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La reforma política

Escrito por Hernando Gómez Buendía
La reforma política en Colombia

¿Cuáles son las reglas que cambian con el proyecto del gobierno? ¿Qué pasará con ellas?

Hernando Gómez Buendía*

Imagínese un juego de naipes donde primero se reparten las cartas y después se deciden las reglas. Así funciona la política en Colombia.

Pues esta vez el presidente presentó un proyecto de reforma cuyas medidas se pueden agrupar en dos categorías. De un lado están las reformas que apelan a electorados emergentes: lista cremallera para el voto femenino, rebajas en la edad para ser congresista (18 años a Cámara y 25 a Senado), personería jurídica con el 0,2% del umbral para quienes se sumen a la “paz total”, y por supuesto financiación estatal completa de las campañas. Del otro lado están las que vienen de la experiencia personal de Petro (lista cerrada y prohibición de que el Procurador destituya funcionarios elegidos) o que podrían ayudarlo en su gestión (los congresistas podrán ser ministros y posibilidad del transfuguismo en estos meses iniciales de gobierno).

Una lectura política diría que el proyecto se propone ampliar la base electoral del Pacto Histórico y la bancada del gobierno en el Congreso. Pero algo parecido tendríamos que decir del fracasado proyecto de reforma de Duque (Código Electoral), el medio exitoso de Santos (“equilibrio de poderes”), el exitoso de Uribe (reforma del 2003), y así o casi hasta llegar al Congreso de Angostura. Lo malo no es que el gobierno trabaje para sí mismo. Lo malo es que las reglas se cambien al vaivén de los presidentes y mayorías parlamentarias.

Lo cual no significa que las reformas de Petro sean innecesarias, inaceptables o indeseables. Unas vienen de hace tiempo y en general se ven con buenos ojos (financiación estatal, paridad de género y lista cerrada), otras son oportunistas (transfuguismo, congresistas-ministros y jóvenes-congresistas), otras tal vez son demasiado puntuales (procurador y paz total). El punto es que cada reforma tiene sus propios méritos, deméritos y riesgos que necesitan ser examinados de manera separada y, ante todo, en su conjunto.

Y acá viene el segundo problema. Un sistema electoral es una máquina compleja porque consta de piezas muy distintas, que operan en contextos diferentes e inciden de maneras a menudo imprevistas sobre el funcionamiento real de la política. Los resultados de unas elecciones dependen, entre otras muchas cosas, del tamaño de las circunscripciones, la edad para votar, el diseño del tarjetón, el número de puestos a elegir, la fórmula precisa del cociente electoral, la fecha y duración de la jornada, las condiciones para inscribir candidatos o financiar las campañas…; estas variables interactúan de maneras enredadas o inesperadas , con eficacia o efectos que varían según factores como el grado de polarización o el de abstención, número y tipo de partidos políticos, importancia percibida de los cargos a surtir, posibilidad de reelección…

Por eso la “ingeniería electoral” es más difícil y menos previsible que las demás ingenierías. También por eso hay que tener cuidado con los remiendos que en Colombia se viven proponiendo y adoptando: por buena que parezca la reforma, es como ponerle un repuesto de Mercedes a un Chevrolet o a un Kia de segunda mano.

La cosa se complica cuando el mecánico le dice que instalará el repuesto para que su carro “funcione mejor”, sin aclararle el cómo o el por qué. Pues el proyecto de Petro es una caja de repuestos para “garantizar una mejor representación ciudadana y una mejor calidad en la democracia colombiana”, exactamente los mismos objetivos gaseosos que habían anunciado todos sus predecesores.

En conclusión: los políticos viven de adaptarse y de sacar provecho de las reglas que ellos mismos cambian según los cálculos de cada momento. Por eso no es seguro que el proyecto del gobierno mejore al fin la representatividad y calidad de nuestra democracia, ni es tampoco seguro que asegure la gobernabilidad y permanencia en el poder del Pacto Histórico.

Habrá que ver lo que esta vez deciden los políticos.

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