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La ira como política

Escrito por Hernando Gómez Buendía

Por qué en Gaza e Israel nos jugamos mucho más que Gaza e Israel.

Hernando Gómez Buendía*

Lo que está sucediendo entre Israel y Gaza pone a temblar los fundamentos mismos de la civilización (y esta no es apenas una frase altisonante).

En efecto: el edificio entero de la civilización se levanta sobre la base de unos supuestos que son falsos y sabemos que son falsos, pero son necesarios para la convivencia. Basta desnudar estos supuestos para que retrocedamos a la barbarie, o más precisamente, a la brutalidad.

A partir del siglo XVII, el orden internacional se ha basado en la figura del Estado-nación soberano, cuyo supuesto es que la comunidad que ocupa un territorio tiene el derecho de ocuparlo y defenderlo de invasores extranjeros. El problema con este supuesto es que todos los pueblos, desde la prehistoria, se han desplazado a tierras que no eran suyas o que otros también reclamaban, de manera que tuvimos que escoger un momento arbitrario, una especie de “año cero”, a partir del cual se estableció quién era el dueño legítimo del respectivo territorio.

Basta desnudar estos supuestos para que retrocedamos a la barbarie, o más precisamente, a la brutalidad.

El Estado de Israel se fundó apenas en 1948, sobre un territorio que los judíos habían ocupado en tiempos bíblicos y donde la mayoría de la población era palestina. Este Estado fue una creación del movimiento sionista y las potencias ganadoras de la II Guerra a través de la ONU, básicamente ante el horror del Holocausto; esas potencias sin embargo le entregaron un pedazo de tierra indefendible, y en esa misma noche los ejércitos fantoches y corruptos de cinco países árabes atacaron a Israel, que logró derrotarlos.

Desde entonces hemos vivido un proceso de expansión territorial de Israel y éxodo de palestinos, en una guerra con escaladas, periodos de baja intensidad, negociaciones fallidas y cada vez más asimétrica: el poderío de Israel es aplastante.

Entre los palestinos, cada vez más aplastados, surgieron alas radicales, como Hamas, que utilizan esa arma inmunda que es el último recurso de los desesperados: el terrorismo que vimos el 7 de octubre, una expresión suicida de la ira, la Yihad, la ira santa de Alá, la que obliga al adversario a perder todo el pudor, la misma que le ha hecho perder a Israel el arma que los judíos habían utilizado durante siglos de persecución: el arma de la superioridad moral.

El derecho internacional y el derecho humanitario, que son una parte frágil de la frágil civilización, son los ausentes de ese choque brutal y asimétrico entre las iras santas de dos pueblos

Después de siglos de invocar la historia en su defensa, Israel se niega hoy a hablar de historia y excomulga al secretario de la ONU porque dijo que el ataque de Hamas se produjo en “un contexto”. El gobierno Netanyahu se limita al ataque brutal de este 7 de octubre y a revivir la ira de Yahvé, la irá arrasadora de la Biblia, la que hoy quiere matar a todos los terroristas, aunque para esto tenga que matar a muchos más palestinos.

El derecho internacional y el derecho humanitario, que son una parte frágil de la frágil civilización, son los ausentes de ese choque brutal y asimétrico entre las iras santas de dos pueblos que reclaman su derecho sagrado a una tierra a la cual los demás habitantes de la Tierra le debemos el regalo de la civilización.

Y no hay poder, ni hay ONU, ni hay autoridad moral alguna en el mundo que pueda detener este derrumbe. Es muy frágil nuestro mundo.

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