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Con la Fiesta No Brava se moralizó la cultura

Escrito por Julián Guerrero
Alcaldes claudia lopez, no a la fiesta brava

Julian GuerreroEste fin de semana se acaba la Fiesta No Brava. Esta idea no produjo un gran cambio cultural, pero dejó claro el riesgo de utilizar la cultura como corrector moral.

Julián Guerrero*

La Fiesta No Brava

A su rueda de prensa sobre el comienzo de la Fiesta No Brava —la alternativa de la Alcaldía de Bogotá a la Temporada Taurina 2020— la alcaldesa Claudia López llevó un violinista para que tocara durante la charla. La presencia del músico era inusual y aunque fue bien acogido, su lugar en la rueda de prensa no se entendió bien hasta que el secretario de cultura, Nicolás Montero, lo señaló como ejemplo de lo que sería esa “fiesta de la vida”.

La Temporada Taurina 2020 concluye este fin de semana y con ella la Fiesta No Brava. Esta fiesta buscó hacer un contrapeso a la lidia mediante una agenda cultural llena de cine, literatura, música de cámara y varias actividades pedagógicas. El violinista en la rueda de prensa fue la promesa y el ejemplo de la manera como el Distrito acogería a quienes rechazan las corridas de toros y de cómo harían frente a una “fiesta de la muerte”.

Desde su campaña por la alcaldía de Bogotá, Claudia López y la bancada verde manifestaron su rechazo a las corridas de toros. Una vez en la alcaldía y antes de que comenzara la temporada taurina en Bogotá, López señaló que no se destinarían dineros públicos para las corridas. Esto fue un triunfo para los animalistas y antitaurinos que desde hace tiempo adelantan gestiones y desarrollan actividades artísticas en contra de esta práctica.

La lidia y las acciones en su contra ocurrieron sin ninguna dificultad y, como prometió la alcaldía, la fuerza pública no intervino.

Sin embargo, explicó luego la alcaldesa, el Distrito no podía cancelar las corridas porque estaba maniatado por un contrato firmado en la administración anterior y por un edicto de la Corte Constitucional. Con todo, y reiterando su rechazo a la tauromaquia, la alcaldía manifestó su apoyo a la Temporada Antitaurina y desplegó una agenda de eventos al mismo tiempo que las corridas de toros.

Pero, ¿funcionó esta Fiesta No Brava?, ¿logró ser una “fiesta de la vida” en contrapeso a la “fiesta de la muerte”? En los años anteriores se presentaron momentos tensos entre taurinos y antitaurinos. Las piedras volaban hacia los taurinos, mientras que los antitaurinos recibían mofas e insultos. En varias ocasiones tuvo que intervenir la fuerza pública.

Pero este año el ambiente fue de calma. La lidia y las acciones en su contra ocurrieron sin ninguna dificultad y, como prometió la alcaldía, la fuerza pública no intervino. Parece que la propuesta fue un buen ejercicio. Por un lado, quienes gustan de las corridas de toros pudieron entrar a estas sin ser amedrentados o amenazados. Por otro lado, quienes las rechazan disfrutaron de otros ejercicios culturales entre pares.

Sin embargo, el cambio no logró ser profundo. Por más que la Alcaldía reiteró su postura en contra de las corridas de toros, al final solo estableció un escenario ideal donde fanáticos y detractores difícilmente se encontraron. No hubo acciones de peso. Se restringió a los antitaurinos a la carrera séptima frente al Museo Nacional, donde su protesta no perturbaba las corridas.

Plaza de toros La Santa Maria

Foto: Alcaldía de Bogotá
Moralizar el asunto no sólo aumenta las tensiones sino que ignora la historia de la tauromaquia.

la manera en que se desarrollan eventos como la Fiesta No Brava, solo elude las tensiones, priva de potencial político al ejercicio en contra de la lidia

Suena exagerado, pero los conflictos entre taurinos y antitaurinos y el punto al que han llegado en años anteriores, revelan el estado de malestar en que se encuentra el debate sobre los toros. Dichos conflictos han demostrado que las manifestaciones y los performances tienen más impacto que las acciones culturales.

Esto no significa que el escenario ideal sea una pelea cuerpo a cuerpo entre ambas partes. Pero la manera en que se desarrollan algunos eventos como la Fiesta No Brava, solo elude las tensiones, priva de potencial político al ejercicio en contra de la lidia y establece un escenario ideal en el que no hay discusión ni enfrentamiento; sino gente contenta en sus posturas divididas.

Puede leer: Las corridas de toros: ¿quién tiene la razón?

Moralizar la cultura

Parece que es un asunto nacional moralizar la cultura para aliviar las tensiones. Pasa con las manifestaciones, frente a las que se dice que las acciones culturales son preferibles a la movilización y las vías de hecho. Pasa con los problemas entre países que algunos creen poder solucionar con conciertos en las fronteras. Pasa también con las corridas de toros, a las que sus detractores oponen piezas de Beethoven interpretadas por la filarmónica.

Lo que se planteó en la Fiesta No Brava como una desviación de la crueldad hacia ejercicios culturales más sanos, dedicados a la vida y a la condición humana, resultó siendo un ejercicio que difícilmente llevó a los taurinos a dejar la fiesta brava y perpetuó un canon cultural.

La cultura, tal como fue usada por el distrito, resultó siendo al mismo tiempo un placebo que eludió las tensiones y un agente moral. Por un lado, sirvió para evitar confrontaciones con las que la administración actual no tuvo que lidiar. Por el otro, estableció un escenario en que determinadas acciones culturales fueron presentadas como moralmente correctas (el cine, la literatura, la música de cámara) poniendo sobre la palestra pública a los taurinos y sus gustos.

Si la Fiesta No Brava hizo un contrapeso a la Temporada Taurina, no lo hizo desde la orilla de ofrecer una alternativa a aquellos que disfrutan de la lidia (que deberían ser el foco, pues ya la tauromaquia está más cercana a su muerte que otra cosa). Lo hizo oponiendo un ejercicio cultural “digno”, a fin a la “condición humana” y alejado de la bajeza de ver morir a un toro, como muchos antitaurinos leen la tauromaquia. Un ejercicio dedicado a ellos.

Que el distrito decida apoyar e incentivar algunas de las aproximaciones de los antitaurinos es un buen gesto en favor del fin de la crueldad hacia los animales. Pero la suya no fue una afirmación contundente en contra de las corridas, sino una manera de mantener el orden y el comportamiento ciudadano a través de la dignificación de determinados ejercicios culturales, mientras los taurinos siguen realizando la fiesta brava sin turbación alguna.

protesta contra el festejo taurino

Foto: Alcaldía de Bogotá
¿Moralización de la cultura?

Si el distrito no lleva a cabo acciones que fomenten un cambio verdadero, las distancias entre taurinos y los antitaurinos jamás podrán solventarse. Por más que los antitaurinos lo nieguen, las corridas de toros son un acto cultural. Esto no implica que no podamos ponerlas en tela de juicio, pero llevan tanto tiempo arraigadas a la historia del país, que el argumento moral difícilmente puede tumbar este ejercicio.

Vea en Razón Pública: Las corridas de toros y el patrimonio cultural colombiano

Muchos antitaurinos utilizan el argumento que las corridas de toros existen porque son gustos de una élite social que financia su perdurabilidad. Además, defienden iniciativas como la de la Alcaldía en las que la música de cámara y el cine de autor resulta una alternativa al consumo de élite.

Sin embargo, a quienes defienden que es mejor disfrutar un concierto de música de cámara sobre la carrera séptima que el toreo, se olvidan de que ambas hacen parte de un mismo sistema de gustos y que no son excluyentes entre sí. Al mismo tiempo, corren el riesgo de ignorar el protagonismo de las corridas de toros en las zonas rurales y llanos del país.

Hoy la tauromaquia está en declive y no hay forma en que escape a las discusiones sobre los derechos de los animales y el fin de su sufrimiento. Pero escoger la vía moral para sancionar aquellos que disfrutan de la lidia y su cultura no solo aumenta las tensiones, sino que reduce la tauromaquia a un ejercicio sin historia.

Otras formas pedagógicas que no eludan la tauromaquia, sino que la exploren y expliquen por qué ya no es viable o por qué debe ser debatida, pueden llegar a ser más impresionantes que la filarmónica tocando a Shostakovich sobre la carrera séptima.

* Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana, jefe de redacción en la revista Cartel Urbano donde trabaja temas de cultura en Bogotá y población LGBTI.

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