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La hora del saber

Escrito por Hernando Gómez Buendía

Hernando Gomez BuendiaInvitación y explicación del director de Razón Pública a las autoras, autores, lectores y lectoras que forman nuestra comunidad.

Hernando Gómez Buendía*

Estamos, como siempre, en manos de la naturaleza, pero también y como nunca estamos en manos del saber.

Naturaleza

La naturaleza no es amiga o enemiga. No tiene por qué serlo. Son el cosmos y el planeta con sus leyes y su historia, que nosotros, como especie, hemos sido capaces de controlar o aprovechar para el progreso formidable de los últimos milenios.

Por eso al lado de las cosas que nos han sido útiles o hemos sabido aprovechar (el oxígeno o las plantas o la ley de gravedad), hay procesos y hay eventos que nos amenazan o nos han amenazado desde siempre. Un asteroide gigante (como el de hace 65 millones de años), una explosión solar (hace apenas ocho años hubo una que estuvo a punto de destruir la Tierra) …o un virus como el SARS-Cov-2 que hoy nos tiene arrinconados.

Algunas de esas amenazas son causadas o ayudadas por nosotros –el cambio climático, la guerra nuclear…- y eso comprueba que los seres humanos podemos -además- ser víctimas de nuestra propia estupidez.

Siguiendo con las epidemias, los virus y otros patógenos son más viejos que la especie, y a veces han producido catástrofes demográficas: la Peste Negra y su pico de 1347-1351, con entre 75 y 200 millones de cadáveres; el H1N1 de origen aviar que causó la influenza de 1918 y entre 20 y 50 millones de muertos…o inclusive la “hecatombe demográfica” de hasta ¡un 90 por ciento! de los americanos debida a la viruela y demás infecciones que trajeron los conquistadores.

Pero aún en estos casos extremos, la naturaleza también nos ayudó. Puede ser que algunos, quizá la mayoría, tengan los genes que los inmunicen o hagan menos grave la infección; el homo sapiens también evoluciona y trasmite esos genes ventajosos a su prole…y está, por fin, el “efecto manada” cuando son tantos los sobrevivientes ya contaminados que la pandemia deja de expandirse.

En todo caso nuestra especie sobrepasó todas esas epidemias. Y hasta hace poco lo hizo sin ayuda de la ciencia.

Pandemia

De la Covid19 cabe decir que no será una catástrofe demográfica de proporciones comparables a las anteriores -precisamente porque tenemos más ciencia-.

Y además porque las cifras hasta ahora indican que la mayoría de la gente no se contamina o es asintomática (China reporta hoy 82 mil casos comprobados, menos de uno entre diez mil habitantes), que la tasa de mortalidad mundial entre casos comprobados ronda el 3%, y la mortalidad entre los hospitalizados está en el orden del 15%.

Los hechos anteriores importan porque ellos implican que la emergencia será pasajera. Esto hace y hará más tolerables las medidas extremas que se necesitan, y también nos invita a mantener la mirada hacia el futuro y la esperanza.

La Covid19 es sin embargo una “pandemia” (término este que para algunos tiene implicaciones legales problemáticas) y que, sin tecnicismos, consiste en que ha llegado a muchos más países y amenaza por eso a muchas más personas que sus antecesoras del pasado reciente: la gripa asiática A(H1N1) de 1957-58, el VIH-Sida desde 1981, la influenza porcina (H1N1) de 2009-2010, el Ébola en el África de 2014-2016, el Zica sobre todo en América Latina a partir del 2015….(la OMS llamó “pandemias” a algunas de estas infecciones).

El COVID- 19

Foto: Framingham
El COVID- 19 ha copado nuestra agenda y nos ha puesto en manos del saber

La pandemia es una prueba de estrés máximo para cada habitante del planeta, para cada sociedad y para cada Estado

Esa mayor intensidad explica los daños objetivos y también la reacción sin precedentes desde todos los rincones del planeta –así esta vez la reacción tenga de nuevo que los países ricos y los blancos y el sexo masculino y las personas viejas que tienen la riqueza se vean esta vez tan gravemente amenazados-.

Ciencia

Pero además de lo que ayude la naturaleza, hoy, más que nunca, necesitamos entender que la única esperanza que tenemos cada uno de nosotros, y cada sociedad y cada Estado tiene un nombre: la ciencia.

La ciencia y solamente la ciencia salvará a la humanidad cuando encuentre la vacuna o cuando, más temprano, vaya encontrando los medicamentos. La ciencia nos ha indicado las medidas de higiene, aislamiento y precaución individual de las cuales hoy dependen nuestras vidas.

La ciencia -aunque sea menos firme- tiene también que ser la base de las acciones colectivas y de las medidas del Estado, desde cómo asignar los recursos o proveer los alimentos o procesar a los pacientes o manejar los brotes de violencia o recuperar la actividad económica.

Es la hora de pasar por encima y desterrar del todo las ideologías. La ideología, por ejemplo, de Trump, con su obsesión de que Estados Unidos es la víctima, su deseo de que el día de la Pascua se llenen las iglesias y su pensar en la próxima elección a costa del país. La ideología de un López Obrador, con su “saber tradicional”, sus “amuletos”, su compromiso de no aumentar el gasto, su invitación a que “sigan llevando la familia a comer”. La ideología de un Jair Bolsonaro: “los brasileños no se infectan ni saltando en las cloacas”, “la cuarentena que declararon en Sao Paulo es histeria”. La de Boris Johnson en el Reino Unido, con su apuesta inicial e irresponsable por el “efecto manada”. También, en nuestro caso, la de negarse a conversar con Maduro o el presidente del país vecino donde la pandemia golpeará más duro (estupidez esta que Trump ha reforzado con sus cargos a Maduro en este exacto momento).

Fortalezas y debilidades

La pandemia es una prueba de estrés máximo para cada habitante del planeta, para cada sociedad y para cada Estado, una prueba que cada quien enfrenta con las debilidades y las fuerzas que tenía: su edad, su estado de salud, la ciudad donde vive, los ahorros que tiene, los alimentos que tenía en el hogar..; la condiciones de residencia, trabajo y convivencia peculiares de cada familia; la riqueza o pobreza del país, la capacidad de sus instituciones, la estructura de edades, la fortaleza del sistema de salud, la solidaridad o el individualismo de su sociedad…

Por eso cada quién debe identificar las cosas que no dependen de sí mismo y hacer muy bien las cosas que sí dependen de cada individuo, familia, empresa o gobierno. También por eso las ideologías son un gran estorbo: la persona que no se lava las manos porque para qué, la comunidad que se congrega en una iglesia en lugar de rezar desde sus casas, la empresa que no cierra el aeropuerto para no perder plata, el país que demora en tomar las medidas, el mundo dividido por ideologías y su G-20 que no coordina nada.

pandemia

Foto: Gobernación de Boyacá
Esta pandemia es una gran prueba de estrés para el mundo, que cada uno enfrenta con lo que tiene.

Colombia, como todos, tiene sus fortalezas- incluyendo la ventaja de que tuvimos preaviso de dos meses y podemos aprender de la experiencia ajena, una población relativamente joven, un seguro de salud universal en teoría (97% de aseguramiento), algunos mecanismos imperfectos para llevar los auxilios a quien más los necesita (Sisbén, familias en acción…) y, no menos, de tener un presidente que no está buscando votos y se deja asesorar.

Y, como todos, tenemos desventajas –en nuestro caso las obvias de un sistema de salud que hace aguas (aunque estemos menos mal que muchos otros: en 2019 ocupamos el lugar 65 entre los 190 países y territorios ordenados según el Índice de Seguridad en Salud), y el de que siete de cada diez trabajadores colombianos fueran ya desempleados, o informales o precarios (también aquí hay países mejores y peores).

Razón Pública

Por eso hoy más que nunca es la hora de escuchar a los que saben. A los que sean más capaces de traer la ciencia y aplicarla en función de su conocimiento de nuestras fortalezas y debilidades.

Nuestra especie sobrepasó todas esas epidemias. Y hasta hace poco lo hizo sin ayuda de la ciencia.

Es la hora de que quienes creen saber tengan la lucidez y la modestia de decir solo lo que saben.

Es la hora de silenciar las fake-news y las supercherías y los debates mezquinos y las imbecilidades conspirativas.

La hora de estudiar para aprender de cada hallazgo de los epidemiólogos del mundo y de Colombia, salubristas y biólogos y médicos y economistas y científicos sociales que sean capaces de saltar por encima de sus ideologías.

Es la tarea que intentamos e intentaremos cumplir desde esta plataforma y en la medida modesta de nuestras posibilidades.

Por eso la invitación a nuestros autores y a todos quienes sepan de verdad verdad. Trataremos de acogerlos y ayudarlos a que sus mensajes se comprendan más y se difundan más.

Por eso el pacto con las lectoras y lectores que ha sido nuestra marca y hoy debemos redoblar: información seria, pertinente, útil, comprensible, pluralista y colombianizada.

No menos pertinente o útil en los días, semanas o hasta meses difíciles que siguen: una sección ampliada de poesías, memes, reseñas, sugerencias de lectura y de las muchas cosas buenas que nos ayuden a o inclusive nos permitan disfrutar la cuarentena.

* Director y editor general de Razón Pública.

 

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