
La pandemia mostró la necesidad de aprovechar la tecnología, pero también mostró las enormes desigualdades que existen en el mundo digital.
Carolina Botero*
Tecnología y desigualdad
El 2020 fue un año diferente y desafiante. El aislamiento y el distanciamiento social cambiaron nuestra forma de vivir, y uno de esos cambios fue el proceso acelerado de digitalización de muchas actividades cotidianas.
En medio de la pandemia, muchos hemos usado internet para trabajar, estudiar, comprar, entretenernos, informarnos e incluso cuidarnos sin salir de casa. A pesar del aumento en la demanda de infraestructura tecnológica, el sistema resistió y respondió a esas necesidades.
Pero no todos han tenido la misma oportunidad de acceder a la tecnología: el internet no existe para todas las personas, y la aceleración digital no llegó sin desafíos.
Aunque las estadísticas oficiales muestran que cada vez hay más familias “conectadas”, en realidad los gobiernos no han garantizado que cada individuo tenga acceso a la tecnología para aliviar sus necesidades.
Ese es el balance que nos deja 2020: nos dimos cuenta de la importancia de la virtualidad y la tecnología, pero también de la necesidad de garantizar que nadie se quede atrás. El reto es reconocer la brecha digital y evitar que aumente la desigualdad en esta materia.
El índice de penetración de internet fijo es apenas del 37,5%, lo cual significa que buena parte de las personas accede a través de celulares
Las brechas digitales
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 67% de las personas y el 60% de los hogares de la región cuentan con conexión a internet. Pero, mientras en las ciudades los hogares sin conexión representan el 33%, en las zonas rurales llegan al 77%.
Colombia está en el promedio de la región: el 62% de su población usa internet. Pero el índice de penetración de internet fijo es apenas del 37,5%, lo cual significa que buena parte de las personas accede a través de celulares y, en su mayoría, con planes prepago.
En las cabeceras municipales hay un índice de penetración de internet fijo del 45,75%, mientras que el sector rural disperso y los pequeños centros urbanos este índice apenas llega al 6,2%. Esto, a su vez, representa retos en términos de calidad del servicio, en especial para determinados usos, como la educación o el trabajo.
La brecha digital es apenas un reflejo de otras desigualdades. La falta de conectividad no solo afecta más a quienes están aislados geográficamente, también impacta más a las mujeres y a los grupos sociales vulnerables. Según el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones (Mintic), el 19% de las mujeres sin acceso a internet son indígenas, campesinas, de mayor edad y de estratos socioeconómicos 1 y 2.
En las zonas urbanas no se habla de una brecha de acceso para las mujeres, sino de una brecha de uso y apropiación: ellas usan internet principalmente para comunicarse y entretenerse, otros usos están relegados.
Si esto ocurre en el caso de las mujeres, ¿qué sucederá en el caso de otras poblaciones vulnerables, como los migrantes, las minorías étnicas, las personas con discapacidad, los adultos mayores o la comunidad LGBTI? No hay datos.
Pero además de los problemas de conectividad hay otras, serías, brechas digitales, que resultan de:
- la calidad de la conexión
- la información que se necesita y a la que se tiene acceso —no es lo mismo acceder para entretenerse que para trabajar, estudiar o participar en política—; y
- los conocimientos técnicos necesarios para que el acceso a internet sea útil y provechoso.
En suma, la forma como accedemos, utilizamos y nos apropiamos de internet no es igual para todas las personas. Por eso, durante la pandemia la virtualización es una oportunidad útil y provechosa solo para algunos, lo que es particularmente grave en sociedades tan desiguales como las de América Latina y, en especial, Colombia.

¿Cómo cerrar las brechas?
Dado que en el futuro próximo es probable que sigamos obligados a aislarnos y distanciarnos, los esfuerzos para cerrar las brechas digitales deben ser mayores.
Por una parte, el gobierno debe comprometerse a avanzar en sus metas de conectividad, para conseguir el 70% de penetración de internet para 2022. Pero también es necesario diseñar y adoptar enfoques diferenciales en materia de acceso, calidad, uso y apropiación de internet.
De los veinticinco logros documentados por el MinTic en 2020, los primeros cuatro corresponden a proyectos de conectividad enfocados en acceso. Esto muestra que la prioridad del gobierno es llevar la conectividad a todas las personas y, en primer lugar, al campo.
Pero, en términos de enfoque diferencial, el programa es insuficiente: el gobierno habla de llevar internet fijo a familias de escasos recursos (estratos 1 y 2) y de conectar a San Andrés y Providencia a través de Zonas Digitales. Sin embargo, no hay un enfoque diferencial para las mujeres o para otras poblaciones vulnerables, ni se mencionan las otras brechas que van más allá del acceso a la conectividad.
El gobierno debe comprometerse a avanzar en sus metas de conectividad, para conseguir el 70% de penetración de internet para 2022.
Al mismo tiempo, muchas de las políticas destinadas a enfrentar la pandemia son de carácter tecnológico: desde el comienzo del año, una de las principales apuestas para hacer seguimiento epidemiológico fueron las aplicaciones, y recientemente, el gobierno confirmó que los colombianos conocerán su turno de vacunación por medio de una aplicación.
No cabe duda de que las herramientas tecnológicas pueden ayudar, imprimen agilidad y ofrecen facilitar muchos procesos, pero la preocupante brecha digital obliga a pensar en todos los escenarios. Esto, en el caso del turno de vacunación, por ejemplo, es especialmente importante si se tiene en cuenta que una de las poblaciones más afectadas por el virus son los adultos mayores, que por lo general no suelen acceder a internet.
Por eso, el gobierno colombiano tiene un gran reto: mantener sus éxitos en materia de transformación digital y, sobre todo, de gobierno digital, pero con estrategias para quienes tienen mala calidad de conexión o no la tienen, y teniendo en cuenta las particularidades de todas las poblaciones.
Mientras el gobierno no adopte enfoques diferenciales y amplíe sus estadísticas, el uso de la tecnología para enfrentar la pandemia tendrá impactos desiguales y afectará a los más vulnerables.