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La pandemia aumentó la carga doméstica de las mujeres

Escrito por Helena Hernández y Paula Herrera
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El cierre de colegios, jardines e instituciones de cuidado aumentó el trabajo no remunerado de las mujeres. Los efectos de corto y de largo plazo pueden ser devastadores.

Helena María Hernández Bonilla* y Paula Herrera Idárraga**

La emergencia sanitaria ha reducido el acceso a los servicios de cuidado del mercado, el Estado y las comunidades. Según los resultados parciales de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) 2020-2021 del DANE para el periodo septiembre-diciembre de 2020:

  • El 47 % de las personas que recibían apoyo de amigos o familiares en el cuidado de personas del hogar ya no lo recibe y el 19 % lo recibe con menor frecuencia;
  • El 57 % de las personas que accedían a hogares de adultos mayores o personas con discapacidad perdió el acceso;
  • El 90 % de los niños, niñas y adolescentes que accedían a los colegios ahora lo hace de manera virtual y el 7 % perdió el acceso;
  • El 42 % de las personas que accedían a los servicios de hogares comunitarios, jardines infantiles, centros de desarrollo y otras instituciones para el cuidado de niños y niñas ya no accede a estos servicios y el 49 % accede virtualmente;

Los centros infantiles del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) cumplieron un año sin prestar servicios presenciales.

Estas restricciones tuvieron, principalmente, dos efectos negativos sobre las mujeres:

  • Muchas de las que trabajaban en esos servicios de cuidado quedaron desempleadas. Según el DANE durante el segundo trimestre de 2020 se perdieron cerca de un millón de empleos femeninos en actividades económicas de cuidado.
  • Esto, a su vez, aumentó la carga de cuidado no remunerado de las mujeres dentro de los hogares, lo cual pudo generar que muchas mujeres salieran de la fuerza laboral.

La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) fue ordenada por la Ley de Economía del Cuidado para recolectar información sobre el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado: un trabajo que es esencial para la economía, pero que no es valorado ni reconocido y que recae principalmente sobre las mujeres.

Foto: Prosperidad Social - Las mujeres se vieron severamente afectadas, la carga de trabajo no remunerado aumentó considerablemente y perdieron muchos empleos.

El trabajo remunerado

De acuerdo con los resultados parciales de la ENUT 2020-2021, la participación de las mujeres en actividades remuneradas sigue siendo muy baja y disminuyó del 37 % en 2016 al 29 % en 2020. Para los hombres, la participación en el trabajo remunerado bajó del 56 % al 52 %.

Como consecuencia de la pandemia, el 31 % de las mujeres y el 20 % de los hombres perdieron sus ingresos laborales. Además, el 32% de las mujeres y el 45% de los hombres sufrieron una disminución de sus ingresos. Esta pérdida de autonomía económica de las mujeres es muy grave, porque agudiza la feminización de la pobreza y reduce el poder de negociación de las mujeres en los hogares, lo cual puede aumentar la violencia doméstica.

El trabajo no remunerado

Esta desigualdad en la participación laboral también muestra una división sexual del trabajo: en muchos casos, las mujeres quedan encargadas de los oficios del hogar por los cuales no reciben un pago, mientras que la mayoría de los hombres puede acceder a la esfera remunerada, que se considera como la única productiva.

Actualmente, el 90 % de las mujeres de 10 años o más trabaja en labores domésticas y de cuidado no remuneradas. En cambio, apenas el 61 % de los hombres lo hace. Estas cifras se mantuvieron relativamente estables respecto de 2016.

Según el DANE durante el segundo trimestre de 2020 se perdieron cerca de un millón de empleos femeninos en actividades económicas de cuidado.

La ENUT también muestra que el tiempo diario de trabajo no remunerado de las mujeres aumentó 1 hora y 10 minutos en el periodo septiembre-diciembre de 2020 en comparación con el mismo periodo de 2016. En cambio, el de los hombres no tuvo una variación significativa. La diferencia en el tiempo que dedican los hombres y las mujeres al trabajo no remunerado se amplió, al igual que la brecha de género en las horas totales de trabajo.

Algunas de las actividades de trabajo no remunerado con mayores diferencias entre hombres y mujeres fueron:

  • Suministro de alimentos (preparar y servir alimentos, levantar los platos, lavar la loza, etc.); las mujeres dedican 2 horas al día a esta actividad y los hombres apenas 1 hora; la brecha es aún mayor en las zonas rurales;
  • Mantenimiento de vestuario (lavar, planchar y guardar la ropa); las mujeres dedican media hora más que los hombres; y
  • Limpieza y mantenimiento del hogar.

En cada una de las nueve actividades de trabajo no remunerado que contempla el DANE, las mujeres dedican más tiempo que los hombres. Sin embargo, la actividad en la que hubo el mayor aumento de tiempo para las mujeres entre 2016 y 2020 fue el cuidado pasivo (vigilar o estar pendiente de personas que requieren cuidado):

  • En 2016, las mujeres dedicaban 6 horas y 23 minutos diarios al cuidado pasivo y los hombres destinaban 5 horas y 7 minutos;
  • En 2020, las mujeres dedicaron 10 horas y 14 minutos a esta actividad, mientras que los hombres destinaron apenas 5 horas y 49 minutos.

Esto significa que el aumento del cuidado pasivo, debido muy probablemente a la presencia permanente de los niños y las niñas en los hogares por el cierre de los colegios, recayó en mayor medida sobre las mujeres.

La doble jornada

En promedio, los hombres trabajan 8 horas y 59 minutos de forma remunerada en un día y 3 horas y 7 minutos de forma no remunerada, para un total de 12 horas y 6 minutos en actividades de trabajo.

Las mujeres, por su parte, dedican cada día 7 horas y 49 minutos al trabajo remunerado (1 hora menos que los hombres) y 8 horas a actividades de trabajo no remunerado (casi 5 horas más que los hombres), para un total de 15 horas y 49 minutos de trabajo al día.

Lo anterior significa que las mujeres tienen una doble carga laboral: cada día una mujer trabaja casi dos jornadas de 8 horas y cerca de 4 horas más de trabajo que los hombres.

El aumento de las cargas de trabajo doméstico y de cuidado agrava los efectos diferenciales de la crisis entre hombres y mujeres y agudiza el costo económico que las mujeres han asumido, pues implica mayores tasas de desempleo, reducción de sus ingresos y menores posibilidades de participar en el mercado laboral.

La percepción de las mujeres

Las percepciones sobre la distribución de las cargas de trabajo doméstico y de cuidado en el hogar cambiaron significativamente entre 2016 y 2020.

  • En 2016, el 69% de las mujeres y el 72% de los hombres consideraban que hacían lo que les correspondía;
  • En 2020, esos porcentajes aumentaron al 80% para los hombres y las mujeres.

Hoy, menos mujeres creen que hacen más de lo que les corresponde y menos hombres piensan que hacen menos. Sin embargo, este cambio en la percepción no es coherente con lo que sucede en la práctica: como se mostró, fueron las mujeres quienes asumieron la carga de cuidado adicional que produjo la pandemia.

Es probable que el aumento de la tasa de desempleo femenino y la salida masiva de mujeres del mercado de trabajo hayan cambiado la percepción de las mujeres: dado que están desempleadas o por fuera del mercado laboral creen que deben asumir una mayor carga de labores domésticas y de cuidado y, por lo tanto, piensan que hacen lo que les corresponde. Entre septiembre y noviembre de 2020, la tasa de desempleo de las mujeres llegó al 19,6%, un aumento de 7 puntos porcentuales frente a la registrada en el mismo período de 2019.

El 90 % de las mujeres de 10 años o más trabaja en labores domésticas y de cuidado no remuneradas.

El número de horas dedicadas al trabajo no remunerado cambia entre mujeres que están ocupadas, desempleadas o por fuera de la fuerza laboral. Datos anteriores muestran que las horas de trabajo no remunerado son mayores para las mujeres desempleadas. Lamentablemente en el reporte del DANE de 2020-2021 estas cifras no están disponibles.

¿Qué hacer?

La pandemia ha producido una crisis sin precedentes para las mujeres, tanto en la esfera remunerada como en la no remunerada. Las medidas de aislamiento preventivo limitaron el acceso a servicios de cuidados remunerados provistos por el mercado y aumentaron las cargas de cuidado en el hogar.

Por eso, cualquier política de reactivación económica con enfoque de género debe darle prioridad al sector de cuidado remunerado. Solo así se podrán disminuir las cargas de cuidado no remunerado y recuperar el empleo perdido en este sector.

Todavía es difícil tener una medida de los efectos de largo plazo que tendrá esta crisis en la vida de las mujeres y de quienes requieren cuidados. Por ahora, es evidente que los efectos no serán menores.

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