
El que termina ha sido otro año trágico para Venezuela, pero está historia triste también habla de Colombia.
Hernando Gómez Buendía*
Venezuela es petróleo y su historia atormentada ha sido la consecuencia de depender del petróleo.
Esta es la cara del asunto que prefieren ignorar los enemigos de Maduro: el 29 de enero de 2019 Trump congeló los activos de PDVSA y los ingresos petroleros que pasen por bancos vigilados por Estados Unidos. Este país compraba el 41% del crudo venezolano y otros países que apoyan a Guaidó compraban otro 34%: Venezuela se quedó sin el 75% del valor de sus exportaciones.
Las sanciones comenzaron en 2014, cuando el Congreso americano autorizó al presidente para bloquear activos y prohibir transacciones desde Venezuela a manera de castigo por violación de los derechos humanos. Desde entonces —y a medida que Maduro cometía más atropellos— PDVSA entró en la lista de empresas con las cuales un ciudadano norteamericano o un banco internacional no pueden tener negocios. El Banco Central y otras 85 firmas venezolanas han sido sancionadas, al igual que 78 funcionarios cuyas cuentas están intervenidas. La Unión Europea ha venido añadiendo sus propias sanciones.
Los funcionarios en cuestión pueden ser bandidos como Alex Saab, pero la plata grande es del petróleo, es decir, de los venezolanos. Por eso estamos ante un caso de “castigo colectivo de la población civil” expresamente prohibido por los Convenios de Ginebra. Un crimen de Estados Unidos contra el pueblo venezolano en medio de la pandemia y la peor crisis humanitaria en un siglo.
El futuro, si cabe, es más oscuro. Los barcos venezolanos deben pagar los puertos por anticipado, y esto implica tener ventas de contado; el crudo que produce este país es pesado y casi todas las refinerías del mundo necesitan petróleo liviano o mezclado; lo que hoy exporta Maduro a China y Rusia es para pagar préstamos anteriores…Y, sobre todo: el petróleo no tiene futuro si es que la humanidad quiere tener futuro.
Esta había sido la historia de Venezuela antes de Chávez: entre 1928 y 1998 los cogollos se robaron las bonazas petroleras, hasta que el pueblo indignado eligió al coronel Chávez.
Y comenzó la cara del asunto que sí ven los detractores de Maduro: la debacle se inició antes de 2014 y fue culpa exclusiva del chavismo. Desde su posesión en febrero de 2009, Chávez les metió mano a las finanzas de PDVSA, nombró gerentes de bolsillo, liquidó sus inversiones en el extranjero, nacionalizó las Asociaciones Estratégicas, causó la desbandada de los técnicos, duplicó la planta de personal, subsidió a Cuba y otros países caribeños, forzó varios negocios ruinosos y agravó la corrupción.
A resultas de lo todo lo anterior, la producción cayó de 3,4 millones de barriles diarios en 2008 a 1,4 millones en 2014 y a menos de 400 mil el año pasado. Una caída del 90%.
Lo único bueno que puede decirse del chavismo es que usó parte de la bonanza de 2003-20014 para pagar las “misiones sociales” que sin duda mejoraran —por un tiempo— la calidad de vida de las mayorías.
Y como escribo desde Colombia, debo decir que nuestra bonanza energético-minera de 2003 a 2014 sirvió para pagar la escalada militar contra las FARC, multiplicar la burocracia, repartir las limosnas que se llaman “familias en acción” y abaratar las importaciones para arruinar a los agricultores e industriales de Colombia.
¿Por qué será que los latinoamericanos no acertamos con ninguna?