Conservadora. La reforma constitucional de 1936, propuesta por López Pumarejo, trató de eliminar los elementos confesionales del sistema político. El Partido Conservador y la Iglesia católica se opusieron con arrestos de guerra. La alianza de las corrientes progresistas del liberalismo con los sindicatos, con el Partido Comunista y con los núcleos socialistas pudo contrarrestar la ofensiva de la oposición. Pero la apuesta por la violencia quedó en pie.

Durante “La Violencia” (1945-1964) – y dada la confrontación maniquea entre liberales y conservadores en el contexto de la Guerra Fría-, los protestantes en Colombia acabaron  siendo perseguidos junto a liberales, gaitanistas y comunistas.

Ofertas mágicas para tiempos sombríos

Después de revisar estos antecedentes conviene examinar el crecimiento de las iglesias protestantes, evangélicas, pentecostales y neo-pentecostales a partir de estimaciones de los estudiosos de las nuevas religiones en Colombia, particularmente de William Mauricio Beltrán. Estas son las cifras:

Si se proyectan las cifras anteriores, podría estimarse que en 2017 hay 6.021.000 colombianos pertenecientes a nuevos movimientos cristianos-protestantes. Los pastores suelen hablar de diez millones, aunque lo hacen confiando más en sus aspiraciones que en las cifras.

La época de mayor expansión de los movimientos protestantes corresponde a los años de expansión del narcotráfico y de agudización del conflicto interno. Esos fenómenos –con sus consecuencias de violencia, muerte, desplazamiento, destrucción de los vínculos familiares– han bridado un campo fecundo para la nueva oferta religiosa, tanto en zonas de colonización rural como en las ciudades. La Iglesia católica parece lejana para las masas arrojadas a situaciones de crisis.

Los nuevos mensajes religiosos llegan recubiertos de promesas de superación, ofrecen experiencias catárticas de exorcismos y escenifican espectáculos de sanación. Tales mensajes no necesariamente rompen con el fondo dogmático de los principios luteranos de la salvación por la fe o del sacerdocio universal, pero los combinan de manera abigarrada y caprichosa con los enunciados de la teología de la prosperidad.

Por otra parte, las iglesias proveen formas de relación inmediata que le dan al individuo la ilusión de liberarse de la opresión, de la soledad y del sentimiento de desamparo. ¿Hasta cuándo pueden mantenerse vigentes los mecanismos mediante los cuales se satisfacen las expectativas de los conversos? De momento la diversificada oferta de la fe tiene una vía de escape en la migración de los creyentes entre las numerosísimas iglesias.

Entre partidos propios y fuerzas ajenas

Martín Lutero, teólogo alemán, iniciador de la Reforma Protestante.
Martín Lutero, teólogo alemán, iniciador de la Reforma Protestante.
Foto: Wikimedia Commons

¿Cuáles son las tendencias de participación política de los nuevos movimientos evangélicos, cristianos, pentecostales y neo-pentecostales?

No todas las Iglesias ni todos los pastores manifiestan entusiasmo por la participación política partidista, pero ha sido notable la tendencia a la participación en la política electoral.

La coyuntura del movimiento por la Constituyente de 1991 produjo gran interés entre las iglesias. Alrededor de la participación en la Constituyente realizaron el mayor acuerdo al que hayan sido capaces de llegar. Tres organizaciones hicieron posible esa concertación: el Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol), el Movimiento de Unión Cristiana (MUC) y el Partido Nacional Cristiano (PNC) –de la familia Castellanos Rodríguez–, perteneciente a la Misión Carismática Internacional (MCI). Así lograron poner dos representantes en la Constituyente.

Desde entonces las iglesias han persistido en dos modalidades de participación política: con partidos propios o en alianza con fuerzas distintas.

El tiempo de mayor crecimiento del número de fieles corresponde a los años de expansión del narcotráfico y de agudización del conflicto interno.

Las megaiglesias –como MCI, el Centro Misionero Bethesda y Manantial de Vida Eterna– movilizaron electoralmente a sus fieles. Las organizaciones centralizadas con varias sedes crearon partidos propios: la Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia dio origen al Compromiso Cívico y Cristiano por la Comunidad, mejor conocido como C4; la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional fundó el partido MIRA.

En 2006 el PNC abandonó la idea de mantener un partido propio. Los esposos César y Claudia entraron en coalición con el partido Cambio Radical de Vargas Lleras, que entonces estaba alineado con el gobierno Uribe. Luego el MCI empezó a entenderse directamente con Uribe. El C4 y el MIRA se mantuvieron como partidos independientes.

Las iglesias que participan en el movimiento electoral han tenido comportamientos diferenciados. Estos partidos surgieron en el período posterior al colapso del bipartidismo, pero cabe preguntar si han contribuido a la democratización del país, y no veo argumentos convincentes para responder afirmativamente.

Oportunismo político

El ejemplo más patético de la carencia de toda contención ética de los políticos de la fe son los varios pastores que llegaron al Senado en las corrientes de la parapolítica gracias al apoyo de narcotraficantes.

Estos movimientos políticos religiosos no han propuesto una alternativa a la relación que la Iglesia católica ha mantenido con el Estado.

Además, estos movimientos políticos religiosos no han propuesto una alternativa a la relación que la Iglesia católica ha mantenido con el Estado. Al contrario, han recurrido a la presión política para obtener para sus iglesias el mismo tratamiento que el Estado ha dado a la Iglesia católica, de modo que es evidente su lejanía con respecto a la exigencia de una separación clara entre iglesias y Estado.

En 1997 se firmó el Convenio de Derecho Público Interno No. 1 entre el Estado colombiano y las entidades religiosas cristianas. Ese documento, llamado el “concordatico”, fue muy conveniente para las iglesias y fue obtenido gracias al apoyo de los pastores a un gobierno acorralado por el proceso 8.000.

La campaña por el No para el plebiscito del 2 de octubre de 2016 –patrocinada por algunos pastores e iglesias– marcó un momento importante en la evolución política de estas iglesias. Bajo el paraguas de una campaña artera contra la supuesta consagración de la ideología de género en el Acuerdo de La Habana, numerosos pastores y sus iglesias entraron en el arco de las corrientes más regresivas de la política colombiana.

Ahora una serie de pastores que confluyeron en la campaña del No han anunciado la creación de un nuevo partido de derecha. John Milton Rodríguez, Eduardo Cañas, Ricardo Arias Mora y Víctor Velásquez han tomado la decisión de formar el partido confesional Movimiento Colombia Justa Libres, una organización política que trae su plataforma ideológica hostil a la paz de la campaña del No. Anuncian con cierta timidez la candidatura presidencial de Viviane Morales.

Además se ha conocido el nuevo capítulo del invariable oportunismo del MCI, que rompió con el Centro Democrático para apoyar la candidatura de Vargas Lleras. De momento, Claudia Castellanos y su marido han recibido la cálida bienvenida del candidato y de los dirigentes de Cambio Radical.

Pero más allá de la dirección de esas iglesias, es necesario promover una discusión abierta con las bases de esas organizaciones religiosas. Hay elementos del debate entre las bases evangélicas, protestantes y cristianas que indican que muchos fieles no quieren seguir siendo objeto de la manipulación.

* Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.

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