Es un fenómeno extendido, creciente, persistente y de graves consecuencias para todos. Por eso este abecé sobre las mediciones, las modalidades, las incidencias, las implicaciones y las raíces profundas de un problema esencial para Colombia.
Juan Carlos Guataquí*
¿Qué se sabe sobre la informalidad?
En días pasados el DANE publicó los resultados de su última encuesta laboral, según los cuales la tasa de informalidad (proporción de personas ocupadas en actividades informales en relación con el empleo total) para las 23 ciudades principales es del 48,2 por ciento, y del 47 por ciento para las 13 principales ciudades.
Se sabe que la informalidad laboral es uno de los problemas con más ramificaciones y consecuencias en la política económica y social del país. Es un fenómeno que ha sido analizado muy extensamente, pero no intensamente, a profundidad. Aún no existe un consenso sobre sus causas, debido en gran parte a las preconcepciones de los analistas.
En Colombia las primeras mediciones del fenómeno de la informalidad laboral se dieron a mediados de la década de los 1990s, y la información recopilada al respecto ha venido aumentando en cuanto a frecuencia, profundidad y oportunidad. Irónicamente, cada vez sabemos más sobre el fenómeno, pero al mismo tiempo el mismo es cada vez más preocupante.
La informalidad laboral ha demostrado ser persistente: no se reduce durante los auges económicos y exhibe patrones regionales extremadamente diferenciados. Es mayor en ciudades intermedias (por ejemplo, Cúcuta, 69,7 por ciento, Sincelejo, 65,4 por ciento…) y es enorme en las zonas rurales.
Es importante reconocer que la informalidad laboral no necesariamente es una situación involuntaria. El análisis teórico de la informalidad laboral ha venido gravitando de forma creciente en torno a dos conceptos que demarcan su carácter voluntario o involuntario: los conceptos de “salida” (individuos para quienes una situación laboral informal resulta ser una “salida” voluntaria o una estrategia conveniente para ganarse la vida) y de “exclusión” (personas que efectivamente tienen que “rebuscarse” y emprender una actividad informal para obtener algún ingreso). Todo trabajador independiente que haya esperado largos minutos en el call center de una empresa aseguradora para pagar sus aportes a salud o a pensiones, conoce la muy seria tentación de optar por la “salida” de la informalidad laboral, evadiendo el pago de estos aportes.
En un artículo académico que publicamos con Andrés García Suaza y Mauricio Rodríguez Acosta, intentamos establecer las características esenciales de la informalidad laboral es decir, los patrones más recurrentes que reviste este problema. A riesgo de ser extremadamente sintético, pueden resaltarse los siguientes hechos reconocidos de la informalidad laboral:
- Afecta más a las mujeres que a los hombres.
- En términos de su posición ocupacional, es más común entre trabajadores independientes.
- Los sectores económicos con mayor informalidad laboral son el comercio y la construcción.
- Las ciudades intermedias, en particular las fronterizas y relativamente lejanas del eje de las cuatro principales (Cali, Medellín, Barranquilla y Bogotá), exhiben tasas de informalidad más elevadas.
- Está muy asociada con los bajos niveles educativos y de experiencia laboral. Entre menor sea el nivel educativo, mayor será la informalidad.
- En relación con la edad, exhibe una forma de U invertida, ya que los mayores niveles de informalidad se dan entre las edades de 12 a 17 años, y de más de 61 años, mientras que el mínimo de informalidad se registra entre los 25 y los 35 años de edad.
- En términos de seguridad social, la informalidad es particularmente grave en cuanto no cotizar al riesgo de pensiones, seguido por el de salud en régimen contributivo y finalmente por el de salud en régimen subsidiado.
Graves consecuencias
![]() Trabajo informal. Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá |
En términos concretos, ¿cuáles son los efectos de la informalidad laboral?
Esos efectos dependen en mucho de si se trata de trabajadores informales por la vía voluntaria (salida) o por la involuntaria (exclusión). Con las encuestas existentes en Colombia es muy difícil diferenciar los trabajadores que optan por la informalidad como salida de aquellos otros que la sufren por exclusión, y sólo recientemente se han logrado avances al respecto Incluso así, puede decirse sin dudas que la exclusión es un motivo muchísimo más frecuente que la salida.
Por otro lado, hay que decir que los problemas asociados con la informalidad tienen a ser severos y de larga duración es decir, que no se trata de un fenómeno menor ni pasajero. Se trata de problemas considerables, de efectos permanentes e inclusive crecientes.
La informalidad laboral no necesariamente es una situación involuntaria.
Consideremos, como punto de partida, el efecto sobre las pensiones. La informalidad laboral implica el no pagar las cuotas o aportes para el seguro o la seguridad social. Esto hace que en Colombia el porcentaje de personas en edad de retiro que cuenta con una pensión sea muy bajo, y que también sea bajo el porcentaje de trabajadores que aporta para su pensión -con lo cual la cobertura del régimen pensional no podrá aumentar de manera sustantiva-.
Lo anterior se refiere sobre todo a los trabajadores que aportan bajo el régimen de ahorro individual, es decir principalmente a quienes están cubiertos por los fondos privados de pensiones. En el caso de los trabajadores cobijados por el régimen de prima media (el de la actual Colpensiones) el problema tiene otras ramificaciones:
- La insuficiencia de los recaudos actuales para pagar las futuras pensiones de vejez;
- La imposibilidad de operar un modelo sostenible a lo largo del tiempo (los aportes de los jóvenes financiando la pensión de los viejos), y
- El desequilibrio fiscal que implica cubrir con aportes del Estado la falta de reservas pensionales generada por la carencia de aportes.
Pasemos a analizar el régimen de salud. El sistema actual fue establecido mediante la Ley 100 de 1993 (aunque también cabe considerar la Ley 344 de 1996). En esencia, el sistema contempla dos regímenes: uno para las personas con capacidad de pago (contributivo) y otro para aquellos que no tienen capacidad de pago (subsidiado).
El escenario fundamental de largo plazo que sirvió de base para el diseño inicial del sistema suponía una relación de 70 por ciento de afiliados bajo el régimen contributivo y de 30 por ciento bajo el subsidiado. Pero la relación real ha sido caso exactamente la contraria.
¿Cómo se relacionan los regímenes en salud con la informalidad laboral? El régimen contributivo corresponde sobre todo a los trabajadores formales que en principio tienen capacidad de pago, mientras que gran parte de los informales obtienen los servicios del régimen subsidiado. Pero además existen muchos trabajadores cuyos ingresos reales los harían clasificar bajo el régimen contributivo, pero que aprovechan su clasificación en el Sisbén para disfrutar del régimen subsidiado.
Un escenario de 70 por ciento bajo régimen contributivo y 30 por ciento bajo régimen subsidiado reflejaba la esperanza de un sistema de salud sólido y básicamente autofinanciado. Pero la informalidad laboral implica que un porcentaje muy alto de los trabajadores no puede o no quiere aportar a la seguridad social; y como gran parte de los informales son trabajadores por cuenta propia no hay tampoco un patrón o un empleador que contribuya con su cuota respectiva.
Desde la década de 1990 Colombia adoptó un enfoque de política laboral basado en la flexibilización esto es, en la reducción de los costos laborales para aumentar la competitividad nacional en una economía globalizada. Uno de los principales mecanismos de flexibilización fue la llamada “tercerización” – o contrato del trabajador a través de “cooperativas” u otros intermediarios- y por ende aumentaron los trabajos “por cuenta propia” a desmedro del empleo asalariado.
La tensión entre un modelo de seguridad social basado en el empleo asalariado y una estrategia de competitividad basada en reducir los costos laborales ha llevado al riesgoso escenario de recargar tributariamente el empleo asalariado y los ingresos laborales de la población formal para financiar los componentes asistenciales de la seguridad social.
¿Cómo saber más?
![]() Régimen Contributivo. Foto: Dadis Cartagena |
La complejidad y persistencia de la informalidad laboral han llevado a ampliar el marco analítico y a analizarla junto con otras formas de informalidad: la empresarial (evasión de impuestos, conexiones piratas a los servicios públicos, baja bancarización) y la locativa (asentamientos informales). Los aspectos económicos de la informalidad obedecen a aspectos más complejos, de orden sociológico y legal.
Es posible que el énfasis economicista sobre el concepto de capital (humano y social) haya impedido estudiar la informalidad desde un aspecto clave de la sociedad colombiana, que los sociólogos conocen como “anomia”. La anomia (del griego, “falta de normas”) es un fenómeno psicosocial que según la tesis clásica de Robert Merton se debe sobre todo al desajuste entre las metas u objetivos que desean las personas (fines) y las normas culturales sobre cómo alcanzar dichos objetivos (medios).
No se trata de un fenómeno menor ni pasajero.
En esencia, la falta de cohesión en torno a valores y normas puede llevar a que los fines importen más que los medios, y a que la presión por lograrlos gaga que el individuo no cumpla con las normas. Analizar la informalidad como una manifestación de anomia implicaría un trabajo interdisciplinario que ha estado ausente en la literatura colombiana, y es un enfoque que aportaría bastante a la explicación transversal de los tres tipos de informalidad que hemos identificado: la laboral, la empresarial y la de asentamientos.
* Profesor de la Facultad de Economía y miembro del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario (LaboUR)