Es necesario revisar y repensar la historia. A veces sus protagonistas no son tratados bajo la lógica de la guerra, y esto ocurrió con dos militares españoles.
Vladimir Montaña*
El enemigo español
El día de la independencia se celebra generalmente con la exaltación de los próceres de la patria, y salen a relucir bustos de bronce, largas patillas y ensortijados pendones colgando de unas hombreras sujetadas a unas chaquetas ombligueras de botones brillantes.
¿Pero qué podemos decir de los enemigos? ¿Eran los españoles todos igual de perversos? ¿Defendían al rey con la misma vehemencia? ¿Eran españoles los que peleaban del lado español?
En el aniversario del 7 de agosto, cuando conmemoramos la Independencia de Colombia, quisiera referirme a dos militares realistas, ambos asturianos, Rafael del Riego y José Tomás Bovés, nacidos con sólo dos años de diferencia, quienes nos invitan a romper con la simplificación del “español” en tiempos de la independencia.
Sus orígenes sociales, su ideología, su lealtad de clase y su papel en la Independencia expresan la complejidad del personaje guerrero y muestran la flexibilidad ética de ese enemigo español cuya derrota hoy conmemoramos.
José Tomás Bovés
Bovés, muy conocido en Venezuela y a quien podríamos considerar el “Pablo Morillo” al encarnar el papel maligno del enemigo español, es un personaje contrastante que, sin embargo, pudo entender las inequidades de raza, clase y propiedad de una Venezuela en la que Bolívar era claramente el antagonista.
Sin formación militar, Bovés acabó por conformar un ejército de miles de desarrapados que luchaban por un pedazo de tierra (que en efecto les era entregada) contra un ejército de uniformados de blancos americanos revelados contra la Corona de don Pepe Botellas, como se conocía a José Bonaparte, hermano de Napoleón, quién fuera rey de España durante el tercer lustro del siglo XIX.
La cercanía de Bovés con el pueblo llano contrastaba con los militares criollos. Había sido un pequeño comerciante y carente de cualquier abolengo, siempre estuvo rodeado de las gentes excluidas del régimen colonial en las pulperías, como se llamaba entonces a las plazas de mercado en Venezuela.
Acusado de los peores crímenes, Bovés fue parte de una guerra degenerada que no se sabe con certeza quién comenzó; hay quienes sostienen que la llamada guerra a muerte (fusilamiento a prisioneros, asesinato de no combatientes, saqueos, violencia sexual y todo tipo de manifestaciones de la degradación) comenzó por órdenes de Juan Vicente Campo Elías, oficial subalterno de Bolívar.
La cercanía de Bovés con el pueblo llano contrastaba con los militares criollos. Había sido un pequeño comerciante y carente de cualquier abolengo, siempre estuvo rodeado de las gentes excluidas del régimen colonial en las pulperías

Bovés, que sin duda fue el más notorio exponente de los crímenes de guerra a comienzos del siglo XIX, tuvo sin embargo una particularidad en sus métodos: prometía (y daba) tierras a los negros, pardos y mulatos que se unieron a su ejército.
Rafael del Riego
Rafael del Riego fue, a todas luces, un militar español antítesis de Bovés. Del Riego era un aristócrata que en su juventud fue miembro de la connotada Guardia de Corps, como se llamaba al cuerpo de militares de mayor estatus social.
Combatió contra Francia, y tras la restauración de Fernando VII fue ascendiendo hasta convertirse en comandante de uno de los batallones que se levantó en armas, negándose a llevar a cabo la reconquista de América.
Del Riego es fundamental en historia en España, y a decir verdad no sabemos cómo su levantamiento es tan poco conocido en nuestros libros de historia. No solamente hizo un levantamiento que evitó arrebatar a Bolívar la Gran Colombia, sino que, marchando hasta Madrid, logró deponer al rey e instaurar un régimen republicano que duró solo tres años.
Del Riego se nos aproxima al personaje bien pensante, liberal, heroico, y fiel a sus convicciones, y que, como los caídos en la patria boba, terminó ahorcado cuando la monarquía regresó a España.
Aunque del Riego no puso un pie en América, su célebre Pronunciamiento de 1820 fue mucho más importante que varias batallas con miles de muertos. En aquel discurso, se excusó con sus hermanos españoles de América, los criollos, a los que definitivamente reconocía como parte de una misma nación, y dijo:
“Sí, a vosotros os arrebatan del paterno seno, para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con solo reintegrar en sus derechos a la Nación española. La Constitución, sí, la Constitución, basta para apaciguar a nuestros hermanos de América”.
El pronunciamiento de Riego, y su defensa al hermano criollo español, contrasta con otro pronunciamiento proferido hacía unos cuantos años, en 1813 por Tomás Bovés, y que es conocido como el Bando de Guayabal, donde, respondiendo el Decreto de Guerra a Muerte de Bolívar, ordenó dar tierras a los combatientes de su ejército y liquidar –por supuesto- a todos sus enemigos.
Pensar la historia
Fue en medio del Bando de Guayabal, y del Decreto de Guerra Muerte, que Antonio Ricaurte terminó en átomos volando en San Mateo. Las guerras de independencia deberían, quizás, permitirnos escribir un volumen titulado “próceres psicópatas”, y reconocer en otro volumen a quienes, como Del Riego, no dieron la batalla por honor.
Aunque del Riego no puso un pie en América, su célebre Pronunciamiento de 1820 fue mucho más importante que varias batallas con miles de muertos
Aunque algunos historiadores asumen que lo de Bovés era un populismo del siglo XIX, es claro que su estrategia de repartir tierras funcionó militarmente, y coadyuvó a la derrota y expulsión de Bolívar en aquella época de la guerra.
No obstante, independientemente de sus motivaciones, su figura es, desde otro punto de vista, emancipadora, siendo incluso reconocida por el propio Hugo Chávez (el más bolivariano de los bolivarianos) en un discurso en 2012.
Hemos hablado de dos españoles peculiares y, en cierta forma, cercanos al mundo americano. Del Riego legitimaba a los españoles americanos reconociendo sus derechos y la igualdad que les cobijaba. No hablaba sin embargo de los indígenas, negros y mulatos americanos: ellos no eran parte de la nación española, y tal vez no conoció a ninguno de ellos como sí lo hizo con creses su paisano Bovés.
Sin embargo, los dos representaban al mismo tiempo la libertad, la dominación y la pervivencia del aterrador régimen colonial que poco cambió para indios, negros y mestizos.