Soy amigo de que Colombia tenga un banco central autónomo. Pero éste debe estar sujeto a un mejor examen público.
César González Muñoz
Una tasa de cambio en el lugar equivocado puede destruir grandes porciones de la organización económica. Si la corrección se demora, muchos de quienes han mordido el polvo no estarán desmayados sino muertos, con costos colectivos irrecuperables.
Es trivial decir que la salida está en ser como China o Singapur, o en darle un volantín al "modelo" y eliminar la ortodoxia dominante de la faz de la tierra. Y siéntese a esperar. O siéntese a esperar que el dólar vuelva a su pedestal de divisa superpoderosa y gane valor en todo el mundo. Es también trivial promover una suerte de darwinismo social y decir que los productores de bienes transables deben bajar los costos, aumentar la productividad y ser más "competitivos" (mejor si es con cargo al tesoro público) para ganarle el pulso a una tasa de cambio degolladora.
El papel que juega el Banco de la República en las instituciones políticas está definido en la Constitución y la Ley. Pero, más allá de los textos, el banco central se ha ganado en la mente colectiva del "establishment" un estatus de intangibilidad que no tienen otros bancos centrales independientes del mundo. Y por ello la deliberación pública sobre las ventajas y los costos de su política no tiene la calidad debida.
Soy amigo de que Colombia tenga un banco central autónomo. Pero éste debe estar sujeto a un mejor examen público. Es verdad, además, que esta carencia no es estimulada por el Banco; es más bien el resultado de la falta de información completa sobre otros mundos posibles en el contexto de una banca central independiente.
Creo que el centro del problema está en la clase de política monetaria que ejecuta el Banco. Éste lo dice claramente: "Dentro de una política monetaria de Inflación Objetivo como la que se practica en Colombia, se debe evaluar si una política de intervención cambiaria es coherente con el logro de las metas de inflación. Adicionalmente, se debe evaluar si la política de intervención es consistente con el esquema operativo de una estrategia de Inflación Objetivo." http://www.banrep.gov.co/politica_cambiaria/index.html#con.
Lo anterior significa:
1. El objetivo de inflación que propone el Banco de manera autónoma es sobre determinante; 2. Si la inflación proyectada es inferior al Objetivo, es factible comprar divisas "para atenuar la apreciación" del peso; 3. Si es superior, "el Banco Central tendría que compensar la expansión resultante de su intervención cambiaria, mediante operaciones de contracción monetaria." Pero 4. Estas operaciones tienen un límite impuesto por su costo en el balance del Banco, y pueden generar una escalada de intervenciones cada vez mayores, con tasas de interés crecientes; y 5. En determinadas circunstancias, esta intervención puede inducir mayores entradas de divisas, derrotando así el propósito de "atenuar la apreciación" del peso.
En la bitácora de esta política está presente también, en el caso colombiano, una evidente reticencia a imponer controles a la entrada de capitales que llegan a beneficiarse de rendimientos atractivos. Así pues, la política monetaria colombiana tiene unos imperativos que el Banco de la República observa y cuida celosamente.
Un debate público de calidad entraría a examinar, de fondo, la llamada política de inflación objetivo. En el estado actual de cosas, el Banco mantendrá amarradas sus manos en materia de intervención cambiaria y la suerte de la tasa de cambio dependerá de lo que haga el gobierno nacional, que es gran aportante a la oferta de divisas extranjeras por la vía del endeudamiento externo. Y dependerá de la suerte del dólar en el ancho mundo, y de la fuerza del darwinismo social mencionado arriba. Habrá más muertos que desmayados.
*Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí.