
El año pasado Colombia tuvo el peor año económico de su historia. Si bien para este año se espera una mejoría, también hay nubarrones alarmantes.
Diego Guevara*
Un golpe inesperado
El 2020 comenzó lleno de optimismo. Los datos económicos de enero y febrero auguraban un nuevo pico de crecimiento. El Banco Mundial predecía un aumento del 3,6 % en el PIB para el año pasado.
Esta cifra sería la mejor después de un lustro de caída en los precios del petróleo que desaceleraron la economía colombiana, llevándola a un aumento del PIB de apenas 1,4 % en 2017.
Sin embargo, los problemas no faltaban. En 2019 se registró un crecimiento de 3,3 %, pero el desempleó volvió a dos cifras y ese año cerró con un 10,5 % respecto del 9,7 % de 2018.
Sectores principales, como la industria y la construcción tuvieron comportamientos débiles en ese año, reflejando la fragilidad en la creación de empleo de la economía colombiana.
Adicionalmente, los niveles de deuda externa sobre el PIB aumentaron continuamente y la tasa de cambio se devaluó hasta los $ 3.500 en noviembre de 2019, debido a los riesgos que se percibían sobre la economía del país.
Claramente la pandemia fue un evento inesperado, pero más allá de esta algunos frentes económicos no estaban bien. Esto lo reflejan las cifras de desempleo y crecimiento en medio de la pandemia.
Un año catastrófico
Aunque faltan los datos de crecimiento del último trimestre, sin duda alguna el 2020 será el peor año para la historia económica colombiana. Describir el golpe económico como una tragedia no significa alarmismo, pero hay que reconocer la magnitud del choque macroeconómico.
Hay que evitar entrar en una década perdida entre los vientos de la austeridad y el estancamiento secular, y para eso serán necesarias políticas más arriesgadas que las convencionales.
La gráfica 1 muestra el PIB de Colombia para los últimos 6 años con los datos de crecimiento del tercer trimestre de cada año. Esta gráfica resume la lenta recuperación de la economía después de la inflexión producida por el choque del petróleo del 2014.
Pero la llegada de 2020 y la pandemia cambiaron la tendencia e hicieron que el PIB decreciera. El primer trimestre tuvo un crecimiento positivo jalonado por el mes de enero y febrero. Sin embargo, dos semanas de confinamiento en marzo fueron suficientes para que dicho crecimiento fuera de apenas un 1,1 %.
El segundo trimestre de 2020 mostró una de las peores cifras conocidas en el país: un decrecimiento del 15,7 %. Las restricciones de abril y mayo junto con el dramático panorama económico mundial configuraron un escenario impensable.
La cuarentena y el confinamiento funcionaron como un interruptor para la economía: cuando se pusieron en marcha, la economía se apagó. No hubo tiempo para una transición lenta. Pero esas medidas eran necesarias para frenar la propagación del virus.
Hay que evitar entrar en una década perdida entre los vientos de la austeridad y el estancamiento secular
Las restricciones se levantaron paulatinamente durante el tercer trimestre, comprendido entre los meses de julio y septiembre. Sin embargo la economía no arrancó, sino que mantuvo la tendencia decreciente con un -9 %.
Muchas pequeñas empresas y negocios cerraron y difícilmente abrirán en el corto plazo: por eso la recuperación no será tan rápida ni tan marcada como muchos la pintan.
El último trimestre de 2020 seguramente mostrará mejores datos, jalonados por el auge decembrino y la disminución de las restricciones. Sin embargo, por la tendencia que traía el año difícilmente habrá un número positivo.
Conviene anotar que en medio de la peor crisis de la historia, el sector financiero fue de los pocos que siempre tuvo cifras positivas. Desafortunadamente dicho sector esta concentrado en unos pocos grupos económicos, no es intensivo en empleo y en el marco de esta crisis confirma que la economía trabaja para favorecerlo.

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Gráfica 1: Producto Interno bruto del tercer trimestre.
En materia de empleo el panorama no fue nada alentador. En la gráfica 2 se ve que la desocupación alcanzó un nivel alarmante de 21,1 % en mayo de 2020. Durante ese mes, Colombia fue el país con el mayor nivel de desempleo de la OCDE, seguido por España y Grecia con 14,5 % y 14,4 % respectivamente.
No hay que olvidar que Grecia viene de una década dramática y una crisis profunda. Sin embargo, su dato de desempleo en el primer pico de la pandemia fue mejor que el 14,9 % que registró Colombia en noviembre de 2020.
Gráfica 2: Tasa de desempleo desestacionalizada.*
Fuente: DANE
*La tasa de desempleo desestacionalizada quita los efectos calendario para poder mostrar todos los periodos.
La pandemia resaltó el problema posiblemente más profundo de la economía colombiana: su creciente incapacidad para generar empleos, pues a pesar del crecimiento del PIB en 2018 y 2019, la tasa de desempleo venía aumentando desde mediados de 2018.
Por otro lado, su fragilidad externa se hizo evidente por la alta volatilidad en la tasa de cambio, que en los primeros meses de la pandemia tuvo una rápida devaluación y superó los $ 4.100 por dólar.
Como se ve en la gráfica 3, aunque los precios del petróleo iban en aumento, antes de la pandemia, la tasa de cambio traía una tendencia a la depreciación desde 2018.
Esta tendencia al dólar caro se asocia con la fragilidad externa de la economía colombiana. La devaluación es apenas el preámbulo de una crisis de balanza de pagos, con un mayor nivel de endeudamiento y políticas que garantizan el retorno de las utilidades de los inversionistas.
Gracias a las expectativas de recuperación con la aparición de la vacuna y su aplicación en el mundo, la tasa de cambio volvió a los niveles anteriores a la pandemia. Sin embargo, la incertidumbre sobre el comportamiento de los contagios y los nuevos confinamientos son señales de un nuevo posible ciclo de depreciación.
Gráfica 3: Tasa de Cambios Dólar por peso.
Fuente: Google charts.
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Protección de empleo e incertidumbre en el 2021
En medio de esta tragedia para la economía mundial, las respuestas de los gobiernos son definitivas para proteger los empleos y satisfacer las necesidades básicas de las personas. Pero las respuestas no fueron igual de intensas ni de rápidas.
Aquí se ubica el gobierno colombiano. Si bien el Estado se enfocó en las poblaciones más vulnerables y desarrolló programas como el de Ingreso Solidario, otros grupos poblacionales quedaron desprotegidos y obligados a vivir del rebusque o de los pequeños negocios informales. Es probable que dichos negocios no sobrevivan la pandemia ni estas personas reciban ayudas.
En cuanto al empleo formal, las respuestas de los subsidios a la nómina se tardaron. El gobierno recurrió a soluciones basadas en el sistema financiero e impulsó gabelas en créditos para pagar las nóminas. Sin embargo su plan no sirvió. En un escenario de incertidumbre nadie planea pedir un crédito para pagar las nóminas.
Las respuestas tardías para proteger el empleo se hacen evidentes en las alta cifras del desempleo respecto de otros países de la región y de la OCDE. Algunos aún piensan que las medidas para recuperar la economía colombiana saldrán del manual estándar de flexibilización laboral, reforma tributaria y hasta reforma pensional.
Estas ideas sonaban mucho antes de la crisis y podrían ponerse en marcha usando la pandemia como pretexto. Pero dichas reformas suelen favorecer a los grupos de interés e inversionistas que ven en ellas señales del sagrado pago de la deuda.
En un escenario de incertidumbre nadie planea pedir un crédito para pagar las nóminas.
Parece ser que la recuperación será lenta y tendrá consecuencias distributivas que tarde o temprano explotarán de la mano del modelo de crecimiento guiado por la deuda.
Recientemente el Banco Mundial ubicó a Colombia dentro de los países que más se recuperarán, jalonado por la demanda interna. Pero la incertidumbre sigue vigente y el segundo pico de la pandemia y las nuevas medidas de confinamiento exigen mayor prudencia. Tal vez la recuperación empezará en el segundo trimestre, pero dependerá de la vacunación y su efectividad frente a otras cepas del virus.
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[…] La economía colombiana en 2020-2021: una tragedia que no concluye. Por Diego Guevara. Razón Pública. Bogotá, enero 11, 2021. […]