La economía colombiana: nubarrones en el horizonte.
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La economía colombiana: nubarrones en el horizonte

Escrito por Angie Paredes - Fabio Nieto

Todas las proyecciones sobre la economía colombiana en 2023 son desalentadoras. Cuál es la situación y cuáles cosas no debe hacer el gobierno.

Fabio Nieto* y Angie Paredes**

¿Qué tan severa será la desaceleración?

Según el último reporte de perspectivas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento económico de Colombia para 2023 se verá seriamente afectado por el riesgo creciente de recesión que afectará todas las economías del mundo. Y especialmente a los países que atraviesan momentos de inflación acelerada, como Colombia.

Por si fuera poco, el déficit de cuenta corriente, que es un indicador de desahorro nacional o egreso neto de divisas, se encuentra en niveles altos, del orden de 6 % del PIB, y tendrá que financiarse en un entorno de tasas de interés internacionales altas. Esto sencillamente implica mayor vulnerabilidad para la economía colombiana.

Por otro lado, hay dos factores locales que hacen previsible una fuerte desaceleración económica durante el próximo año:

  • El ajuste natural del ciclo, tras un intenso desahorro durante el bienio 2021-2022 (cuando se dio un claro exceso del gasto agregado), y, en especial, el retiro gradual del gasto público de emergencia que ejecutó el gobierno para combatir los efectos de la pandemia; y
  • Los aumentos en la tasa de interés que ha venido adoptando el Banco de la República.
Fuente: FMI octubre de 2022. Elaboración de los autores.

Pronósticos desalentadores

El FMI proyectaba en abril un aumento del PIB real de Colomba en 2023 de 3,6 %, después del crecimiento por encima del 7 % en 2022; una desaceleración natural, como se explicó anteriormente. Pero en el informe de octubre, el FMI proyecta apenas un crecimiento de 2,2 % para el 2023.

Las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) son más pesimistas. En efecto, la desaceleración entre 2022 y 2023 sería cercana a 6 puntos porcentuales, lo que llevaría a un crecimiento de 1,9 % para el próximo año. Es decir, un estimado inferior al previsto por el FMI.

En esta misma línea, el espacio de mejoras en el mercado laboral luce muy estrecho. Los pronósticos del FMI apuntan a una tasa de desempleo en niveles ligeramente por encima del 11 % entre 2022 y 2023; aunque son inferiores a los que tuvimos durante la pandemia, se mantendrían como uno de los más altos de América Latina.

Fuente: Banco de la República y DANE. Elaboración de los autores.

Inflación o desaceleración

Por otro lado, la inflación medida por el Índice de Precios al Consumidor (IPC) llegó al 11,4 % al finalizar septiembre, la más alta desde 1999. Muy por encima de la meta de inflación de 3 % establecida por el Banco de la República.

Foto: Pixabay - La naturaleza de la potencial recesión global que se viene es la de un crecimiento nulo (o negativo) y una inflación muy alta.

Son muchos los nubarrones en el horizonte y tomar decisiones difíciles hace parte del buen liderazgo, que dependerá exclusivamente del gobierno. Es claro que la estabilidad macroeconómica dependerá de la estabilidad institucional.

Los pronósticos del FMI apuntan a una inflación final de 9,7 % en el año 2022 y a una leve corrección en 2023 de hasta 7,1 %. En cualquier caso, la inflación permanecerá muy lejos de la meta de política monetaria. De esta manera, obligará al Banco de la República a mantener altas las tasas de interés para poder contener la crisis económica.

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco de la República (2022).

Precisamente, en un esfuerzo para frenar la inflación, el Banco de la República aumentó la tasa de interés de intervención desde un mínimo histórico de 1,75 % en 2020 hasta el actual 11 %.

Además de factores externos y de oferta que han presionado al alza los precios, este episodio de inflación tiene un componente elevado de demanda que el Banco de la República debe enfrentar por mandato constitucional.

Pero unas tasas más altas de interés encarecen el costo de los préstamos bancarios y por lo tanto tienden a frenar la economía; el consumo de los hogares y la inversión se verán afectados y habrá menor crecimiento del ingreso nacional.

Pero a más largo plazo el beneficio de aumentar las tasas de interés es reducir la tasa de inflación a la meta del 3 % anual. A la luz de la evidencia empírica, esta estrategia del Banco de la República fue exitosa y creíble, pues durante mucho tiempo permitió tener una inflación relativamente estable alrededor del 3%.

¿Qué esperar?

El escenario global y nacional más previsible es de un crecimiento nulo —o negativo— y una inflación muy alta. En la literatura macroeconómica, esta mezcla se conoce como estanflación.

La estanflación es el peor de los mundos; pero hay que ser conscientes de que esa es la situación actual, no apenas un pronóstico.

Es claro que el endurecimiento de los bancos centrales de economías avanzadas, como la Reserva Federal de Estados Unidos o el Banco Central Europeo, obedece a esas circunstancias y, obligatoriamente, tendrá repercusiones sobre economías pequeñas como la de Colombia.

Pero no todos los determinantes de nuestra estanflación son de origen externo. Como dijimos atrás, hay algunos locales que se parecen a los externos y cuya corrección depende exclusivamente de las autoridades de Colombia.

Por ejemplo, disminuir los ingresos del sector de hidrocarburos, que aporta cerca del 3,3 % del PIB, implicaría un menor crecimiento económico, y además haría imposible mantener un estímulo fiscal dirigido a programas sociales.

No sólo eso. El petróleo representa el 40 % de las exportaciones de Colombia, de modo que frenarlas súbitamente y sin una transición energética responsable, aceleraría la devaluación del peso, agravaría la inflación y, en consecuencia, exacerbaría la recesión.

Son muchos los nubarrones en el horizonte y tomar decisiones difíciles hace parte del buen liderazgo, que dependerá exclusivamente del gobierno. Es claro que la estabilidad macroeconómica dependerá de la estabilidad institucional.

*Este artículo hace parte de la alianza entre Razón Pública y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas son responsabilidad de los autores.

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