La soberanía energética de Colombia está en riesgo
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La soberanía energética de Colombia está en riesgo

Escrito por Alejandro Ospina​

Colombia tiene menos reservas de las que decía el gobierno, pero este insiste en suspender los contratos de exploración de hidrocarburos. Esto son los riesgos y estas serían las bases de un manejo responsable.

Alejando Ospina*

Un asunto grave

Según el último informe de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, las reservas de Colombia son muy inferiores a las que tanto la ministra de Minas y Energía como el presidente Petro venían diciendo de manera repetida. Estas declaraciones son entonces mentirosas y peligrosas.

El asunto no es menor, porque pone en riesgo el futuro de nuestra economía y la soberanía energética del país.

Pese a sus declaraciones optimistas acerca de las reservas, la ministra insiste ante los medios en que debemos ser eficientes en la exploración. En otras palabras, reafirma la idea de no firmar nuevos contratos de exploración y producción de hidrocarburos.

Los colombianos necesitamos tener conciencia sobre la importancia de la soberanía energética. Una muestra elocuente de este riesgo se está dando en el    caso de Alemania y otros países europeos que apostaron a un modelo dependiente del gas ruso y que, por la guerra en Ucrania, tuvieron que pagar un costo altísimo.

La dependencia crea inestabilidad e inseguridad en términos financieros, sociales y ambientales.

Además, hay que entender que los proyectos de exploración y producción de hidrocarburos son mucho más complicados de como los presenta la ministra y que mejorar la eficiencia en los actuales contratos no es suficiente para garantizar la seguridad energética.

Explorar y explotar son procesos demorados

En Colombia, tradicionalmente, los contratos contemplan seis años de exploración, en concordancia con un estándar internacional, según el cual en esos años pueden desarrollarse las actividades que permiten confirmar la existencia de hidrocarburos en una región geográfica y la viabilidad técnico-económica de la explotación de dichas reservas.

Los colombianos necesitamos tener conciencia sobre la importancia de la soberanía energética. Una muestra elocuente de este riesgo se está dando en el caso de Alemania y otros países europeos que apostaron a un modelo dependiente del gas ruso y que, por la guerra en Ucrania, tuvieron que pagar un costo altísimo.

Foto: Gobernación de Arauca - El gas natural es un combustible de uso masivo en el país; su escasez causa graves impactos como la reciente crisis en el suroccidente colombiano.

El proceso de exploración comienza por una etapa de divulgación, de obtención de permisos y de un estudio del subsuelo para determinar dónde están los hidrocarburos. Esta operación tarda poque hay que desarrollar los modelos geológicos que arrojen la información necesaria para avanzar. Además, es un proceso muy costoso.

Después de incorporar la información obtenida mediante la sísmica y otros estudios geológicos, geoquímicos y geofísicos o la adquisición de imágenes hiper espectrales, se deben definir los puntos donde puede desarrollarse una perforación exploratoria para confirmar que, en las estructuras detectadas, hay en efecto una acumulación de hidrocarburos.

La perforación de un pozo exploratorio es igualmente costosa y complicada, pero no solo por temas técnicos, sino por los retos de gestión social y ambiental para garantizar que estas actividades sean realizadas en cumplimiento de los altos estándares de la industria de los hidrocarburos. De esta manera se logra que la operación sea segura y respetuosa con el medioambiente y con las comunidades adyacentes.

Pero la fase exploratoria no acaba aquí, con la perforación de los pozos y la detección de hidrocarburos.

Si esta primera operación es exitosa —considerando que el índice de acierto es de 1 de cada 12 pozos perforados—, se procede a hacer pruebas para determinar en una primera aproximación la cantidad y la calidad de los fluidos en los yacimientos. Además, se determinan las características y el comportamiento de estos fluidos para diseñar un plan de desarrollo del activo y así dar paso a la fase de explotación.

Para el caso del gas natural, que es un recurso de uso masificado por parte de los colombianos, hay que considerar la infraestructura de conexión y transporte que lo pueda llevar a cualquier lugar. La falta de gas es grave, como se vio en la crisis reciente en el gasoducto que conecta el suroccidente colombiano. Por eso, según los estudios de TGI y PROMIGAS, este proceso puede tardar entre 2 y 5 años adicionales a la fase exploratoria.

Hay que aumentar la exploración

Dicho esto, las cifras establecidas de 7,2 años y 7,5 años de reservas de producción para el gas y el petróleo nos ponen en la necesidad de firmar nuevos contratos de exploración y producción. Esto con el fin de asegurar inversiones para reponer las reservas que son consumidas diariamente en el mercado local y en el internacional, que es a su vez la fuente principal de las divisas en Colombia.

Por otra parte, es necesario retomar los proyectos piloto de investigación integral (PPII) planteados por ECOPETROL para el análisis de la viabilidad técnica, económica, ambiental y social de aprovechar las reservas de hidrocarburos presentes en este tipo de yacimientos en el territorio colombiano. Según estudios preliminares, estos proyectos son la respuesta más importante a la incertidumbre en el abastecimiento de hidrocarburos para la demanda nacional.

Un modelo energético responsable

Hay que poner en justa perspectiva el planteamiento oficial sobre la transición energética, que en la vida real prescindiría de los hidrocarburos sin tener alternativas que compensen su importancia en el abastecimiento energético, en las exportaciones, en la economía nacional, en la creación de empleo y en la financiación d los gastos del Estado (incluyendo por supuesto el gasto social que este gobierno se propone expandir de manera significativa).

Es verdad que el mundo se está moviendo hacia un modelo energético menos dependiente de los combustibles de origen fósil, no renovables y productores de gases de efecto invernadero (GEI). Pero si damos un vistazo a la matriz energética mundial, es evidente que reemplazar este tipo de energía que hoy supera el 75 % de la demanda mundial es difícil.

Es evidente que Colombia necesita estos recursos de los hidrocarburos para lograr una transición energética justa, soportada en una transición social, económica y fiscal que garantice la inserción segura en el nuevo modelo energético mundial.

Después de veinte años de grandes esfuerzos por impulsar el desarrollo de tecnologías menos contaminantes en términos de GEI, su efecto ha sido mucho menor del esperado. Esto se agrava ante la tendencia creciente de la demanda de energía por la existencia de cientos de millones de seres humanos que siguen trabajando por tener acceso a la energía eléctrica en el planeta.

Es un hecho que el mundo demandará hidrocarburos durante varias décadas, con lo cual Colombia tiene una oportunidad enorme para aprovechar las reservas que tiene. De ese modo garantizaríamos la soberanía energética y obtendríamos los recursos necesarios para mejorar la matriz energética nacional, —ya de por sí ejemplar en tanto dependemos más que todo de los recursos hídricos —.

A medida que avancemos con modelos de energía renovable, se necesitarán más recursos para financiar el sistema de transmisión eléctrica, la conversión del parque automotor y, en general, la infraestructura productiva del país.

Es evidente que Colombia necesita estos recursos de los hidrocarburos para lograr una transición energética justa, soportada en una transición social, económica y fiscal que garantice la inserción segura en el nuevo modelo energético mundial.

Por eso hay que exigirle al gobierno las acciones correctivas inmediatas para evitar el manejo irresponsable de un sector tan importante para Colombia como el energético y el de hidrocarburos, en particular.

Todos los colombianos debemos reconocer el patrimonio que representan nuestros recursos naturales, el beneficio que dan en términos sociales ambientales y económicos y que nos alejemos de ideologías insanas para hacer un uso responsable de ellos y que nos ofrezcan una ruta segura y cierta hacia una transición energética inteligente y real.

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