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La Registraduría y la información electoral

Escrito por Jorge Orlando Melo
jorge orlando melo

jorge orlando meloEl debate por el caos en la divulgación de los datos de las elecciones sacó a flote posibles fallas estructurales de la Registraduría: mala gestión de la información sumada a la  desconfianza de los periodistas en la aritmética y la estadística. 

Jorge Orlando Melo *

Una elección sencilla

Para las elecciones del 12 de marzo, se esperaba que los resultados se supieran rápidamente. La elección era más sencilla que en 2006: menos listas de senado y cámara, y el mismo número de consultas.

Además, desde entonces la infraestructura del país ha mejorado: es posible trasmitir los datos por redes inalámbricas, computadores o celulares, que ahora pueden transmitir información en formatos complejos. Por esto, los medios de comunicación suponían que hacia las 8 de la noche tendrían los datos de las elecciones con una imagen precisa de los resultados finales. Por eso no prepararon esquemas estadísticos alternativos, pues se suponía que no iban a ser necesarios. La Registraduría, además, había preparado una red especial, de acceso limitado a la prensa, en la que se publicarían tablas y gráficos con la información completa de los resultados, a medida que se tuvieran los datos.

El inesperado fracaso de la Registraduría

Lo que ocurrió fue increíble. Los primeros datos daban información anómala, seguramente proveniente de consulados y sitios extraños. La página especial de la Registraduría comenzó a fallar casi desde las cinco de la tarde, sacaba a los periodistas con el mensaje de que "Usted ha estado conectado demasiado tiempo" (!) y cuando funcionaba se veía que no estaba actualizada: los boletines electorales se incorporaban sólo después de horas. Además, no aparecían datos regionales, de modo que era imposible evaluar la representatividad de las cifras. Nada parecía funcionar y los analistas de los medios tuvieron que concentrarse en la vida y pecados de los candidatos.

¿Dónde estuvo la falla?

No tengo elementos de juicio para tratar de establecer dónde estuvo la falla. Parece que no fue en un solo nivel del proceso (recuento, transmisión, consolidación local, transmisión a las Registradurías regionales, consolidación regional, transmisión a Bogotá) sino en todos. La información divulgada esa misma noche indicaba que en muchos sitios, contra todas las reglas, los jurados habían recibido autorización u orden de los jefes de recinto de cerrar las urnas aunque no hubieran terminado de hacer el recuento inicial y de llenar los formatos respectivos (E-14). Estas mesas quedaban sin información hasta que se procediera a los escrutinios en los días siguientes.

En segundo lugar, la transmisión de los datos a las oficinas municipales de la Registraduría y su consolidación parece no haberse dado en forma eficiente, a diferente de lo ocurrido cuatro años antes. Todo apunta a una preparación inadecuada de los procesos de comunicación y consolidación de la información.No se sabe si la responsabilidad está en la empresa contratada para este servicio, en los términos de referencia que se le dieron y que resultaron inadecuados, en la falta de pruebas previas, de simulaciones y ensayos, de verificación de que todo estaba en orden y con una capacidad adecuada.

Pero el proceso de información a los medios y la ciudadanía estuvo también mal organizado. Por alguna razón misteriosa la Registraduría trató de concentrar en un solo lugar la entrega de información a los medios. Bloqueó o prohibió entonces la divulgación local y regional de información oficial, y parece haber contratado con una empresa especial el montaje de información en la página web, tanto en la red abierta como en la red restringida para prensa. Los voceros de la empresa responsable de divulgar los datos, Arolen, sostuvieron el día siguiente que habían sido víctimas, después del cierre de la votación, de una operación de saboteo electrónico. Esto es totalmente inverosímil, pues no se ve qué razones puedan existir para hacerla, ni es creíble que no lo hubieran detectado desde cuando ocurrió.

Si el saboteo se estaba dando a la página de la Registraduría, que estaba caída la mayor parte del tiempo, nada habría impedido divulgar en forma inmediata los datos a los medios, por mecanismos alternos, para que los pusieran en sus propias páginas. Lo que esto muestra es que la Registraduría creó el problema que trataba de resolver con el contrato de divulgación. Si en vez de un contrato para configurar una página de divulgación la Registraduría hubiera preparado un sistema de entrega a los medios, por simple correo electrónico, de las tablas pertinentes, habría podido repartir centenares de comunicados por hora (si lograba sumar los datos) sin ningún riesgo de bloqueo: Los centenares de miles de colombianos interesados en el resultado no se habrían concentrado en la página de la Registraduría, sino que se habrían distribuido entre los recursos más amplios de los medios. En la práctica, como éstos no tenían datos, todo el mundo trataba de entrar a Registraduría, que no estaba configurada para semejante tráfico.

Saber sumar y multiplicar

Para entregar datos hay que tenerlos, y también parece que los procesos aritméticos de suma y consolidación estuvieron mal diseñados: que el agregado de los resultados de las mesas que llegaban a las registradurías locales no se estaba haciendo en forma rápida y completa, y que los formatos de salida eran insuficientes, pues no incluían los datos necesarios. Dos fallas son protuberantes: la primera era la falta de información sobre el origen regional de los datos, y la segunda la falta de consolidados regionales: aunque la Registraduría publicó informes departamento por departamento en sus boletines de Cámara y consulta, los colgó en sus páginas circunscripción por circunscripción. No había una sola tabla en la que, de acuerdo con los principios más elementales de presentación de datos estadísticos, hubiera una matriz que asignara a las columnas, por ejemplo, los partidos y a las filas las circunscripciones electorales. Esto hacía que en las mesas de trabajo de los canales de televisión se tratara de reemplazar esta carencia elaborando tablas nuevas, pero el acoso de tiempo no permitió hacerlo en forma adecuada en ninguna parte.

El caos de la consulta conservadora

Cerradas las urnas y el trabajo del domingo, se suspendió desde la madrugada la transmisión de nuevos datos. Para entonces la atención se había concentrado en la  estrecha diferencia entre Arias y Noemí en la consulta conservadora. Noemí había comenzado adelante, pero cuando los datos iban en menos del 10% de las mesas Arias se había adelantado. En Canal Capital los periodistas, que trabajaban en llave con Razón Pública, se atrevieron a decir hacia las 7 de la noche, cuando se habían dado datos de unos 130.000 votos, que la consulta verde la ganaría Mockus, con más de 700.000 votos, y que la participación en ella  superaba el millón y medio de electores,  pero se abstuvieron de hacer pronósticos sobre la consulta conservadora: todavía a las 9 de la noche, al cerrar la transmisión, su opinión era que, al no saberse de dónde eran los votos escrutados, no había manera de saber si los votos faltantes eran de sitios favorables a uno u otro de los candidatos.

A las 6:35 de la mañana del lunes salió el boletín 64 de la Registraduría, que daba una corta ventaja a Noemí (404 votos en 575.000, menos del 1%), y que fue el último publicado. Al dejar la información en este punto, la Registraduría introdujo un factor de incertidumbre política innecesario que se volvió contra ella. Sería increíble que a esas horas estuvieran las actas respectivas en las oficinas municipales, y que simplemente no se hubieran sumado. Lo más probable es que la información de mesas en sus manos no fuera mayor, y que en cerca de 27.000 de ellas los jurados no hubieran contado la consulta conservadora.

En todo caso, el jueves 18 en la tarde todavía no se sabía quién ganaba la consulta y no había información nueva desde el lunes. Ese día, haciendo los escrutinios de Bogotá, se cayó el sistema y hacia las 6 de la tarde el Consejo Nacional Electoral notificó a registradores locales y regionales que no podían dar datos de la consulta conservadora. Sin embargo, la Registraduría Distrital dio, hacia las 6:30, los datos de Bogotá, en los que aparecía Arias como ganador y a las 7:30 se conocieron en Caracol datos mucho más amplios, que fueron divulgados por Hora 20. Además, empezó un forcejeo en relación con los votos de Soledad, a pesar de que no podía tener mayor incidencia en los resultados.

Los datos adicionales se referían sobre todo a capitales, aunque algunas otras circunscripciones habían completado su información. Con base en esta información, hice un cálculo rápido, operando sobre los totales, y llegué a la conclusión de que Noemí tenía una ventaja de cerca de 60.000 votos, que Arias no podría ya descontar. El viernes, a las 7:25 de la mañana, mandé esa información y las cifras de apoyo a varios medios. Sin embargo, durante el día ninguno de ellos usó la información o los datos disponibles para lanzar una obvia primicia: que Noemí era la ganadora segura. Caracol se enteró de los nuevos resultados oficiales, y dio la información, aunque sin cifras, hacia las 4 y media de la tarde. Todos los demás esperaron hasta las 6 y media, cuando el Consejo Electoral dio la información oficial, sobre el 99.2% de los votos. Noemí había ganado por 37.777 votos.

En todo caso, hacia las 7:30 p.m, del jueves había datos completos para Bogotá, Cartagena, Tunja y Cali, así como para los departamentos de Caldas, Cauca, La Guajira, Norte, Quindío, Norte, Risaralda, Sucre y Tolima. En total, se había contado el 76% de las mesas del país. Una simple regla de tres permitía calcular en ese momento el total de los votos en el país, con certeza casi absoluta.

Un ejercicio aritmético

El cálculo que mandé a los medios fue hecho a mano alzada. Como no había buscado información desde el domingo, me confié y tomé los datos del boletín 64 de una página de Internet que no tenía información por departamentos. Sin embargo, ésta estaba ya, como lo supe después, en la página de la Registraduría, con datos departamentales. Juntando la información de este boletín con los datos que los corresponsales de Caracol divulgaron el jueves por la tarde, se tenía información sobre más de 2.2 millones de votos por los candidatos, y faltaban apenas por contar cerca de 400.000. La posibilidad de que se modificara la tendencia era ya infinitesimal. La tabla anexa muestra, en sus columnas F a H, los datos respectivos: añade a los datos de las columnas B a D la información reportada por Caracol el jueves. Con base en estos datos y tras eliminar las superposiciones, es posible hacer las proyecciones que aparecen en las columnas K y L. Como se ve, quien hubiera hecho las respectivas operaciones habría sabido desde el jueves que Noemí ganaba por un margen cercano a 23.600 votos. El hecho de que en todos los casos los datos estaban por regiones hacía posible que la proyección tuviera un nivel de seguridad muy alto.

¿Por qué no hacer el ejercicio?

Esta larga y tediosa historia es probablemente irrelevante. Pero sugiere dos temas. Para abordarlos, pensemos qué habría pasado si el jueves por la noche algún medio hace estos cálculos y pone en su página de Internet un titular como "Nuevos datos de la Registraduría indican triunfo de Noemí" y en cuyo cuerpo se dijera algo como: "Los datos oficiales muestran que, computado el 76% de los votos, Noemí lleva una ventaja de 17.400 votos. Según diversos analistas, teniendo en cuenta la distribución geográfica de las mesas sin tabular, Noemí ganará por una ventaja de al menos 23.600 votos". Caracol tenía los datos para hacerlo, y sabía de dónde los había sacado, de manera que podía confiar en que eran oficiales, datos duros. Otros medios dudaban sobre ello: pensaban que los datos venían de filtraciones, y podían ser inexactos. Caracol, a las 4:30, publicó la primicia, probablemente por una filtración de lo que se leería a las seis y media. En general, los medios no vacilan en publicar filtraciones de la Fiscalía o el Ministerio de Defensa: no se ve por qué no usar una filtración en la que era factible determinar el origen de los datos y su total confiabilidad.

Este caso plantea problemas periodísticos en dos niveles:

1.    Ante la obvia falla de la Registraduría en el cumplimiento de su obligación de informar, hay un interés general en conocer los datos de la consulta lo más pronto posible. Si la Registraduría da datos parciales, sin sumarlos, nadie puede objetar que esta suma la hagan y la publiquen los medios. Incluso sin hacer las proyecciones, los medios no publicaron el obvio dato de que Noemí llevaba ya 849.000 votos y Arias 831.000, y que esto representaba el 76% de las mesas. En este caso se habría dado información directa, originada en la entidad oficial, sin ninguna especulación. La información es similar a la que se dio el lunes a las 6:30 de la mañana, en la que el margen era sólo de 404 votos, y que se basaba apenas en el 52% de las mesas. No hay ninguna restricción legal, ni ninguna razón periodística para no haber dado al país esta información. La operación aritmética necesaria era simplemente la suma, que está dentro de las competencias de cualquiera de los periodistas del país.

2.    Es obvio que la Registraduría no puede hacer proyecciones, sin violar la lógica de su acción y probablemente las normas legales. Pero puede discutirse si es adecuado que los periodistas las hagan. Algunos de ellos piensan que la prensa no puede publicar sino datos demostrados, y que publicar proyecciones es divulgar hipótesis indemostradas. Por supuesto, esto no tiene solidez. De hecho, todos los días los medios publican proyecciones: cuando se hace una encuesta y se extrapola la información de 1.200 encuestados en 15 o 20 ciudades a la población del país se están haciendo proyecciones. Esto ocurre en casos de elecciones, pero también para calcular el número de lectores de los medios (la mal llamada lecturabilidad), el número de usuarios de internet o de equipos celulares. Y en esos casos, las bases técnicas son discutibles y quebradizas. En las elecciones, la metodología es clara, la aritmética es elemental, y cualquier usuario tiene todos los elementos para comprobar los datos. En mi opinión, en este caso, no hay preocupaciones legales (cuya base no parece existir) o de ética periodística (pues se cumple más con la ética de los medios dando esta información que guardándola), para no hacerlo.

Una breve conclusión

Mi conclusión de este incidente menor es que vale la pena, aprovechando los recursos de internet, ofrecer al público esta información. Aunque es probable que la Registraduría, después de esta demostración de incompetencia, corrija los errores y dé los resultados de las elecciones presidenciales en menos de dos horas, vale la pena tener listo un sistema alternativo, que pueda sacar resultados proyectados a todo el país con menos del 10% de mesas sumadas. Cualquier página de Internet puede servir para ello, si los medios siguen vacilando.

Esto será útil sobre todo si hay una votación estrecha en dos puntos críticos: el 50% de los votos por el candidato triunfador, o un resultado muy apretado en el segundo lugar. En esta situación depender de unos escrutinios demorados puede poner al país al borde de un ataque de nervios, y esto es demasiado fácil de evitar.

 *Miembro fundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí. 

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