Parece que los presidentes hablaron sobre todo de la ayuda humanitaria para los venezolanos. ¿Qué hay detrás de esa ayuda?
Andrea Arango Gutiérrez*
El tema y el silencio
El viaje del presidente a Washington tenía una agenda precisa pero ambiciosa, puesto que incluía los temas de inversión extranjera, consolidación de las alianzas para la seguridad regional y lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.Entre el miércoles y el sábado de esta semana, el presidente de Colombia se reunió con el presidente y con líderes del Congreso de Estados Unidos, empresarios, directivos de organismos multilaterales y con la comunidad colombiana que reside en ese país.
A juzgar por los informes de prensa, la situación de Venezuela fue el tema principal de la reunión entre los dos presidentes. Por urgente que sea el tema, no deja de sorprender que él haya relegado a un segundo plano el asunto de las drogas en la relación entre Colombia y Estados Unidos.
![]() Foto: Cancillería de Colombia El bloqueo de ayuda humanitaria para Venezuela fue el tema que resonó en medios. |
En efecto: en septiembre de 2017 se había presentado un deterioro significativo de las relaciones bilaterales por el aumento de los cultivos ilícitos en Colombia, y además la producción de hoja de coca siguió aumentando exponencialmente desde entonces —hasta hacer de Colombia el principal exportador mundial—.
El caso de Venezuela es una prueba de que “las grandes potencias han exportado la guerra al resto del mundo”.
Pero en esta reunión el presidente Trump ratificó la importancia de Colombia como aliado en la región y reiteró el compromiso que había adquirido a principios de 2018: enviar ayudas económicas para aliviar la carga que recibe el sistema de servicios sociales colombiano por cuenta de la ola migratoria de venezolanos.
En relación con Venezuela, el tema que más destacó la prensa fue la alianza entre los dos países para ingresar ayudas humanitarias. Sin lugar a duda este tira y afloje y esta expectativa harán que aumente la atención sobre la crisis y la presión internacional sobre el gobierno de Maduro. Y en todo caso usar el discurso humanitario es una estrategia útil para cerrar el cerco diplomático en contra del régimen chavista, que facilite la salida de Maduro y haga posible una “Venezuela libre”.
La ayuda humanitaria fue solicitada por el líder de la oposición Juan Guiadó, quien ha sido reconocido como presidente interino de Venezuela por la mayor parte de los países occidentales, pero ha sido descalificado por Rusia, China, Turquía, Irán, Siria, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y República Dominicana, países que siguen reconociendo a Nicolás Maduro como presidente.
Puede leer: La reunión de Duque con Trump: entretenida pero improductiva.
Capitalismo de Estado vs. capitalismo de oligopolios
Siguiendo la idea de Charles Tilly en su libro Coerción, capital y los Estado europeos, podemos afirmar que el caso de Venezuela es una prueba de que “las grandes potencias han exportado la guerra al resto del mundo” es decir, que se trata de seguir luchando en otros territorios por fuera del propio, como en el caso de Siria. Esta puja ideológica es económica además de política, pues involucra la adopción de distintos modelos económicos y la presencia de potencias mundiales en países ricos en recursos naturales.En el mejor estilo de la Guerra Fría, hoy en el mundo se están consolidando dos bloques alrededor de ideologías diferentes. Pero esta vez no se trata del socialismo y el capitalismo, sino del capitalismo de Estado y el capitalismo de oligopolios.
![]() Foto: Presidencia de la República de Colombia El objetivo de Trump y Duque es liberar a Venezuela de Maduro. |
En el caso concreto de Venezuela, se espera que las ayudas humanitarias faciliten el cambio de régimen y que el cambio de régimen permita restaurar el modelo de capitalismo oligopólico.
Ante el blindaje del régimen chavista por el apoyo de los militares y el riesgo de la cubanización de Venezuela gracias al apoyo económico de Rusia y China, la salida militar y la de los bloqueos económicos no parecen estratégicas. En contraste, una salida humanitaria con cubrimiento mediático, actividades lúdicas y cantantes, despierta simpatía y facilita el apoyo de los países occidentales.
Si bien Trump y sus cambios en la política internacional son impredecibles, el curso de acción que está tomando su gobierno frente a Venezuela no es nada nuevo. En la década de 1990 las intervenciones humanitarias se convirtieron en la versión actualizada de una retórica imperialista: pasamos de la benevolente misión civilizadora de las potencias coloniales de la época victoriana a la misión humanitaria liberalizadora de mercado de las potencias de occidente que se oponen a la expansión del capitalismo de Estado.
Todo esto haciendo trizas el principio de soberanía y el mandato de autodeterminación de los pueblos que fueron consagrados después de la descolonización de África en la década de 1960.
Le recomendamos: Venezuela en el ojo del huracán.
Derechos humanos vs. Soberanía estatal
![]() Foto: Presidencia de la República de Colombia ¿Colombia será plataforma de fuerzas militares estadounidenses? |
Nos hallamos entonces ante una contradicción entre el derecho de autodeterminación de los pueblos —según el cual cada país es soberano para decidir sobre cuestiones políticas, humanitarias, religiosas étnicas y sociales— y la idea de la posguerra fría según la cual el derecho internacional debe garantizar la democracia como forma de organización política porque solo ella puede garantizar el respeto de los derechos humanos y, con ello, hacer posible un mundo pacífico y seguro.
Aparentemente, la figura de la intervención humanitaria resuelve esa contradicción, pues se supone que no antepone un principio al otro principio, sino que armoniza la autodeterminación con la protección de los derechos humanos cuando el régimen político local los viola sistemáticamente o es incapaz de garantizarlos. Para ello, la intervención humanitaria rompe brevemente el principio de autodeterminación y posteriormente permite el retorno a la autodeterminación democrática.
Este discurso que antepone los derechos humanos a la soberanía estatal es respaldado por el cubrimiento mediático que reciben los casos de este tipo, porque las imágenes aterradoras del conflicto dan a entender que la intervención humanitaria constituye la mejor alternativa.
En la década de 1990 las intervenciones humanitarias se convirtieron en la versión actualizada de una retórica imperialista.
En contextos tan críticos como el de Venezuela, en el que gran parte de la población civil pide protección internacional, apelar a la autonomía o hacer objeciones a la intervención humanitaria carece de sentido. Por crudo que parezca, en términos pragmáticos es preferible que la intervención haga daño a que se cometan más actos de brutalidad o se agraven problemas de crisis de subsistencia. Ruanda es un buen ejemplo de lo peligrosa que puede ser la inacción. Además, el deseo de acabar el sufrimiento y la desesperación hacen que todo acto de la comunidad internacional adquiera una connotación positiva.
Pero después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la estrategia del discurso humanitario para presionar un cambio de régimen político dejó de ser apoyada por la ONU. De aquí se siguió el aumento de acciones militares unilaterales por parte de Estados Unidos o, en el mejor de los casos, de las medidas multilaterales (no siempre militares) adoptadas por países noroccidentales o por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En este punto vale la pena traer a colación a Anne Orford, quien en Reading humanitarian intervention. Human rights and the use of force in international law, asegura que no existe evidencia empírica para pensar que el interés de los países occidentales sea defender los derechos humanos, sino más bien su seguridad y la promoción de un modelo económico de libre comercio.
Solo nos resta esperar que el 23 de febrero las ayudas humanitarias logren entrar pacíficamente a Venezuela, pues de no ser así a Estado Unidos no le temblará la mano para cambiar de estrategia y comenzar a armar civiles como lo hizo en Siria.
Esperemos que a Colombia también logre entrar pacíficamente el personal de apoyo de Estados Unidos, porque hay que recordar que, si Siria está en llamas, a Iraq le caen las cenizas.
*Profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Manizales, coordinadora de Eje Cafetero Visible, magíster en Ciencia Política de San Diego State University, Politóloga de la Universidad de Antioquia.
**Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad Autónoma de Manizales. Las opiniones expresadas son responsabilidad de la autora.