En su novela escrita en 1948, George Orwell imaginó que en 1984 el planeta viviría bajo dictaduras que mantendrían una vigilancia asfixiante sobre la población. Su profecía no se cumplió ese año, pero pareciera que lo hizo 30 años después.
Andrés Felipe Hernández Acosta*
Aniversario hipotético
Este 2014 se conmemorarían los 30 años de haberse cumplido la profecía que hizo George Orwell en su novela 1984. El hecho no sucedió, y además fue anticipado por un texto de ciencia ficción, de modo que se trata del aniversario de una “doble irrealidad”. Sin embargo, el mundo que describió la novela se parece al mundo de hoy, y por eso es de interés repasar aquel escrito.
Redactada en 1948, 1984 fue una novela de ciencia ficción que describe un mundo realmente infernal pero basado en realidades de la primera mitad del siglo XX: los regímenes totalitarios y la hecatombe de las dos guerras mundiales.
A diferencia de Un mundo Feliz (1932) de Aldous Huxley, que imagina un planeta dominado por las corporaciones multinacionales, 1984 presenta uno donde el estalinismo ha triunfado.
La novela 1984 transmite un clima de sopor, de náusea, y logra mostrar cómo una sociedad controlada por un solo agente puede llegar a ser la perdición de sus integrantes, sobre todo para el que se da cuenta de la verdad del sistema de dominación.
El modelo comunista (y fascista) que critica Orwell ahoga a las personas al impedir cualquier diálogo con sus conciudadanos. Además, el sistema controla la mismísima historia, que podría ser fuente de críticas o autocríticas que afectarían su estabilidad.
El sistema previsto por Orwell manipula al ciudadano mediante la Policía del Pensamiento, la cual controla el lenguaje y crea una neolengua sin las polaridades que crean la confrontación. Con esto le da una sola dirección al poder estatal que detenta el Ingsoc (Socialismo inglés) y garantiza un proceso de dominación más efectivo al eliminar las antinomias.
Esa es la función del Gran Hermano, un personaje que en la novela no se sabe a ciencia cierta si existe o no, pero que es sin duda más cercano en la vigilancia del sujeto que el mismo Dios de las religiones del mundo, quien también ha servido históricamente como un agente regulador y controlador de las actuaciones de los individuos y las colectividades bajo los principios de dominación, “paz” y statu quo.
![]() Nunca antes la vigilancia había sido tan generalizada y presente en la vida humana. Foto: Digital cat |
Los peligros del Estado
En esta novela se muestra todo el control que puede llegar a tener el Estado sobre los individuos que integran la sociedad, quienes no pueden entender las contradicciones sociales existentes y las contradicciones individuales resultantes de estas.
En ese mundo el sujeto se reduce a ser instrumento de los intereses establecidos por el Estado, que es el que controla las pulsiones de muerte del sujeto. Por el otro lado, en 1984 las pulsiones de Eros están transferidas hacia el Gran Hermano y la sexualidad está controlada por la Sección Anti-sex del Ministerio del Amor.
Justamente a este ministerio pertenece Julia, el personaje que se convierte en la liberación de Winston Smith el protagonista de la novela. Esa liberación, que resulta ser triunfo sobre el sistema imperante, será, como debe ser en un Estado totalitario, también su condena.
Y aunque Winston tenga toda la ilusión en la fuerza de los “proles” (proletarios) para la emancipación de la sociedad, pronto se pierde toda esperanza en este sentido en la novela ya que estos permanecen controlados por periódicos “que no contenían más que informaciones deportivas, sucesos y astrología, noveluchas sensacionalistas, películas que rezumaban sexo y canciones sentimentales compuestas por medios exclusivamente mecánicos”.
La cura contra la paranoia se hizo realidad: todos y todas vigilados y vigiladas. Quizá nunca antes en la historia el individuo estuviera más observado que en nuestros días, y al mismo tiempo más confundido, porque el bombardeo de información disímil provoca la conflictividad del individuo multipolar y a medio hacer.
La novela 1984 transmite un clima de sopor, de náusea, y logra mostrar cómo una sociedad controlada por un solo agente puede llegar a ser la perdición de sus integrantes, sobre todo para el que se da cuenta de la verdad del sistema de dominación.
1984 y el poder de hoy
En 1984 la guerra era la constante, como lo había sido hasta 1945 en Europa. En el lugar ficticio donde se desarrolla la novela (Euroasia) el lema es “la guerra es la paz”. Esta era una guerra interna y externa al mismo tiempo, como era la norma en los regímenes totalitarios del siglo XX, y como también lo había sido en los Estados Unido, o como lo fue en Colombia, donde creímos que la guerra sería la paz entre 2002 y 2010.
Sin embargo, lo más relevante de la novela para entenderla en nuestros días es que este fue el libro que hizo posible la concepción del arquetipo del Gran Hermano, el todopoderoso vigilante. Para evidenciar cómo se ha vuelto realidad este arquetipo hoy no hay sino que traer a colación unos cuantos ejemplos.
Hace cuatro años asistimos al escándalo de Wikileaks, un proyecto que significó un milagro de la sociedad liberal, en el que los vigilados lograban por fin vigilar a los vigilantes, y la filtración de información en “la sociedad abierta” posibilitaba hacer visible lo que los poderosos querían ocultar. Sin embargo, la euforia fue corta y hoy Julian Assange vive cautivo en el consulado ecuatoriano en Londres.
El año pasado, Edward Snowden, de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, hizo pública una serie de documentos que mostraban el tremendo programa de vigilancia que tiene Estados Unidos sobre el mundo y que incluye pesquisas insólitas incluso a personas que juegan inocentemente Angry Birds en sus teléfonos. Snowden se encuentra en fuga, pidiendo asilo desde Oriente para llegar al otro lado del globo, a Ecuador.
Y los parecidos del mundo contemporáneo con la novela 1984 no terminan ahí: hoy hay cámaras en todas partes grabándolo todo, la gente sube información de su vida privada a las redes sociales para que luego esta llegue no solo a sus amigos sino las multinacionales y a la CIA, al punto de que los mismos narcotraficantes lo hacen y por eso varios han sido capturados.
El Gran Hermano vive, ya no en las viejas telepantallas de ese mundo distópico y de pesadilla de 1984, sino en los grandes sistemas tecnológicos de espionaje, en la “sala gris” de la Operación Andrómeda en Colombia, en el Ministerio de la Felicidad en Venezuela, y en un mundo cada día más vigilado y más dominado por el poder del dinero concentrado en pocas manos.
La cura contra la paranoia se hizo realidad: todos y todas vigilados y vigiladas. Quizá nunca antes en la historia el individuo estuviera más observado que en nuestros días, y al mismo tiempo más confundido, porque el bombardeo de información disímil provoca la conflictividad del individuo multipolar y a medio hacer.
Pero se dice que todo esto es por el bien de su “seguridad”, que es más importante ahora que la libertad, y el mensaje que se escucha es: “ya la libertad la tienes, ahora la defenderemos, custodiándote”.
Por eso se puede decir que el Gran Hermano vive, ya no en las viejas telepantallas de ese mundo distópico y de pesadilla de 1984, sino en los grandes sistemas tecnológicos de espionaje, en la “sala gris” de la Operación Andrómeda en Colombia, en el Ministerio de la Felicidad en Venezuela, y en un mundo cada día más vigilado y más dominado por el poder del dinero concentrado en pocas manos.
![]() Protesta en contra del capitalismo en Londres. Foto: Philip Storry |
La utopía vive
De la novela 1984 se desprenden algunas conclusiones que de ninguna manera son absolutas, pero que no son para nada halagüeñas para la especie humana. La novela muestra que toda acción que busca la realización de la humanidad en su conjunto está truncada por el deseo de poder, entendido como dominación de los que lo concentran para llevarla a cabo.
Por eso en el mundo de hoy, a pesar de que la sociedad actual patrocina la libertad que parecía añorar Winston, esta no es para todos, pues la riqueza está concentrada en el 1 por ciento de la población mundial, lo que hace difícil decir que la libertad sea una garantía universal.
Esta dificultad de la plena realización de la libertad humana puede explicarse, tal vez, por la lectura de esta que hace Nicolás Gómez Dávila:
“El universo es un sistema de limitaciones recíprocas, donde el objeto se construye como una tensión de conflictos. La violencia, cruel ministro de la limitada esencia de las cosas, impone las normas de la existencia actualizada”.
Así, aunque la violencia y la conflictividad serían connaturales a la especie, estas permanecen en nuestra sociedad bajo la vigilancia de un discurso hegemónico: el capitalismo. Pero este tiene su contraparte complementaria en la democracia política, que es la que mantiene el equilibrio de tensiones, aunque a veces parezca insuficiente.
Pero, a pesar de todo, la utopía sigue viva es su naturaleza inmortal y con esta los principios de la Revolución francesa: la libertad, la igualdad y la fraternidad, que aún están inconclusos o, en el caso de la igualdad, en franco retroceso. La historia, en cualquier caso no termina, ni terminará nunca, y esa es la buena vieja nueva.