Aunque la “paz total” aterrizó muy rápido, negociar con los grupos armados exigirá tiempo, filigrana y audacia. Este es el panorama de diferencias y tensiones entre los participantes en el posible acuerdo.
Juanita Vélez y Kyle Johnson*
Las disidencias
Este 17 de septiembre el gobierno publicó la foto de la primera reunión entre el Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda, y los representantes de las disidencias de las FARC-EP vinculadas a alias Iván Mordisco: Calarcá Córdoba, Hermes Tovar, Alonso 45 y otro sin identificarse.
Este primer encuentro entre el gobierno y estas disidencias fue una primera prueba del proceso de “paz total” que el presidente Petro quiere dejar como su gran legado.
Aunque la foto fue un buen indicio de que “la paz es un sueño posible”, como la tituló el gobierno, todavía no hay una agenda de negociaciones y en cambio sí hay muchas discrepancias entre los grupos interesados en el acuerdo.
Según la Fundación Conflict Responses (CORE), Gustavo Petro recibió un país con más de 30 unidades disidentes. La mayoría se agrupan en dos grandes proyectos: la Segunda Marquetalia, encabezada por Iván Márquez, y, el de Iván Mordisco, quienes se identifican como las FARC-EP.
Todavía hay algunas disidencias que no se agrupan, como el Frente Oliver Sinisterra en Nariño.
La Segunda Marquetalia hasta el momento tiene tres facciones en Nariño, dos en Cauca, y de a una en Antioquia, Catatumbo, Caquetá y posiblemente Putumayo. Mordisco tiene, al menos, veintiún unidades que se coordinan bajo un “Estado Mayor Central”, el cual se han venido consolidando (aunque no se sabe hasta qué punto) desde que el frente primero no entró al proceso de paz con las FARC en junio de 2016.
El gobierno ha dado más pasos para iniciar el proceso con Mordisco. Aunque no estuvo en la mesa de diálogo, sí lo hicieron algunos miembros de su disidencia.
El comunicado conjunto lo firmaron alias Alonso 45, miembro del frente primero; alias Erika, quien al parecer hace parte del frente séptimo que lideraba Gentil Duarte antes de su muerte; y alias Calarcá, miembro del “Estado Mayor Central”, uno de los primeros comandantes disidentes y antigua jefe del frente 40.
Es evidente que para el gobierno, sentarse con personas vinculadas a Mordisco, es menos costoso políticamente que hacerlo con la Segunda Marquetalia, porque este proyecto fue fundado antes de la firma del acuerdo en 2016 y no entró en el proceso de paz – aunque varias de sus unidades fueron creadas después de la dejación de armas.
La Segunda Marquetalia, en cambio, sí entró en el acuerdo y reincidió en junio de 2018, dos meses después del operativo donde capturaron a Jesús Santrich: sin embargo, la organización se mostró públicamente en el famoso video de agosto de 2019.
Por eso, sentarse con la Segunda Marquetalia implicará que el Estado colombiano reconozca posibilidades de diálogo con un grupo que incumplió lo pactado y, por ende, perdió los beneficios establecidos en el acuerdo.
En ese orden de ideas, dialogar con Márquez será complicado de cara a la opinión pública, ya que a Márquez se le considera como un traidor del proceso de paz.
Las divisiones en el “bloque propaz”
Esto se comprobó cuando el comisionado Rueda anunció que Iván Márquez estaría interesado en dialogar sobre la “paz total” y la reacción del bloque “propaz” fue dispar. Precisamente, el bloque entró en discrepancias por la posible inclusión.
El excomisionado de Paz, Sergio Jaramillo, por ejemplo, dijo que cualquier diálogo con estas disidencias será una “politización del crimen organizado”, y por tanto lo considera supremamente peligroso. A su vez, Humberto De La Calle, exjefe de la delegación del gobierno en Cuba, dijo que no se debería contemplar una negociación de contenido político con la Segunda Marquetalia.
En contraste, el jefe del partido Comunes, Rodrigo Londoño, dijo que la “paz total” de Petro no puede arrancar con el criterio de decidir con quiénes sí sentarse a dialogar y con quiénes no. “Aquí hay que darle la posibilidad a todos, cada uno tendrá su tratamiento”.
De hecho, Londoño fue más allá porque comentó que no se niega a “sopesar” la traición en aras de lograr la “paz total” y, así, cambiar las condiciones de lo pactado en 2016.
Por su lado, el senador Iván Cepeda, que ha sido clave en la arquitectura de la política de “paz total”, aclaró que el cumplimiento del acuerdo es una prioridad para el presidente y que la Segunda Marquetalia no tendrá ninguna segunda oportunidad.
Estas diferencias de opinión, en parte, se deben a que el gobierno aún no tiene definido cuál será la ruta con cualquiera de los dos proyectos disidentes.

Las agendas y la dejación de armas
Si bien el bloque “propaz” está esperando que se defina una posible agenda para iniciar las negociaciones y así definir su opinión, hay quienes desde ya están preocupados por los posibles contenidos de la agenda.
Jaramillo y De la Calle, por ejemplo, se preocupan porque la agenda incluya reformas políticas. Esto se complica porque, según fuentes internas de las disidencias de Mordisco, su primera “línea roja” es negociar algunos temas estructurales del país.
Es probable, por ejemplo, que pretendan hablar sobre el modelo económico del país y la doctrina militar, como la necesidad de desvincular el paramilitarismo de la fuerza pública. Son asuntos que el gobierno Santos no estuvo dispuesto a negociar.
Las disidencias de Mordisco han dicho en entrevistas y en su revista Identidad que el acuerdo de La Habana puede ser un punto de partida, pero proponen temas complementarios, como los desafíos de los jóvenes en el país. También proponen concertar un “primer piloto” de un programa de desarrollo alternativo con las comunidades de la frontera cocalera, que retome las propuestas que las comunidades hicieron para el Programa Nacional de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), el cual surgió del acuerdo de La Habana.
El senador Iván Cepeda, que ha sido clave en la arquitectura de la política de “paz total”, aclaró que el cumplimiento del acuerdo es una prioridad para el presidente y que la Segunda Marquetalia no tendrá ninguna segunda oportunidad.
Por otro lado, se sabe que los miembros del “Estado Mayor Central” debaten qué están dispuestos a negociar y qué no, y cómo deberían aproximarse a negociaciones con el gobierno. En algunos asuntos, parten de las razones que los llevaron a apartarse del acuerdo de 2016. Por eso, afirman que no aceptarían ningún modelo de dejación de armas que se dé justo después del comienzo de la implementación de cualquier acuerdo al que lleguen, como lo hicieron las FARC en 2016.
Para el gobierno esto será un desafío enorme, dado que políticamente es imposible que no renuncien a las armas justo después de firmar el acuerdo.
En cambio, con la Segunda Marquetalia, la discusión parece más difícil. Hace poco se conoció un comunicado firmado por el Bloque Occidental Alfonso Cano en Nariño, aliados con la Segunda Marquetalia, en el que hacen su propuesta de agenda. Concuerda con la visión de la comandancia de la Segunda Marquetalia para todo el departamento.
La propuesta incluye puntos como industrializar la hoja de coca “para la producción benéfica medicinal y alimenticia”. Además, es muy probable que ellos tampoco estén dispuestos a dejar las armas hasta que el gobierno les cumpla lo acordado.
La fragilidad de las disidencias
Los dos proyectos disidentes se organizaron de formas diferentes. Mientras el de Mordisco está integrado en su mayoría por unidades propiamente creadas, la Segunda Marquetalia reúne muchos grupos anteriormente existentes.
La diferencia es importante porque, en teoría, los grupos que se unieron a la Segunda Marquetalia tendrían una relación más frágil con la comandancia y, por ende, existe un mayor riesgo de que rechacen la “paz total”.
Sin embargo, según el Alto Comisionado, los Comandos de la Frontera han expresado el interés de negociar; también lo han hecho las unidades de Nariño, miembros de peso de la Segunda Marquetalia.
En resumen, el gobierno nacional debe contemplar todos los puntos pertinentes para el posible inicio de las negociaciones en busca de una Colombia en paz, donde los grupos armados ilegales, el gobierno y la ciudadanía estén conformes.
Aún no se ha establecido cuál será el camino a tomar pero las dificultades no se esperarán. De todas formas, habrá que proveer decisiones contundentes para erradicar la violencia que consume al país.