Por qué necesitamos mantener la cuarentena.
Hernando Gómez Buendía*
A resistir
Esta es una carrera de resistencia.
Las personas, las familias, las ciudades y los países que estaban mejor preparados o que sean más capaces de aguantar, serán los que mejor o menos mal surcarán el naufragio y los que quedarán mejor posicionados para seguir jalonando la historia de la humanidad.
La carrera es angustiosa porque la pandemia y sus remedios están destruyendo vidas y asolando economías con una velocidad arrolladora. Pero hay otro hecho igualmente incontestable: la carrera no durará mucho tiempo.
En cuestión de semanas o de días, alguien en alguna parte anunciará el primer medicamento para reducir la letalidad del Coronavirus. Hay millones de científicos, laboratorios, hospitales universidades y centros de investigación en todos los rincones del planeta que están buscando desesperadamente alguna medicina y han identificado por lo menos 69 alternativas posibles (un proyecto multinacional se ha concentrado en 50 medicamentos, que se basan en enfoques o estrategias distintas para combatir el virus, todas ellas basadas en la ciencia y en las tecnologías increíbles que hoy existen en el mundo).
Ese anuncio volverá a cambiar la historia de la humanidad porque será la luz al otro lado del túnel. Irá siendo seguido por otros medicamentos, y el año entrante llegará la vacuna. Entonces este mundo aterrorizado y arruinado celebrará otra vez el milagro de la vida y empezará a reconstruirse y a avanzar con su recién ganada sabiduría.
Los hallazgos van a beneficiar primero a los países avanzados en su ciencia, sus tecnologías, sus sistemas de salud y sus economías, comenzando por las personas o familias más ricas o poderosas. Pero con una velocidad que en buena parte depende de nuestros gobiernos y de nuestro sentido de solidaridad, irán llegando a los países, regiones, familias y personas más pobres o marginadas.
Por eso el desafío descomunal que está viviendo cada uno de nosotros, cada hogar, cada hospital, cada ciudad, cada sistema de salud, cada región y cada país grande o pequeño es uno mismo: resistir, ganar tiempo, porque a cada momento está más cerca la llegada de la luz y del remedio.
Colombia
Nuestra primera y gigantesca bendición fue haber tenido un preaviso: la pandemia comenzó del otro lado del planeta y Colombia tuvo por lo menos un mes de ventaja para tomar medidas (la OMS declaró la emergencia internacional el 5 de febrero). También tuvimos la ventaja de un país comparativamente aislado del tráfico internacional (aunque estamos pagando la tardanza en cerrar El Dorado).

Foto: Facebook Iván Duque
La cuarentena es la esperanza que tenemos para contener las graves consecuencias que podría tener la propagación de la COVID-19
La campaña pedagógica, los controles (superficiales) a viajeros y los primeros seguimientos comenzaron en febrero, la emergencia sanitaria se declaró el 12 de marzo (con trece casos confirmados), los mayores de 70 entraron en cuarentena el 20 de marzo, Bogotá al día siguiente y el país hizo lo mismo a partir del 25.
Estas fueron respuestas acertadas y relativamente rápidas en comparación con muchos países de América Latina, con buena parte de Europa o con Estados Unidos. Considerando además el preaviso que no tuvieron los asiáticos (o, de otro lado, la extrema precariedad de los países africanos), hay que decir que en medio del naufragio universal los colombianos hemos sido afortunados -hasta ahora-.
Cierto que las estadísticas están viciadas porque dependen de la capacidad de hacer pruebas de laboratorio, pero a juzgar por el número de casos confirmados, Colombia está en la fase inicial de expansión de la pandemia y la tragedia verdadera de salud está a varias semanas de distancia.
Mantener la cuarentena
Por eso la “cuarentena inteligente” no puede consistir sino en quedarse en su casa.
No tenemos el sistema de salud, ni la riqueza, ni el Estado fuerte, ni la disciplina social que a otros países les han permitido o les permitirán atravesar el túnel. El único instrumento que ha funcionado en todas partes es la cuarentena general, con excepción de los trabajadores y diligencias vitales, unos y otras en condiciones estrictas de distancia e higiene.
La cuarentena es una medicina terrible para cualquier sociedad: es una quimioterapia intensiva que por lo mismo no se puede interrumpir hasta que haya salvado la vida del paciente.
Permitir que se dispare la pandemia cuando faltan semanas para empezar a nivelar la curva de contagios, cuando Colombia lleva una ventaja y cuando el mundo verá la luz en poco tiempo sería catastrófico.
Catastrófico, también, para la economía, porque esas actividades no esenciales (restaurantes, turismo, centros comerciales…) precisamente son las que no pueden funcionar en medio de un naufragio.
Precisamente porque el Estado que tenemos no es muy fuerte se necesita dedicar sus esfuerzos a aplicar un remedio que tanta gente se resiste a cumplir por motivos de hambre o estupidez criminal.
Es la tragedia moral del momento: unos que arriesgan sus vidas para preservar las nuestras, y otros que aumentan exponencialmente el riesgo de perder esas vidas que nos salvan.
Basta con ver las calles llenas para entender que las autoridades y la inmensa mayoría de los colombianos tenemos que aguantar un día y otro día. Y es que hoy, como nunca, nuestra única arma racional y moral será la resistencia.
* Director y editor general de Razón Pública.