
La pandemia ha afectado con dureza a los diez millones de estudiantes de la básica, y el Estado nada ha hecho en su defensa. Esta es la situación. Y estas son las medidas que nos urgen.
Ángel Pérez Martínez*
Intentos de volver a las clases presenciales
Colombia empezó un confinamiento nacional preventivo en marzo del 2020. Desde entonces, de acuerdo con los datos del Ministerio de Educación Nacional, MEN, se cerraron 53.717 sedes educativas; 82% (43.853) del sector oficial y 18% (9.866) del sector privado.
Esta decisión perjudicó a 9.928.865 estudiantes de la educación básica y media, matriculados en marzo del 2020. Si no hacemos algo para que las niñas y niños tengan clases presenciales, se les truncará su futuro y sufrirán un deterioro duradero en calidad de vida.
El sistema educativo se trasladó a la casa desde el principio de la pandemia con pequeñas excepciones en octubre y noviembre de 2020, cuando se abrieron cerca de 240 colegios privados en Bogotá.
Por el confinamiento se cerraron 53.717 sedes educativas; 82% (43.853) del sector oficial y 18% (9.866) del sector privado.
En 2021, las secretarías de educación han lanzado iniciativas para que las instituciones oficiales y privadas regresen paulatinamente a la presencialidad. En abril de 2021, apenas el 11,6% de los estudiantes está asistiendo a clases presenciales bajo el modelo de alternancia. Esto quiere decir que los estudiantes asisten al colegio uno o dos días a la semana en el mejor de los casos. A veces, asisten algunas semanas y, en algunos casos, apenas una o dos veces al mes.
Los problemas de las clases virtuales
La tragedia consiste en que ni el gobierno ni la sociedad hayan llevado a cabo ninguna acción de fondo para que los estudiantes tengan clases presenciales, cuando saben muy bien que:
1. Los estudiantes fueron enviados a sus casas cuando más necesitaban de una escuela formadora y protectora.
Los datos oficiales han dejado en evidencia el empobrecimiento, el aumento del desempleo y la consecuente desestabilización socioemocional de muchos padres, madres y otros miembros del hogar. Miles de familias pasaron de tener tres comidas diarias a dos. La red de ciudades Cómo Vamos señaló que, en febrero de 2021, el 35% y el 21% de los hogares de ingresos bajos y medios, respectivamente, pasó hambre por falta de recursos.
Pulso social del DANE afirmó en febrero de 2021 que la situación económica empeoró para más del 60% de los hogares si se compara con la de 12 meses atrás.
2. La falta de computadores e Internet impide que haya clases virtuales y sincrónicas.
La encuesta de calidad de vida de DANE en 2019 encontró que apenas el 51,9% de los hogares tenía acceso a Internet ya sea por conexión fija o por conexión móvil; el 61,6% de los hogares en áreas urbanas y el 20,7% en la zona rural.
A esto se suman diferencias notables: el 97% de las familias en estrato 5 y 6 tenía conexión a Internet, mientras que apenas el 17% de las familias que pertenecen al estrato 1 tenía este servicio.
Así mismo, en las pruebas Saber 11 del año 2018, el 50% de los estudiantes de los grados quinto y undécimo de los colegios públicos respondió en la encuesta del ICFES que apenas el 37% tenían internet y computador en sus casas.
3. Los estudiantes más pobres tienen menos acompañamiento en las clases virtuales y en otras actividades asincrónicas en casa.
La calidad del acompañamiento está determinada por los niveles de formación de las madres y padres de familia y por su tiempo disponible. Acá es necesario preguntarse ¿quién puede estar en casa con los estudiantes, cuando los padres y madres no pueden? y ¿cuál es la comprensión, interés y responsabilidad que otros familiares o allegados puedan tener para acompañar procesos pedagógicos de estudiantes?
Recordemos que la encuesta de calidad de vida de 2019 encontró que el 38,4% de los hogares en Colombia están encabezados por madres solteras o donde la carga de trabajo es doble para las madres.
4. Los docentes y estudiantes de los colegios oficiales que no tienen internet no tienen competencias digitales.
Ni antes ni durante la pandemia han sido formados los y las docentes en el manejo de las TIC. Tampoco se han llevado a cabo esfuerzos para incluir en los currículos de la educación básica y media la formación en competencias digitales.
El DANE informó que el 66% de las sedes de los colegios públicos no tenía conexión a Internet en 2019, y que esta situación era peor en la zona rural donde el 79% de las sedes (públicas y privadas) funcionaban sin conexión a Internet.
5. Por último, al cerrar los colegios se perdió la posibilidad de compensar a los estudiantes con menos recursos con una educación de buena calidad.
Según la ministra de Educación de España, Isabel Celaá, la escuela en sí misma es insustituible para los niños y los adolescentes más pobres, porque ella “es compensadora de desigualdades de origen: en el aula, un alumno es igual al otro e interactúa con el profesor con sus propias condiciones y desde sus propias circunstancias, aunque en el hogar existan impactos desiguales”.

Daños irreparables
Es inadmisible que al llegar la pandemia tuviéramos colegios mal dotados y con necesidades básicas insatisfechas: 7% sin energía y 11% sin acceso a agua potable en el año 2020.
La pandemia cobró muy duro al país por contar con una educación barata, pues el Estado invierte menos de 4 millones de pesos anuales por estudiante.
el 97% de las familias en estrato 5 y 6 tenía conexión a Internet, mientras que apenas el 17% de las familias que pertenecen al estrato 1 tenía este servicio.
La Fundación Malala calcula que en el mundo cerca de 20 millones de niñas podrían no volver a la escuela después de la pandemia. En Colombia no hay evidencia seria sobre lo que está ocurriendo con la cobertura escolar.
En términos de calidad educativa, de Hoyos y Saavedra señalan que “los alumnos de primaria en Bélgica, Reino Unido y Países Bajos muestran resultados de aprendizaje significativamente inferiores a los de generaciones anteriores, y este efecto es significativamente mayor entre alumnos de bajos ingresos”, aunque estos países cuentan con acceso a banda ancha. Los autores concluyen que: “A pesar de los grandes avances, no hay ninguna tecnología que pueda igualar la capacidad de los profesores para generar (sic) aprendizajes entre los alumnos”.
En Colombia, donde la mayoría de los estudiantes no tienen Internet ni computadora, una encuesta del Laboratorio de Economía de la Educación llevada a cabo a 4.478 docentes y 443 rectores en 15 entidades territoriales encontró que:
- el 27% de los docentes no siguió dictando clase;
- el 40% lo hace de manera asincrónica, a través de guías entregadas a los estudiantes en papel, en el chat del WhatsApp o por correo virtual.
Con las guías las maestras y maestros, sin virtualidad, no tienen la oportunidad de interactuar con los estudiantes más pobres para mediar procesos de lectura, investigación, análisis, reflexión y contrastación de ideas y opiniones; menos todavía para explicar la tarea y atender las preguntas de los alumnos sobre cómo desarrollarla.
Un equipo de investigadores de Michigan State University encontró que los estudiantes de secundaria y media conectados con Internet de alta velocidad en sus casas y con computadores tienen más habilidades digitales, mejores notas en el colegio y obtienen mejores resultados en pruebas estandarizadas tipo SABER. Lo contrario también se demostró: la mala conexión o el acceso a las clases por medio de teléfonos móviles en vez de computadores agrava las brechas y atrasos en calidad.
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Conclusiones
- Es urgente regresar a la presencialidad, pues más de 8 millones de niñas, niños y adolescentes no volvieron a los colegios desde marzo del 2020. Más de un millón de niñas y niños de preescolar no conocen sus colegios y no han interactuado con sus docentes o compañeros.
- La educación es un derecho de cumplimiento obligatorio para el gobierno nacional. Sin embargo, vamos para récord mundial de cierre de colegios durante la pandemia: 58 semanas y contando.
- El gobierno ha destinado apenas 90.000 millones de pesos para elementos de bioseguridad que permitan las clases presenciales, lo cual implica un promedio de 2 millones por sede. FECODE pidió 600.000 millones para esto.Y además el gobierno de Colombia no les dio prioridad a los docentes para vacunarlos, como lo hicieron muchos otros países. Tampoco atendió la solicitud del magisterio de declarar enfermedad profesional las posibles incapacidades por efecto de la COVID-19.
- Aunque la mayoría de las exigencias de FECODE para regresar a clases puedan ser justificables, el magisterio también debe recordar su obligación de ayudar a garantizar los derechos prevalentes de los niños. No se pueden exigir reformas o soluciones estructurales para resolver en el corto plazo; el magisterio debe ser consciente que a quien mayor daño causa el cierre es a las niñas y niños más pobres.
- Es inexplicable la ausencia de los padres de familia. Por miedo o desconocimiento ellos han aceptado que sus hijos no asistan a las aulas escolares durante más de un año.
- Por último, es importante reconocer que la mayoría del sistema educativo ha funcionado a pesar de las trabas, gracias en parte a las maestras y maestros que han ido más allá de lo imaginado con actividades pedagógicas, creativas y comprometidas con la educación de calidad.