El plebiscito se presentó como un reconocimiento de la democracia, pero ni el gobierno, ni las FARC, ni los voceros del No, respetaron de verdad la democracia*.
Eduardo Aldana Valdés**
“Sobre los llanos la palma, sobre la palma los cielos;
sobre mi caballo yo y sobre yo mi sombrero”
(Miguel Ángel Martín, Del Folclor Llanero).
De arriba para abajo
He observado, a lo largo de varias décadas, que en las empresas y en algunas comunidades, sus dirigentes acostumbran elaborar planes de desarrollo con sus colaboradores más cercanos y la asesoría de expertos –denominados así por ellos mismos para su “e-marketing” en las redes sociales – y una vez los tienen ensamblados empiezan a “socializarlos” mediante unas jornadas eufemísticamente llamadas “pedagógicas”.
Si en algunos de los foros convocados para ilustrar a “las bases” algún ingenuo participante se atreve a sugerir otra manera de hacer las cosas, los autores de la propuesta se sienten ofendidos y suelen descalificar sin piedad al imprudente. Por supuesto que así no se logra comprometer a la gente con los objetivos que persiguen los planes y mucho menos entusiasmarla para participar en su realización.
El comentario anterior, a pesar de su escasa relación con la coyuntura política, permite establecer el escenario para iniciar algunas reflexiones un poco más profundas sobre lo que podemos aprender del plebiscito y su resultado.
El ausente
![]() Representante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, en los procesos de paz. Foto: Facebook FARC-EP |
El tan pomposo Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una paz Estable y Duradera fue elaborado con sigilo por los delegados del Gobierno de Colombia y la dirigencia de las FARC-EP.
Aunque se invitó a dialogar a representantes de varios grupos de ciudadanos con los delegados en La Habana, no se hizo un esfuerzo por involucrar al pueblo en su construcción pues se juzgó que era más estratégico presentarlo como un hecho cumplido.
Como se convino legitimarlo mediante un plebiscito, al finalizar su redacción se inició una costosa y desmesurada campaña “pedagógica” que para muchos olió a proselitismo. Se olvidó el milenario aforismo de Lao Tze: “Todo comportamiento consiste en opuestos o polaridades. Si hago de algo más y más, y repetidas veces, aparecerá su polaridad.”
“País nacional” en la construcción de un nuevo acuerdo, desde ahora.
El pueblo colombiano ha sostenido una larga lucha por “la libertad para alcanzar el conjunto de cosas que valora ser o hacer”, según lo precisa el Premio Nobel Amartya Sen al señalarla como razón de ser de la igualdad. Prueba de ello es la copla llanera que encabeza esta nota y su inclusión en el lema patrio (Libertad y Orden) y en el Preámbulo de nuestra Constitución Política al expresar así el reconocimiento de la voluntad popular:
“El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano, … y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz,…
Infortunadamente las dos últimas menciones no han pasado de ser manifestaciones retóricas de gran parte de nuestra dirigencia política que las olvida cuando entran en conflicto con sus intereses particulares.
Y mientras tanto los voceros del No, aunque viven recorriendo el país para ilustrar a sus “bases” sobre los horrores del Acuerdo, no parecen haber oído ni aprendido nada nuevo de la gente porque sus tesis y sus frases se han mantenido idénticas al paso de los años, y porque no se han comprometido con la creación del país que verdaderamente quiere el pueblo soberano de Colombia.
Con la gente
![]() Amartya Sen, filósofo y economista Bengalí. Foto: Wikimedia Commons |
Este escrito, deliberadamente breve, tiene por propósito exclusivo sugerir a los protagonistas del post-plebiscito que le soliciten al Gobierno Nacional involucrar y comprometer al que Jorge Eliecer Gaitán denominó “país nacional” en la construcción de un nuevo acuerdo, desde ahora.
El proceso podría demandar algunos meses más, si se hace de forma estructurada, al nivel departamental y sin “triquiñuelas”, pero asegurará el inicio de la construcción de una nación más democrática y más justa, prerrequisitos para la convivencia y la paz.
*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad de Ibagué. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
** Ingeniero civil de la Universidad de los Andes, magíster de la Universidad de Illinois, Ph.D. del M.I.T, ha sido decano de ingeniería y rector de la Universidad de los Andes, director de Colciencias y gobernador del Tolima.