La invasión de Ucrania y las discordias entre Estado, nación y democracia
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La invasión de Ucrania y las discordias entre Estado, nación y democracia

Escrito por María Emma Wills
La invasión de Ucrania 2022

Detrás de las explicaciones radicalmente opuestas de la OTAN y de Putin sobre la invasión de Ucrania, hay supuestos erróneos o engañosos que deberán superarse para encontrar una salida aceptable para todos.

María Emma Wills Obregón*

Dos visiones excluyentes

La invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un punto de inflexión de lo que imaginamos posible. En medio de la incertidumbre y la perplejidad ante acontecimientos hasta hace poco impensables, se debaten interpretaciones históricas que buscan hacer inteligible lo que ocurre.

En algunos sectores prima el supuesto de que ésta es una batalla entre democracia y autoritarismo, derecho internacional y caos, bien y mal. Es el argumento que se expresa en boca del presidente Biden y de la mayoría de sus aliados europeos. Según esta mirada, la decisión adoptada por los círculos de poder rusos de invadir a Ucrania obedece a un impulso imperialista de vieja data que pone en jaque la seguridad global. Frente a la ruptura de las reglas internacionales de juego, Estados Unidos y sus aliados son los llamados a proteger el orden mundial, idea que se traduce en el apoyo a la resistencia militar de Ucrania, con una inyección de fondos y la imposición de drásticas sanciones económicas a Rusia.

Desde la orilla opuesta, otros sitúan la decisión del presidente Putin y el círculo que lo respalda en un contexto de mediano plazo, donde la invasión fue precedida por gestos desafortunados de  Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, gestos que fueron leídos por la cúpula rusa como amenazantes –la incorporación a la OTAN de cada vez más países vecinos a Rusia— o abiertamente insultantes –el menosprecio con la que fue recibida la propuesta de Putin en el año 2000 de crear una nueva alianza de seguridad que incorporara a la propia Rusia teniendo en cuenta la terminación de la Guerra Fría.

Con la llegada de los tanques rusos a territorio ucraniano y el bombardeo inmisericorde a sus ciudades, las dos posturas anteriores se están endureciendo cada vez más, alimentando una lógica de amigo/enemigo que hace muy difícil desescalar la guerra. En la era de las armas nucleares, este escalamiento lleva a situaciones inciertas que, querámoslo o no, pueden culminar en catástrofes planetarias.

En medio de la impotencia ciudadana –en circunstancias así, las decisiones se concentran aún más en los líderes políticos— quizás la postura más responsable sea la de resistir al guion maniqueo y pensar en lecturas que abran la puerta al desescalamiento del conflicto armado, señalando las grietas que se esconden en cada una de estas posturas.

Democracia vs. autoritarismos

No me cabe la menor duda que Estados Unidos, aun con sus problemas de racismo estructural y los procesos de concentración de la riqueza que ha vivido en los últimos años, es una sociedad mucho más pluralista y democrática que la rusa. Sin embargo, quienes argumentan que ésta es una batalla a muerte entre democracia y autoritarismo, olvidan que en ese país subsisten esferas que difícilmente se someten al escrutinio público y a la rendición de cuentas, dos pilares indiscutibles de la democracia.

Quizás la postura más responsable sea la de resistir al guion maniqueo y pensar en lecturas que abran la puerta al desescalamiento del conflicto armado.

En particular, el sector seguridad ha mostrado que no está dispuesto a someterse a las reglas de la transparencia que exige el canon democrático. Basta recordar cómo el Pentágono y las agencias de seguridad de Estados Unidos, con la aquiescencia de presidentes republicanos y demócratas, escondieron deliberadamente a la opinión pública informes que alertaban sobre la imposibilidad de que ellos ganaran la guerra en Vietnam. Sólo después de que muchos jóvenes fueran sacrificados en esa guerra sin futuro, los ciudadanos y las ciudadanas se enterarían de la existencia de estos análisis, gracias a la valentía de quienes trabajaron en ellos y a periódicos independientes que tuvieron la entereza de publicarlos.

Esto, para no mencionar la implicación de organismos de seguridad norteamericanos en operaciones encubiertas en distintos países, que nunca se hicieron públicas y no fueron sometidas a controles y contrapesos.

Así que frente a quienes sostiene que esta guerra confronta a limpias democracias y sucios autoritarismos, habría que recordar, y sí que los sabemos los latinoamericanos, que aún Estados Unidos con sus fortalezas democráticas, no escapa al hecho de que en los entramados que configuran sus aparatos estatales, existen áreas opacas, reticentes a la rendición de cuentas y a la deliberación pública.  En otras palabras, hoy sabemos que entre regímenes democráticos e instituciones estatales existe un difícil matrimonio, atravesado de discordias.

La invasión de Ucrania 2022
Foto: Twitter: Zelensky - La guerra se ha convertido en un propósito nacional respaldado por miles de ciudadanos de un lado y otro de las fronteras.

El llamado patriótico de Putin y la guerra como constructora de nación

Con el fin de justificar la invasión, Putin ha argumentado que Ucrania no existe y que es una ficción inventada por decisiones erradas de algunos líderes que lo antecedieron. La Madre Rusia, la que proviene de un pasado glorioso, reclama sus orígenes, y esos orígenes, según el líder ruso, se encuentran en los territorios ucranianos.

Sin embargo, Putin olvida que toda nación se funda en la imaginación, una imaginación que, cuando circula de generación en generación a través de políticas y dinámicas sociales de memoria, inspira intensos sentimientos y vínculos de pertenencia.

Lo que la guerra en Ucrania ha puesto en evidencia es que, así como la guerra construye Estados, también sirve para aglutinar naciones. Antes de la guerra se hablaba de un este pro-ruso y un occidente ansioso de pertenecer a la Comunidad Europea. Esta diferencia se expresaba tanto en el idioma dominante en cada región como en las preferencias políticas y los patrones de votación. Pero, si la comunidad imaginada nacional ucraniana era, como toda nación, un frágil consenso de diferencias, con la invasión rusa, el país encontró su destino histórico. Con cada nueva atrocidad, con cada nuevo bombardeo, con cada fosa común que deje el paso del ejército ruso, Ucrania se hace más Ucrania.  El sentimiento nacional, aguijonado en el dolor y la rabia, se ha convertido en patriotismo, es decir en convicción de estar dispuesto a dar o quitar la vida para salvar la patria.

Arrinconar o tender un “puente de oro” (a Golden Bridge)

Aunque la mayoría de jefes de Estado dicen estar actuando para evitar una tercera conflagración mundial, no veo signos claros de esta motivación en las intervenciones de unos y otros.

El drama que rodea la invasión de Ucrania consiste en que a medida que se aleja la posibilidad de una concertación, aumenta el saldo de muertos en combate, asesinados, torturados, masacrados.

Biden en varias entrevistas, ha dicho que Putin es un “carnicero”, un “dictador asesino”, un “matón puro”, apelativos que no hacen sino reforzar la espiral de amigos/enemigos. Por su lado, Putin llama al presidente Zelensky y a su círculo más cercano banda de “neonazis y drogadictos”. Y para cerrar el círculo, el presidente Zelensky se refiere a Putin como un criminal de guerra y a las Fuerzas Militares rusas como genocidas.

Cuando oigo estos lenguajes, como colombiana, sé que ellos no abren la puerta a una negociación sino que alimentan los odios y azuzan el conflicto. Con cada nuevo insulto, cada actor, además de perseguir intereses estratégicos, se juega su honor y su reputación. Al final, solo queda como salida honorable la derrota absoluta del enemigo. Cada bando quiere hacer morder el polvo a su opositor.

Pero cuando los actores enfrentados se preparan genuinamente para una mesa de negociación, intenta construir un “puente de oro” que permita una retirada honorable para todos los contendores.

Pero éste no es el caso. El drama que rodea la invasión de Ucrania consiste en que a medida que se aleja la posibilidad de una concertación, aumenta el saldo de muertos en combate, asesinados, torturados, masacrados.  El horror de la guerra parece incontenible.

Además, lo queramos o no, Rusia es una potencia militar que cuenta con un arsenal de 5977 ojivas nucleares y la OTAN con 5943, cifras estas que deberían llevar a pensar que la estrategia de “arrinconar” al enemigo puede tener costos muy altos, no solo para los directamente involucrados sino para el planeta entero.

La orfandad política del momento

Las voces matizadas que intentan tender puentes son vistas con sospecha. Ni los intelectuales norteamericanos que abogan por desescalar el conflicto, ni los poquísimos ucranianos que se niegan a empuñar las armas, ni los rusos que ven en esta guerra el robo de un futuro para los jóvenes enviados a las trincheras, tienen mayor resonancia en los círculos de poder o en la opinión de los países enfrentados.

Los odios se han tomado las calles. La guerra se ha convertido en un propósito nacional respaldado por miles de ciudadanos de un lado y otro de las fronteras. El ángel de la historia anuncia un futuro en ruinas.

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