Todo tiende a confirmarlo: estamos entrando en una nueva recesión global. Colombia es vulnerable, aunque hoy su situación es mejor que hace tres años. Pero el gobierno y los empresarios van en contravía: en lugar de una transformación productiva hacia adelante, estamos embarcados en re-primarizar la economía.
Amylkar D. Acosta M*
Coletazo sobre América Latina
A raíz del fantasma de la recesión, comienza a formarse una especie de remolino diabólico, pues el menor crecimiento en Estados Unidos, en la Unión Europea y en Japón afecta las exportaciones de Alemania y también las de los países emergentes.
La influencia de estos últimos es mucho mayor ahora porque -como explica el presidente del Banco Mundial- “alrededor de la mitad del crecimiento total se debe a los mercados emergentes, cuando en la década de 1990 esta proporción era solamente de un 20 por ciento”.
A medida que las grandes economías pierden impulso se resiente el intercambio comercial, lo cual a su vez ejerce un efecto contraccionista sobre ellas mismas. Y ello ocurre cuando las economías emergentes, particularmente China, ejecutan un enfriamiento controlado para conjurar los brotes inflacionarios que comienzan a notarse. Ambos factores van a contribuir a la diminución de la demanda por productos básicos y por esta vía el coletazo en ciernes golpeará a América Latina.
Como sostiene Augusto De la Torre, Economista Jefe para América Latina del Banco Mundial: “América Latina se verá duramente golpeada si la economía de China se desacelera con fuerza y reduce sus importaciones de materias primas…Eso golpearía muy duro a la región, por su dependencia en la exportación de materias primas…Existe la necesidad en la región de que se apliquen políticas macroprudenciales, que permitan mitigar los choques que podría generar la crisis mundial”.
Y no es para menos, habida consideración del hecho irrefutable de que China ya es la segunda economía más grande del mundo, la número uno en exportaciones y la tercera en importaciones (¡!).
Además, como sigue De La torre, “no se trata tan sólo de que nos compre cosas, sino del precio al que nos compra las cosas”.
Cuidado con la euforia
Por ello coincido con la revista Dinero cuando propone “prender las alarmas”. Es verdad que nuestras economías están hoy en mejor situación de la que teníamos en crisis anteriores, pues hoy la región crece, mientras los países del norte se frenan.
Sin embargo, sería errado pensar que un país como Colombia está blindado ante un escenario de recesión global de doble caída. Es preciso atemperar la euforia que hace poco llevó al Banco de la República a revisar al alza su pronóstico de crecimiento para este año a un rango entre 4,5 y 6,5 por ciento.
La Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), que también acababa de revisar sus proyecciones de crecimiento al alza, apostándole a un 5 por ciento, ahora las replantea, al considerar que “Colombia va a enfrentar lo que llamamos una U invertida en materia de crecimiento en el año 2012. Estaremos creciendo entre el 4 por ciento y el 4,5 por ciento, una cifra muy inferior a las expectativas del Gobierno, que estima un 5 o 6 por ciento”.
Ello es muy sensato, sobre todo si tenemos en cuenta que, como dice Ricardo Ávila, “la actividad fabril tuvo un aumento de apenas 2,2 por ciento en junio, con lo cual al cierre del primer semestre llegó al 3,7 por ciento, totalmente insatisfactorio. La cifra no sólo está varios puntos porcentuales por debajo del promedio de la economía, sino que sugiere que hay un estancamiento inquietante”.
Los resultados de la Encuesta Empresarial presentada por Luis Carlos Villegas al Congreso de la ANDI, registraban un alza del 6,4 por ciento, casi el doble del crecimiento real de la producción industrial según el DANE (¡!). “De los 48 subsectores analizados, 26 registraron aumentos en su producción en junio, pero los 22 restantes tuvieron cifras en rojo. Además las áreas en negativo han aumentado en número a medida que avanza el 2011”.
La más reciente Encuesta de Opinión Empresarial de FEDESARROLLO confirmó que entre mayo y junio de 2011 el Índice de Confianza de los Industriales cayó 1,2 puntos porcentuales, llegando al 5,1 por ciento. Esta Encuesta se publicó un día después de que la ANDI señalara que en los primeros meses del año el sector registró un crecimiento superior al 6 por ciento en producción y ventas, con mayor utilización de capacidad instalada, bajos inventarios y mayores pedidos.
Y sin embargo las cifras del DANE para el comercio interior indican que las ventas han tenido un sorprendente aumento de 14,2 por ciento en el mismo lapso, impulsadas principalmente por los bienes importados de alto valor agregado, como los equipos informáticos, electrodomésticos y vehículos. Esta situación muestra síntomas claros de “enfermedad holandesa” es decir, de un boom de divisas que revalúa el peso y abarata las importaciones en perjuicio de la industria nacional.
Así las cosas, las perspectivas de la economía colombiana no son tan halagüeñas como se pretende mostrar por parte de quienes alimentan su optimismo panglossiano, pensando con el deseo.
Con pies de plomo
En buena hora la Junta Directiva del Emisor hizo una pausa y mantuvo la tasa de interés de intervención en el 4,5 por ciento, cuando ya estaba anunciado un nuevo reajuste, pues por vía de estas alzas sucesivas podría malograrse la recuperación incipiente y en cambio precipitar el estancamiento de la economía.
Y lo hizo bajo la consideración de que “el aumento de la incertidumbre de los mercados financieros internacionales y su posible efecto en el crecimiento de la economía mundial, fue un elemento clave para dejar quieta la tasa”.
Hay que andar efectivamente con pies de plomo y prepararse para los embates de esta inminente recesión, que puede ser más profunda y prolongada que la anterior. Como bien lo advirtió el Banco de la República, el palo no está para cucharas, pues dado el desaliento de la economía norteamericana y de la Unión Europea, es previsible que ellas arrastren consigo al resto del mundo.
Comparto con Iván Duque Márquez que “es hora de prepararnos, pues nuestros países también han gastado gran parte de su pólvora fiscal y no todos tienen con qué hacerle frente al fantasma de una nueva recesión. Más aún, si ésta viene acompañada de una desaceleración de la economía china, debido a presiones inflacionarias”.
Es cierto, como dice el ministro de Hacienda, que Colombia tiene en este momento el nivel de reservas internacionales más alto de la historia, más de 32.100 millones de dólares, amén de que aseguró el prefinanciamiento externo requerido para atender el gasto público. Aparte de esto, se tiene firmado un crédito de contingencia de 6.500 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional. Pero este escudo resultaría insuficiente ante el coletazo de una recesión como la que se está columbrando.
En busca de un nuevo paradigma
La mejor coraza para la economía nacional frente a los embates de los oleajes que provocan los ciclos de la economía mundial, es un modelo que promueva la ampliación y diversificación de la base productiva, de la oferta exportadora y sus mercados de destino, además de rescatar y repotenciar la integración regional y finalmente ampliar y profundizar el mercado interno.
El éxito de esta política está en función de los progresos alcanzados en materia de productividad, la cual “no lo es todo, pero a largo plazo, lo es casi todo”, como argumenta Paul Krugman.
El Estado debe intervenir para avanzar en esa dirección, ya que, en palabras de Sergio Bosier, “la productividad debe asociarse a la brisa que tiene que aportar el Estado para elevar la cometa”. El rezago de la infraestructura vial, de transporte, portuaria y logística que tiene Colombia sigue siendo el mayor escollo para aumentar la competitividad, dado que ese atraso se traduce en sobrecostos.
Ayudan medidas como la desgravación arancelaria, o como la supresión de la sobretasa en la tarifa de los servicios públicos para la industria, que ya (con todos sus bemoles) el gobierno adoptó recientemente, pero no alcanzan a compensar tales sobrecostos. Estas medidas, que el ministro Echeverry califica de “antídotos” contra los síntomas de la enfermedad holandesa, son sólo paliativos.
El Gobierno, además, se ha quedado corto en las medidas tendientes a frenar la revaluación del peso, que conspira contra las posibilidades de competir con éxito no sólo en los mercados externos, sino en el mercado interno.
Mucho se ha hablado de que ésta será la década de América Latina; pero, según advierte el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID): “estamos pasando por un buen momento económico, y tenemos una excelente oportunidad para hacer de ésta nuestra década, pero me temo que no lo estamos aprovechando para invertir en calidad educativa, ciencia, tecnología e innovación”.
De modo que estos aspectos están entre los pendientes de Latinoamérica en general y de Colombia en particular. Colombia entró a hacer parte del nuevo grupo de países emergentes conocido como CIVETS (Colombia, Indonesia, Vietnam, Turquía y Sudáfrica) caracterizados por sus buenas perspectivas y por considerar que “tendrán un dinamismo especial en los próximos años”, lo que está muy bien.
Pero el camino para ello no es el que viene transitando el país, reprimarizando su economía, que la hace cada vez más vulnerable a factores exógenos, como un corcho en medio de un remolino. Como dice el ex ministro de Hacienda Rodrigo Botero, “la estructura de la canasta exportadora colombiana registra una creciente dependencia de la venta de productos primarios y de la extracción de recursos no renovables. Desde el punto de vista de la transformación de la estructura productiva de la economía, este proceso constituye un retroceso. Lejos de ser causal de celebración, lo que está sucediendo representa un cambio poco saludable”.
Sigue siendo cierto el aserto de Manuel José Cárdenas: “apoyarse en factores tan estáticos como los recursos naturales, puede ser una buena manera de comenzar, pero una mala manera de continuar”.
El país está urgido de un cambio de paradigma en su estrategia de crecimiento y desarrollo, así como de promover la verdadera transformación de su tejido empresarial, mediante la reconversión y la relocalización industrial, junto con la redinamización del sector agroindustrial.
De otra manera le será bien difícil a este gobierno y a los sucesivos alcanzar tasas de crecimiento sostenido del PIB por encima del 6 por ciento y bajar la aberrante tasa de desempleo a un solo dígito (ver el artículo de Diego Otero en esta misma edición de Razón Pública) y para desactivar la bomba social de la pobreza, la inequidad y la exclusión que avergüenzan a Colombia (un tema que Jorge Iván González analiza también en esta revista).
* Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y ex presidente de la Sociedad Colombiana de Ciencias Económicas.
@amylkaracosta