En este país para cada temporada de elecciones tenemos el mismo discurso sobre la necesidad de subirle el nivel al congreso de la república, de subirle el nivel al debate político y de cualificar la discusión pública. Y en cada temporada post electoral nos damos cuenta de que el nivel del quehacer político en Colombia es bien precario, que el nivel del debate deja mucho que desear y que la discusión pública sigue siendo más bien pobre. Pese a la insistencia en que una renovación de la política es necesaria, en nuestro país los políticos jóvenes reproducen las viejas mañas de los más viejos, y los más viejos no tienen ningún interés en que haya una renovación ni de ideas ni de personas.
El nivel del congreso de la república una vez más deja mucho que desear, todo parece ser que muchos de nuestros congresistas más que servidores públicos tienen vocación de youtubers, de participantes de realities o de tuiteros, y que lo que les interesa es ser noticia, no por sus proyectos de ley, y menos aún por su defensa del bien común, pero por banalidades. Parece que lo que único importa es ser noticia, de lo que sea y como sea, la apuesta es ser viral, y ni siquiera importa el por qué. Lo que en estos casos importa es el para qué. Para aparecer en los medios, para aparecer en los periódicos, para ser tendencia en tuiter, para ser noticia, y para hacer un espectáculo sin mucho sentido, para que resuenen sus nombres y que la gente se entere de su existencia.
Así como nos enteramos de la existencia de un congresista porque llegó a caballo al congreso, así como hay un youtuber senador que no tiene causa, y así como otros en listas cerradas llegaron al congreso por tener muchos seguidores en tuiter, como si eso fuese suficiente. Y no olvidemos que así fue como Rodolfo Hernández llegó a segunda vuelta, a punta de interminables espectáculos y mucha presencia en tik tok, pero sin participar en ningún debate presidencial.
Porque una forma bastante eficaz de huirle al debate es convertir el espacio de discusión pública, en un intercambio de banalidades, de denuncias infundadas y de ataques personales que no le aportan absolutamente nada a nadie, ni a ninguna causa. Todo parece indicar que la causa es volverse viral, ser tendencia, y darse a conocer, no por sus ideas, y menos por sus propuestas, si no por sus lamentables espectáculos. Esperemos que la política del espectáculo llegue a sus propios limites, y que el campo político en Colombia se nutra de ideas, de debates, de diversidad, y de sanas confrontaciones que tanta falta nos hacen.