

Las restricciones oficiales durante la Semana Santa desatienden el pluralismo de creencias en Colombia. ¿Cómo conciliar la experiencia religiosa con el cuidado durante la pandemia?
Saira Pilar Redondo*
Jean Paul Sarrazin**
Lo que hemos aprendido
Por segundo año consecutivo, el Estado colombiano ha decidido limitar las actividades religiosas durante la Semana Santa.
La celebración de esta semana es una tradición en Colombia, pero hace un año el temor al virus y la incertidumbre por las proyecciones sobre la pandemia dieron pie al confinamiento obligatorio durante aquellos días de fervor religioso. No se sabía hasta qué punto podía ser perjudicial salir de las casas y las medidas fueron acatadas por la mayoría de la gente, debido ante todo al miedo.
Pero la situación que se percibe hoy es diferente. Ahora sabemos que las medidas draconianas de hace un año no son justificables ni tienen respaldo científico. Ante los ojos de muchos, fueron desproporcionadas y carentes de legitimidad. Hoy se comprueba que la cura podría ser peor que la enfermedad.
El confinamiento causó muchos daños; el primero fue en la salud, eso mismo que quería preservarse. Existían medidas menos extremas, menos traumáticas y más cercanas al sentido común: permitir las actividades con aforo controlado, ventilación en los espacios cerrados y promoción de las actividades al aire libre.
La vida de la gente
Desde hace meses, millones de personas salen de sus casas para restablecer sus vidas y encontrar eso que necesitan para estar bien. Cuando se recorre la ciudad, especialmente en los sectores populares, se ve claramente que las personas tienen contacto entre ellas.
el ‘alimento espiritual’ es tan importante como la comida de los supermercados para millones de personas
Aquí no hay espacio para los pretendidos dos metros, ni mucho menos para las salidas a comprar alimentos exclusivamente. Miles de personas intercambian objetos, palabras, ideas y afectos en los centros comerciales, restaurantes, fábricas, empresas, escenarios deportivos, parques, guarderías e incluso en el transporte público, donde se rozan millones de personas.
¿Por qué no las iglesias?
Muchos se preguntan por qué los cultos y las congregaciones religiosas están limitadas, si las aglomeraciones mencionadas son el pan de cada día. Aún más, durante esta Semana Santa se invita a las personas a viajar y llenar los hoteles. Pero entonces ¿por qué los rituales religiosos tienen un trato distinto?

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Quienes no son creyentes pensarán que las actividades religiosas no son importantes para la vida, al menos no tan importantes como el comercio, el transporte, el esparcimiento o los deportes. Pero esa es la creencia de una fracción minoritaria de la humanidad, el sentir de quienes no creen. Los demás se preguntarán sobre la necesidad y legitimidad de las restricciones a estas prácticas religiosas tradicionales.
Además, el debate sobre qué es lo más importante en la vida, cuáles son los valores que deben primar, o qué es necesario para el bienestar de los seres humanos, es un debate que nunca se dio en relación con las medidas de aislamiento. Por el contrario, surgió repentinamente un discurso que presenta a un ser humano unidimensional (por retomar una idea de Herbert Marcuse). Según esta idea no hay nada más importante para la humanidad que evitar un virus. Hay que ignorar las demás dimensiones del ser humano, como la llamada dimensión ‘espiritual’.
Pero el ‘alimento espiritual’ es tan importante como la comida de los supermercados para millones de personas y la trascendencia es tan importante como el transporte.
Si nunca se debatió sobre qué tipo de vida es digna de ser vivida, si se admitió unilateralmente que podrían recortarse los derechos para evitar el virus, si no se investigaron las consecuencias de dichas medidas para la salud física y mental, mucho menos se oirá la voz de los creyentes con sistemas simbólicos y valores diferentes.
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Religiones
Eso son las religiones: formas de ver el mundo, de definir lo justo y lo bueno. Parafraseando a Jürgen Habermas, la vida digna para algunos creyentes no es una existencia aislada de los demás seres humanos; la vida digna es una donde el ritual y la congregación son medios necesarios para conseguir lo necesario y bueno para vivir.
Las religiones proveen el orden y las motivaciones que necesitan los creyentes. Eso incide sobre su salud física, particularmente sobre su sistema inmunitario. Además, son una fuente ilimitada de esperanzas y significados, en especial durante situaciones adversas. Por eso las congregaciones religiosas pueden servir para sobrellevar la situación actual.
Los problemas actuales son consecuencia de la crisis sanitaria que se vive y de las desacertadas medidas gubernamentales. El exceso de información y la desinformación sobre la Covid-19 empeoran la situación.
La comunicación a distancia no puede reemplazar la cercanía de los rituales religiosos, así como un videojuego no puede reemplazar la práctica de un deporte. Durante la Semana Santa las personas pueden congregarse alrededor de diversos objetos y figuras importantes.
Algunas emociones necesitan del contacto físico con las personas, los objetos y los espacios que se consideran sagrados. La experiencia religiosa cambia si esta mediada por un televisor, un computador o un celular, ya que la congregación es única.
Es más, en el caso particular de los católicos, la Biblia los exhorta a que no dejen de congregarse; es en la congregación, dicen algunos, donde se siente más intensamente la presencia de Dios.
Un debate necesario
La controversia sobre las restricciones durante la Semana Santa hace parte de un debate mayor sobre las medidas que los ciudadanos consideran legítimas, necesarias o convenientes.
Es un tema complicado que debe discutirse en una sociedad democrática y pluralista. Las decisiones no deben hacerse bajo una única comprensión del ser humano.
La comunicación a distancia no puede reemplazar la cercanía de los rituales religiosos, así como un videojuego no puede reemplazar la práctica de un deporte
Las restricciones no pueden basarse apenas en el objetivo de la reactivación económica. La sociedad debe pensarse como un espacio donde existen la pluralidad de creencias, las diferencias de pensamientos y valores, y donde se garantiza la existencia de los ciudadanos para quienes las congregaciones no pueden descartarse o digitalizarse.
La Constitución garantiza la libertad religiosa y de cultos, lo cual implica realizar rituales y exteriorizar la fe. Muchas de estas actividades podrían llevarse a cabo con medidas básicas como el control del aforo y el acondicionamiento de espacios ventilados y al aire libre. Esto disminuiría la posibilidad de contagio.