La política exterior de Biden (y el lugar de la América Latina) - Razón Pública
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La política exterior de Biden (y el lugar de la América Latina)

Escrito por Diego Cardona Cardona
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En contravía de su antecesor, el presidente Biden desea regresar al multilateralismo y la defensa de la democracia en los asuntos internacionales. Pero la realidad tiene otra lógica.

Diego Cardona Cardona*

La nueva estrategia

Algunos analistas ingenuos esperaban que la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos trajera consigo una especie de Arcadia mundial guiada por las normas de seguridad humana.

Naturalmente, la realidad ha sido bastante diferente: después de decretar medidas urgentes para mitigar la COVID-19 y de revertir varias decisiones tomadas por Donald Trump, la primera estrategia integral publicada por el nuevo gobierno fue la Interim National Security Strategic Guidance. Pese a su nombre (nacional), esta estrategia es eminentemente internacional.

Los principales cambios con respecto a la política exterior anterior son:

  • El retorno a la teoría de la interdependencia que marcó la política exterior estadounidense de los años setenta y ochenta. Según esta teoría, la economía y la diplomacia ocupan un lugar preponderante en las relaciones con otros actores mundiales, y la fuerza no es la alternativa ideal para enfrentar los conflictos — aunque su uso no debe ser descartado—.
  • La convicción de que la estabilidad nacional y global exige fortalecer el sistema mundo entendido como un todo. Por consiguiente, se asume que es necesario fomentar alianzas democráticas y asociaciones multilaterales como el sistema de Naciones Unidas y sus múltiples organizaciones. Igualmente, es necesario que se deban poner en marcha “regímenes internacionales” que supervisen los asuntos ambientales y el control de armamentos. Estados Unidos debe recuperar el liderazgo en estas instituciones.
  • El énfasis en la importancia de la democracia y los derechos humanos. Probablemente, las presiones del electorado demócrata incidieron en este apartado. La insistencia en que la democracia (y no el autoritarismo) es el mejor sistema político sugiere que la administración Biden no descarta presionar a otros países ni realizar intervenciones con el fin de “defender la democracia y los derechos humanos”.
  • La insistencia en la importancia de muchas ONG vinculadas al partido Demócrata. Seguramente Biden descubrirá que los principios de dichas ONG no son suficientes para relacionarse con el resto del mundo. Vale la pena recordar que, cuando el gobierno Obama impulsó la “Primavera Árabe” supuso erróneamente que dichos países acogerían de forma natural la democracia occidental, ignorando que los extremistas islámicos eran quienes mejor preparados estaban para asumir el control de los países del Medio Oriente. Después de lo sucedido en Bengazi, Estados Unidos cambió el enfoque de su política exterior.
Foto: Facebook: President Joe Biden - América Latina es una prioridad, pero no la más importante.

Los grandes temas

De acuerdo con el documento en cuestión:

  • China es el único país que puede oponerse a la visión de Estados Unidos y Rusia tiene un papel importante en el desarrollo de armas nucleares y otras tecnologías. Por ahora es apropiado mantener una “estabilidad estratégica” con estos países para cooperar con ellos en cuatro asuntos de vital importancia: (1) el cambio climático; (2) la seguridad global en salud; (3) el alto a la proliferación nuclear y (4) la geopolítica en ciberseguridad. El documento también contempla establecer un marco legal para impulsar el desarrollo de tecnologías y capacidades que “determinarán la ventaja militar y de seguridad nacional de Estados Unidos en el futuro”.
  • Los principales retos de nuestra época son: la pandemia, el desarrollo de tecnologías de punta, la recuperación de la economía, la construcción de consensos internos, la promoción de la cuarta revolución industrial y la confrontación del cambio climático. Otros temas que “pueden reconfigurar todo, desde el equilibrio económico y militar hasta el futuro laboral, la riqueza y la desigualdad” son: la inteligencia artificial, la computación cuántica, las pandemias y las migraciones internacionales. El documento hace énfasis en que las amenazas poco convencionales y transfronterizas deben ser confrontadas de forma colectiva.
  • Es importante involucrarse más en alianzas diversas. Las prioridades son:

(a) Fortalecer y modernizar la OTAN y las alianzas con Australia, Japón y Corea del Sur. En la región Indo-Pacífica es fundamental establecer una alianza con los miembros de la ASEAN. Evidentemente, el documento usa la expresión “región Indo-Pacífica” con el fin de involucrar a India y disminuir la importancia de China.

(b)Robustecer las alianzas del hemisferio Occidental, especialmente con Canadá y México.

(c) Contribuir a la disminución de las tensiones en el Medio Oriente.

(d) Mantener las ventajas operativas de las fuerzas especiales y darles prioridad a la lucha antiterrorista y a la guerra no convencional en las “zonas grises”.

  • Es fundamental “revitalizar la democracia en el mundo, pero el uso de la fuerza militar debe ser el último recurso, no el primero. Los instrumentos preferenciales deben ser la diplomacia, el desarrollo y los instrumentos económicos. Indudablemente, este será el mascarón de proa del discurso exterior de los próximos años.

¿Y América Latina?

Nuestro continente es una de las prioridades del documento, pero no la más importante. Como era de esperarse, México ocupa el lugar preferencial por su vecindad. Este apartado vuelve a subrayar la importancia de la democracia y los derechos humanos, lo cual sugiere que la administración Biden ejercerá presiones en ese sentido.

En otros asuntos tradicionales e importantes como la migración, la seguridad y el narcotráfico no hay cambios conceptuales importantes. Es imposible prever si Estados Unidos emprenderá intervenciones en América Latina y el Caribe, pero esto es poco probable —salvo que se presente un acontecimiento dramático e inesperado —.

Es fundamental “revitalizar la democracia en el mundo, pero el uso de la fuerza militar debe ser el último recurso, no el primero.

Seguramente, cuando los altos funcionarios sean ratificados y los cambios necesarios para fortalecer al Departamento de Estado salgan a la luz, conoceremos una estrategia integral de política exterior. Lo más probable es que sea muy parecida al documento analizado en este texto.

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