La fábrica del espacio: agua, modernidad e imaginación urbana - Razón Pública
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La fábrica del espacio: agua, modernidad e imaginación urbana

Escrito por Tatiana Acevedo

Playa Wansee en las costa oriental de Berlín en 1926.

Imagen del contacto

Cada población puede caracterizarse por su manera de relacionarse con el agua. Este libro analiza cómo -y por qué- distintas ciudades del mundo han construido una infraestructura y un imaginario propios alrededor del agua.

Tatiana Acevedo*

La fábrica del espacio: agua, modernidad y la imaginación urbana

Matthew Gandy

The MIT Press, 2014

Historias de agua

En La fábrica del espacio Matthew Gandy cuenta varias historias sobre el agua, la modernidad y la imaginación. En algunas de estas narraciones, el agua ha representado una amenaza o un peligro, en otras ha sido el vehículo de cambios en la vida cotidiana de cada hogar o de cada persona.

Son relatos sobre la urbanización de la naturaleza. Es decir, sobre el proceso desordenado de recomposición diaria del espacio en la ciudad (mediante el cual se deshacen las fronteras entre ciudad y predios rurales). Es un proceso, nos explica el autor, que va mucho más allá de la modificación del espacio, pues implica el surgir de nuevas relaciones de producción, consumo y cultura urbana.

El relato sobre Lagos pone en evidencia una geopolítica de intereses imperialistas sustentados en la investigación científica

¿Cómo hilar estas historias? Gandy le presta singular atención a las representaciones culturales del espacio. Específicamente, a las fotografías, pinturas, novelas, películas, documentales y poesías que dan cuenta de los sonidos, olores, conversaciones, secretos y rutinas de la ciudad.

Alcantarillas y piscinas

Gandy nos invita a observar las fotos del alcantarillado de Paris tomadas por Félix Nadar. Nos cuenta cómo las imágenes de un alcantarillado iluminado y limpio capturan no solo la transformación subterránea a partir de innovaciones tecnológicas, sino también los cambios en la forma de entender la naturaleza.

El alcantarillado fue ideado por el barón Georges Haussmann hacia finales de la década de 1850, bajo las órdenes de Napoleón III. Inicialmente se concibió un alcantarillado para aguas lluvias, pues para entonces el consumo de agua para higiene personal era casi nulo. Los baños existían únicamente en casas de ricos, hoteles y burdeles de lujo. Y los productos de defecación humana (que se hacía en letrinas y a veces en grupo) eran recogidos todas las noches y usados como abono en agricultura.

Sin embargo, a finales del siglo XIX, varios factores llevaron a la transformación del baño. El temor a las epidemias, la aparición de fertilizantes inorgánicos y una nueva aversión pública a los excrementos humanos introdujeron nuevas relaciones entre el agua y la ciudad. El olor de las heces dejó de relacionarse con fertilidad agrícola y comenzó a ser sinónimo de podredumbre. Poco a poco, las puertas de los baños comenzaron a cerrarse y cada vivienda tuvo que ser conectada al alcantarillado de aguas negras.

Mientras la historia de París ejemplifica los vínculos entre el agua y la higiene, la de Berlín durante la República de Weimar ilustra los nexos entre el agua, el placer y la democracia. En la Alemania de la década de 1920 florecían el cine y la arquitectura. Martin Wagner, comisionado de construcción de Berlín, dio prioridad a la edificación de piscinas y de parques, así como a la habilitación de los lagos,  porque pensaba que las diferencias sociales se suavizarían a través de las actividades compartidas. Para esto trabajó de la mano del comisionado de transportes, pues había que facilitar la movilidad de las clases trabajadoras para que pudieran llegar a disfrutar del agua.

Wagner afirmaba que el Estado debía tener cierto control sobre los mercados de finca raíz para prevenir la privatización del espacio público. Hacia 1930 llegaron a los lagos las tensiones políticas (se llegó inclusive a vender vestidos de baño con los logos de cada partido). Wagner, miembro del Partido Social Demócrata, fue uno de los primeros oficiales despedidos cuando los nazis tomaron el poder en 1933. Tras la llegada del nazismo a la gerencia de Wannsee, el administrador de la playa se suicidó. Días después se les prohibió a los judíos entrar a bañarse.

Lavandería al aire libre en una zona pobre de la ciudad de Mumbai, India.
Lavandería al aire libre en una zona pobre de la ciudad de Mumbai, India.
Foto: Cory Doctorow

Manglares y tubos

Si en Berlín de los años veinte el agua era para nadar, en Lagos de los cuarenta, el agua era para drenar. Gandy nos introduce a la historia reciente de Lagos, la ciudad más grande de África subsahariana, para hablarnos de la malaria y la interacción entre humanos, mosquitos anopheles y parásitos plasmodium. El agua tiene un papel especial en esa historia, pues la larva del mosquito, que porta los parásitos, se desarrolla en agua reposada.

Desde comienzos del siglo XX, cuando la malaria se propagaba en Lagos, la Corona inglesa se preocupó por proteger a los europeos. Sobre la base en recomendaciones científicas, se adoptó una política de segregación racial anti malaria. Para proteger la base aérea de Apapa (donde la enfermedad aquejaba a muchos soldados europeos), las autoridades decidieron drenar los manglares cercanos. Así, entre 1942 y 1947 se drenaron todos los cuerpos de agua del área metropolitana. Las comunidades indígenas cercanas a la base fueron catalogadas como focos de infección y desplazadas de sus tierras.

El relato sobre Lagos pone en evidencia una geopolítica de intereses imperialistas sustentados en la investigación científica, que intentó imponer su propia concepción sobre el orden urbano.

El problema emerge de las buenas intensiones de los ecologistas, pues con el “embellecimiento” y la falta de regulación vienen el aburguesamiento de estuarios y valles y el aumento de las desigualdades en la ciudad.

Como el de Lagos, el de Mumbai es un relato de segregación. Esta, nos dice Gandy, aumenta día a día pues iniciativas de “embellecimiento” de las ciudades indias han implicado el desplazamiento de población más pobre y la reorganización del mercado inmobiliario. Todas las inequidades e injusticias que caracterizan la vida en Mumbai se ven reflejadas en el acceso al agua potable (menos del setenta por ciento de la población tiene acceso a conexiones domiciliarias).

¿Qué explica esta baja cobertura? Por una parte, el Estado le sirve principalmente a  las clases medias, que poco se preocupan por la cobertura en los servicios de los pobres (mientras los ricos compran agua embotellada). Por otra parte, a diferencia de otras ciudades, en Mumbai las amenazas de salud pública no afectan a las clases medias ni altas (y esto permite la indolencia), pues los barrios pobres e informales están lo suficientemente aislados. Las últimas tres décadas se han caracterizado casi sin interrupciones por un enfoque urbanístico autoritario.


Barreras de inundación del Río Támesis.
Foto: Wikimedia Commons

Canales y murallas

Durante la mayor parte de su recorrido, el río Los Ángeles es delgadito y pasa escondido por un canal de cemento. En el pasado el río se usó para irrigación y consumo, pero en 1913, con la finalización del acueducto, Los Ángeles se hizo a otras fuentes de agua y dejó de necesitarlo.

Años después se llevó a cabo la industrialización del río y sus alrededores concentraron a la población obrera, mayoritariamente, latina, chicana y negra. El peligro de inundación en las tierras mantuvo bajos los precios de las tierras y consolidó estos patrones de vivienda.

Del río Los Ángeles el autor pasa al río Támesis. En el pasado Londres fue escenario de debates sobre cómo prevenir inundaciones. Finalmente, en 1972, se decidió construir una barrera que pudiera abrirse o cerrarse según el comportamiento del río. Pero a raíz del cambio climático se está elevando el nivel del agua y la barrera tiene que cerrarse con más frecuencia (en la década de 1980 se cerró 35 veces y en la del 2000 se cerró 80).

Hoy se proponen nuevos métodos de prevención de inundaciones y ha tomado fuerza el reverdecimiento del estuario del Támesis. La publicidad y los medios de comunicación suelen presentar esta desembocadura como una zona vacía y desordenada. Sin embargo, como en el caso de Los Ángeles, tales visiones estigmatizan a barrios populares que comienzan a ser desalojados una vez que se valorizan los terrenos. Así las cosas, un problema emerge de las buenas intensiones de los ecologistas, pues con el “embellecimiento” y la falta de regulación vienen el aburguesamiento de estuarios y valles y el aumento de las desigualdades en la ciudad.

Chikingunya forever

Uno de los elementos más interesantes del libro es el análisis de representaciones culturales para darle sentido a la ciudad (fotos de París, cine de Berlín, poemas de los Ángeles, novelas de Londres). Gandy, sin embargo, no acude a representaciones hechas en las dos ciudades del sur global incluidas en su libro: Lagos y Mumbai.

En el caso de Lagos, el autor argumenta que no encontró ninguna representación de “la vida cotidiana de los pobres” y que se vio obligado a hacer una “historiografía de esta ausencia”. Teniendo en cuenta que los relatos sobre Lagos y Mumbai tienen lugar en el hoy o en el pasado reciente, cabe preguntarse si el autor simplemente no buscó lo suficiente, pues hubiera podido buscar estas representaciones en otras experiencias artísticas: en la música, las caricaturas, los grafitis, las comedias o telenovelas.

Si quisiéramos, por ejemplo, pensar en representaciones nacionales que capturen la vida cotidiana en situaciones de falta de agua, inundaciones o enfermedades transmitidas por mosquitos criados en agua posada, podríamos acudir a más de ocho canciones sobre la vida cotidiana con el virus del Chikungunya.

Estas han sido entonadas en ritmos de champeta, vallenato y tropical. Existen canciones que en República Dominicana, Jamaica y Venezuela hacen descripciones similares en reguetón, reggae o joropo. Cada tonada tiene su video donde se captura  la vida rutinaria de barrio citadino.

Hoy existen grafitis en la ciudad de Cúcuta que aluden a esa misma enfermedad, donde aparecen mosquitos, se pide más atención de las autoridades o se rebautiza  a la  ciudad como Chikun-Cúcuta. Por último, y si se trata es de revisar el pasado, puede analizarse el proyecto de memoria “Arroyos de Barranquilla” donde los estudiantes de un colegio distrital recogen los recuerdos urbanos sobre las fallas de drenaje y las consecuencias de arroyos en las localidades del sur de esa ciudad.
 

* Estudiante de doctorado en Geografía de la Universidad de Montreal.

 

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