De la paz que no fue a la guerra de hoy | Razón Pública 2023
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De la paz que no fue a la guerra de hoy

Escrito por Marcos Peckel

Una historia resumida del conflicto palestino-israelí. Estos son los argumentos de Israel para justificar su operación en Gaza.

Marcos Peckel*

Rodeado de enemigos

El 14 de mayo de 1948, el Estado de Israel declaró su independencia sobre la base de la resolución de partición de la ONU de 1947 que establecía el principio de dos Estados para dos pueblos.

Ese mismo día Israel fue atacado por los ejércitos de la liga árabe, organismo fundado en 1945, que había decidió no permitir la creación del Estado Judío. La guerra, que duró más o menos un año, concluyó con armisticios con Egipto, Siria, Líbano y Jordania.

Esta guerra declarada a Israel impidió la creación del Estado Árabe, cuyas tierras asignadas en la resolución 181 quedaron así:  Cisjordania, en poder de Jordania, Gaza administrada por Egipto y las otras en Israel.

El tema no volvió a aparecer en la agenda internacional hasta después de la guerra de los seis días (1967), cuando Israel ocupó Gaza y Cisjordania además del Sinaí, ya devuelto a Egipto a cambio de la paz, y las alturas del Golán.

La paz de Oslo

Pasarían 45 años para que israelíes y palestinos se sentaran a negociar un acuerdo de paz.

El 13 de septiembre de 1993 se hacía historia. El mundo observaba atónito como el primer ministro de Israel Yitzhak Rabin y Yasser Arafat rubricaban en la Casa Blanca, bajo la mirada del presidente Bill Clinton, los acuerdos de paz entre el Estados de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Israel, representada por Barak y por su canciller Shlomo ben Ami, aceptó en su totalidad los “parámetros del Clinton”; pero Arafat fue incapaz de renunciar a su dogma de no aceptar la existencia del Estado Judío.

Los acuerdos de Oslo, llamados así porque fue allí donde negociaron en secreto durante más de dos años los delegados del gobierno de Israel, los de la OLP y académicos para elaborar los textos que deberían poner fin al conflicto.

Se trataría de un proceso gradual para llegar a la creación de un nuevo Estado; Israel se iría retirando de territorios de Gaza y Cisjordania,  entregando su administración a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ente creado en el marco de los acuerdos. Yasser Arafat, presidente de la ANP elegido en 1994, se comprometía a evitar la violencia y mantener la paz.

Como en todo acuerdo de paz, surgieron enemigos en ambos lados.  Rabin pagó con su vida, asesinado por un extremista judío, mientras que, en el campo palestino, Hamás, organización radical sunita surgida en 1987 como alternativa a la OLP,  comenzó su campaña para descarrilar los acuerdos mediante el terrorismo suicida.

A pesar de los enemigos y los obstáculos, se avanzó en realizar los acuerdos, Arafat encarceló a los lideres de Hamás, e Israel cumplió con los hitos intermedios. Para el año 2000,  el 97% de la población palestina en Gaza y Cisjordania se encontraba bajo el gobierno autónomo palestino y la violencia había disminuido sustancialmente.

Los acuerdos estipulaban que, transcurridos cinco años, las partes se reunirían para finiquitarlos y arreglar los temas pendientes: fronteras, Jerusalén, refugiados, seguridad y asentamientos.  Por eso en julio de 2000 el presidente Clinton convoca en Camp David al primer ministro de Israel Ehud Barak y al presidente palestino Yasser Arafat a una cumbre de la cual debía salir el acuerdo de paz definitivo.

Tras más de dos semanas de deliberaciones el presidente de Estados Unidos presenta su propuesta de paz, conocida como “los parámetros de Clinton” que establecían lo siguiente: Se crearía un Estado Palestino independiente en Gaza y Cisjordania, con leves modificaciones a las fronteras de 1967; Jerusalén sin ser dividida, sería la capital de ambos Estados, habría un arreglo especial para los lugares sagrados, e Israel desmantelaría los asentamientos ubicados dentro del Estado Palestino.  El Estado Judío tendría garantías de seguridad y los refugiados palestinos se asentarían en el Estado Palestino, Israel aceptaría un número importante para reunificación de familias.

Israel, representada por Barak y por su canciller Shlomo ben Ami, aceptó en su totalidad los “parámetros del Clinton”; pero Arafat fue incapaz de renunciar a su dogma de no aceptar la existencia del Estado Judío. Arafat enterró en ese momento al Estado Palestino. Hasta su muerte en 2004, se mantuvo fiel a su doctrina de todo o nada.

El ocaso de Oslo

A su regresó a Ramala, Arafat abrió las puertas de las cárceles y liberó a los lideres de Hamas, incluido el Sheik Ahmed Yassin (fundador del movimiento), dándoles rienda suelta para la que se conoce como segunda Intifada (2000 a 2005). Esta fue una arremetida de terroristas suicidas, jóvenes adoctrinados en el odio y armados con cinturones de dinamita, que durante los siguientes cinco años llevaron a cabo dos centenares de ataques con un saldo de unos mil cien judíos asesinados en discotecas, universidades, restaurantes, buses, centros comerciales, etc.

Hamás estaba cumpliendo el mandato declarado en su carta fundacional: matar judíos y destruir a Israel; sus actos dieron muerte al acuerdo de Oslo y quitaron apoyo a la paz por parte de la opinión pública de Israel: “les dimos todo y así nos pagan”.

Tras la llegada de un nuevo presidente palestino en 2002, Mahmud Abbas, el primer ministro de Israel Ariel Sharon retiró toda la presencia israelí de Gaza y le entregó las llaves a Abbas. Dos años más tarde Hamás expulsaba de Gaza al gobierno legítimo de la Autoridad Palestina y tomaba control total de la franja, que ha utilizado desde entonces para llevar a cabo ataques contra la población civil de Israel. En ese momento Israel y Egipto impusieron el bloqueo sobre Gaza.

El “concepto”

En Israel y en la comunidad internacional se instaló el “concepto” de que Hamás sería un actor responsable porque tenía bajo su gobierno a dos millones de palestinos residentes en Gaza.

Cada cierto tiempo (2009, 2012, 2014, 2021)   empezaba una ronda de lanzamiento de cohetes contra Israel  (ya van más de 30 mil),   que concluía con una tregua mediada por Egipto y Qatar, que enviaban millones de dólares para la “reconstrucción” pero Hamas los utilizaba para sus túneles y arsenal.

Desde que gobierna Gaza, Hamás no se ha ocupado de los habitantes de la franja, unos dos millones, a quienes usa como escudos humanos y se lucra de su sufrimiento. En palabras de uno de sus fundadores, Mousa Abu Marzouk hace unos días, “Los túneles son para nosotros los combatientes, que la gente arriba se organice como pueda, que Naciones Unidas los cuide”.

No es el concepto, es la carta fundacional

Pero ese “concepto” no es lo que Hamás y su padrino Irán tenían en mente, sino aplicar la carta fundacional del movimiento cuando llevaron a cabo la masacre de este 7 de octubre.

Ese día unos mil cuatrocientos civiles fueron acribillados en sus hogares, mujeres violadas y quemadas, fetos muertos por bayoneta,  jóvenes asesinados en un festival de música y unos 240 secuestrados, la mayoría niños, mujeres y ancianos.  El “timing” de la operación está relacionado con a Irán le preocupaban los acercamientos que se estaban dando entre Israel y Arabia Saudita. Teherán dio la orden de atacar y el “concepto” quedó hecho añicos.

Foto: Flickr: Gaza-Palestine - Hamás nunca se ha preocupado por los habitantes palestinos de la franja. En los últimos días Mousa Abu Marzouk afirmó que los túneles eran para los combatientes y que la gente debe organizarse como pueda.

La única forma de comenzar a salvar la solución de dos Estados, a los palestinos de Gaza, al pueblo palestino y a la región, es degradar a Hamás

El ataque del 7 de octubre ha servido además para desenmascarar a amplios sectores progresistas que han salido a las calles en Occidente a celebrar la masacre y destilar su odio a los judíos y a Israel. Los palestinos los tienen sin cuidado.

Israel, que se encontraba en medio de un debate interno por la reforma judicial propuesta por el gobierno Netanyahu, se unió en un monolito para ejercer su derecho a la legítima defensa, a recuperar su capacidad de disuasión y asegurarse que lo que ocurrió el 7 de octubre no vuelva a suceder.

Israel enfrenta una amenaza existencial por parte del eje liderado por Irán, que nunca ha ocultado su intención de destruirle, el cual incluye principalmente a Hamás y Hezbollah, además de milicias shiitas regadas por la región que han desestabilizado y destruido Estados árabes: Yemen, Siria, Irak y Líbano Las comunidades judías del mundo entero se han unido en su apoyo a Israel en esta guerra de supervivencia.

¿Qué sigue?

La única forma de comenzar a salvar la solución de dos Estados, a los palestinos de Gaza, al pueblo palestino y a la región, es degradar a Hamás, sacarlo del gobierno de Gaza, destruir su capacidad militar y enviarle un mensaje contúndete a Irán.

Esta tarea solo la puede hacer Israel y ya está haciéndola, a un precio muy alto en su imagen internacional, en vidas de civiles palestinos cuya responsabilidad es principalmente de Hamás y en un aumento inusitado del antisemitismo alrededor del mundo.

Una vez que Hamas haya sido removido se podría volver a hablar de paz. Será un camino culebrero, con inmensas dificultades, lleno de encrucijadas donde podría tomarse el rumbo equivocado, pero al final del día no hay alternativa a la solución de dos Estados y esa es la que se debe buscar, hoy mañana y siempre.

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