


La guerrilla más antigua de América Latina está cada vez más marginada y debilitada en términos militares. Estas son las claves para entender su pasado y su futuro.
Luís Fernando Trejos* Charles Larratt-Smith** Andrés F. Aponte***
La parálisis del ELN
El pasado 4 de julio, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) cumplió 57 años de existencia.
Aunque hoy es la guerrilla más antigua de América Latina y la que tiene más presencia territorial en Colombia, el ELN nunca logró dar un golpe significativo a sus enemigos.
De hecho, hasta sus desmovilizaciones, el M-19, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) siempre tuvieron mayores capacidades operativas que el ELN. ¿A qué se debe esta “parálisis militar” de la guerrilla?
Una historia de debilidad militar
Al igual que el Ejército Popular de Liberación (EPL) y las FARC, en sus primeros años de existencia el ELN tuvo una limitada capacidad militar, debido a su escasa posibilidad de extraer recursos materiales y humanos en las zonas donde tenían presencia.
La relativa debilidad de la guerrilla se agravó con la derrota militar de Anorí en la década de los setenta y los debates sobre su “replanteamiento”. Estos dos sucesos le restaron al ELN más de una década de acumulados políticos y militares y la dejaron relegada en comparación con otras guerrillas.
Por otro lado, su organización federal fracturó su estrategia: no hubo una construcción nacional, sino apenas planes regionales que trataban de articularse. Además, todos los frentes de guerra debieron financiarse por medio del secuestro y la extorsión, salvo el de Arauca y el del sur de Bolívar, que se financiaron a través del petróleo y el oro respectivamente. Esto hizo que sus finanzas fueran muy inestables y creó grandes resistencias armadas en algunas regiones del país: el caso más emblemático es el de la costa Caribe.
En los años noventa, con el Plan Vuelo de Águila, el ELN hizo una tardía apuesta por su crecimiento militar. La guerrilla enfocó sus esfuerzos en crear columnas, compañías y batallones, articulados bajo la dirección de los frentes de guerra y en función de planes regionales. Pero muchas de estas unidades no contaban con las armas ni la organización para funcionar adecuadamente.
Adicionalmente, esta incipiente estrategia de crecimiento militar se encontró con varios obstáculos:
- la agresiva expansión paramilitar;
- las disputas locales y regionales armadas con las FARC; y
- la implementación de la Seguridad Democrática en el primer gobierno de Álvaro Uribe.
Por eso, los repertorios violentos del ELN se limitaron a emboscadas, hostigamientos, asaltos a unidades pequeñas, secuestros y ataques a la infraestructura petrolera, energética y vial. Esto no solo fue insuficiente para poner en jaque al Estado, sino que minó su imagen ante la opinión pública y los sectores políticos y sociales.
El ELN del presente y su marginalidad
Desde antes de la firma del Acuerdo de Paz, varios medios de comunicación, centros de pensamientos e instituciones gubernamentales advirtieron que el ELN se estaba empezando a expandir y a ganar capacidad militar.
Pero esta “resurrección” del ELN era parcialmente cierta. La hipótesis se basaba en algunos hechos que parecían nuevos: las guerras del Chocó con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), la disputa con el EPL por el Catatumbo, la llegada a zonas del norte del Cauca y los intentos de incursión en la zona costera de Nariño y el bajo Cauca
Sin embargo, los datos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) muestran que ese proceso de expansión territorial del ELN y su ocupación de los espacios de dominio de las extintas FARC ha requerido un despliegue de violencia menor al imaginado. Además, en ese proceso poco o nada ha significado un desafío real para el Estado colombiano.
Gráfica 1. Intensidad del conflicto según el número de acciones del ELN, 1986-2020

De hecho, más que un proceso de expansión del ELN, parece que estamos ante un proceso de “parroquialización”. Las acciones militares de la guerrilla se están dirigiendo, cada vez más, a satisfacer las apuestas de los comandantes territoriales y no los intereses de la organización nacional. El objetivo es gobernar territorios y economías locales, no desafiar al Estado.
Por ejemplo, los paros armados de 2016 y 2019 no causaron un traumatismo real sobre los intercambios comerciales del país, pero sí afectaron las zonas en donde hace presencia el ELN. En Arauca, particularmente en el Sarare, la vida se paralizó y en el Catatumbo, el transporte, el comercio y las escuelas tuvieron que cerrar. En Cesar hubo un par de quemas de buses e intentos de afectar la infraestructura vial. En Nariño, algunas áreas de Chocó, el Bajo Cauca y el sur de Bolívar el paro ni se sintió.
Estos contrastes regionales muestran que, al igual que en años anteriores, la capacidad militar de esta guerrilla está concentrada en el oriente colombiano. En esa zona del país, el ELN tiene las bases sociales más sólidas, las mayores capacidades de extracción de recursos y las mejores posibilidades de imponer el orden.
Pero esas actuaciones no afectan al resto del país, que observa a la distancia, de manera cómoda, los problemas y vicisitudes que atraviesan los habitantes de estos territorios. Además, ni el bloqueo de una vía, ni la instalación de artefactos explosivos, ni el uso de francotiradores ponen en peligro la institucionalidad o la legitimidad del Estado. Es más, el ELN no necesita enfrentar o disputar el territorio en Colombia porque disfruta de un refugio en Venezuela.
Gráfica 2. Influencia del ELN en Colombia, 2011-2020

A lo anterior habría que sumarle la estrategia de urbanización de la guerra, que es otro síntoma de las limitaciones y el estancamiento militar en que se encuentra esta guerrilla: la instalación de artefactos explosivo, como el del CAI de San José (Barranquilla) y los dos de Bogotá (la Escuela de Cadetes General Santander y la del barrio la Macarena) no solo no tuvieron el impacto esperado, sino que causaron un rechazo generalizado en contra del ELN.

Entender al ELN
Las estrategias de seguridad del Estado deben tener en cuenta que hoy el ELN tiene un repertorio de acciones violentas cuyo fin no necesariamente es desafiar a las instituciones.
Estamos frente a una insurgencia cada vez más “parroquializada”, que en su mayoría concentra su pie de fuerza y sus acciones armadas en la frontera colombo-venezolana, pero bajo lógicas distintas a lado y lado.
Al ser una guerrilla federalizada, el ELN está más ocupado en garantizar el control de esos territorios que en disputar la legitimidad del Estado o tomarse el poder. Esto explica su comportamiento diferenciado en cada territorio: mientras pactó una paz mafiosa con las AGC en el sur de Bolívar, en el Chocó libra una guerra a muerte con esa misma organización.
Otro elemento interesante que se debe resaltar es que esta insurgencia rompe con algunas premisas a las que han apuntado recientes estudios y teorías. Por ejemplo, algunos expertos han señalado el papel que tiene la proyección de violencia para darle sentido organizacional y cohesión al grupo. También se ha dicho que la deserción empeora el desempeño militar de la organización y disminuye los recursos de la guerrilla.
Pero, a pesar de que las acciones violentas del ELN han disminuido, la organización sigue unida y no se ha fragmentado. Y, aunque tiene un pobre desempeño militar, que ha afectado la cohesión de la guerrilla y la percepción de la seguridad de sus integrantes, tiene fuentes de financiación cada vez más amplias.
De ahí la necesidad de abrir nuevos estudios sobre el ELN, en diálogo con otras experiencias del mundo. Es importante entender por qué una organización guerrillera que debería estar fragmentada no lo está y por qué no ha entablado un proceso de paz que la lleve al juego democrático.