La desigualdad del mundo: ¿una aberración antinatural? - Razón Pública
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La desigualdad del mundo: ¿una aberración antinatural?

Escrito por ​Iván Dario Hernández​

La utopía del neoliberalismo.

Ivan HernandezAlgunas investigaciones han concluido que el estado natural del ser humano es la empatía. Sin embargo, la desigualdad rampante en el mundo parece contradecir esta hipótesis. ¿Nos hemos desviado entonces de un supuesto humanismo natural? * 

Iván Darío Hernández**

Universidad de Ibagué

La utopía del neoliberalismo

Un estudio reciente mostró que la brecha entre ricos y pobres es mucho mayor de lo que se temía: ocho hombres poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas (la mitad de los hombres, niños y mujeres más pobres del planeta). Algunos académicos han cuestionado estos resultados, sin embargo, la pregunta aún válida es ¿qué nos ha llevado a estos niveles de inequidad social? La respuesta aparentemente es sencilla: los últimos 500 años de desarrollo ideológico, teórico y político de la humanidad. A este desarrollo se le ha dado diversos nombres y el más frecuente es el de “neoliberalismo”, un sistema dentro del cual se espera que el ascenso en el estatus del individuo tenga efectos positivos en la sociedad.

Desde el trabajo de autores como David Hume y Adam Smith, entre otros, hasta el pensamiento del economista Milton Friedman en el siglo pasado, la tradición (neo)liberal sostiene que no se necesita ser un hombre altruista o generoso para hacer un aporte constructivo a la propia sociedad.

En un contexto empresarial se diría que es inmoral tener en cuenta los agentes externos a la empresa cuando un grupo de individuos han firmado un contrato laboral con responsabilidades y deberes frente a los intereses de la organización. Según este punto de vista, sería inapropiado atender intereses y agentes externos (comunidades y sociedad) antes que a los intereses de la propia empresa. Después de todo, gerentes, profesionales y trabajadores fueron contratados para pensar de manera exclusiva en los objetivos misionales de la organización.

Si los agentes de la empresa enfocan todos sus esfuerzos en los objetivos corporativos, la organización crece y crea empleo, ingresos, impuestos y todos los demás beneficios que impactan la sociedad de manera positiva. Esta es la llamada “economía del goteo hacia abajo” (trickle down economics).

Es decir, el homo economicus del neoliberalismo no tiene necesidad social, ni moral, de tener en cuenta al otro para lograr un impacto social positivo. Pero esta es una postura antinatural e improcedente (evolutivamente  hablando). Veamos por qué.

Las neuronas espejo

Manifestaciones en contra del neoliberalismo.
Manifestaciones en contra del neoliberalismo.  
Foto: Marilin Gonzalo

No son comunes las situaciones en las que se puede hacer abstracción de los otros y centrarse en la ganancia individual o empresarial. Neurólogos como Rodolfo Llinás y Vilayanur Ramachadran han dicho que la propensión humana por antonomasia es la empatía. Según sus tesis, las neuronas espejo son las responsables de este comportamiento en los seres humanos y en otros animales. Las neuronas espejo se activan en dos situaciones:

  • Cuando una acción particular se lleva a cabo en el sujeto, y
  • Cuando este mismo sujeto observa una acción realizada por otro.

Por ejemplo, en uno de los simios usados en el estudio que descubrió las neuronas espejo se comprobó que si este veía comer a los otros sus neuronas operaban como si él mismo estuviera comiendo. En este caso, las neuronas tratan de simular algo que realmente no está pasando. Gracias a ellas los individuos sienten o piensan lo que otro está sintiendo o pensando sin necesidad de estar haciendo lo mismo.

La tradición (neo)liberal sostiene que no se necesita ser un hombre altruista para hacer un aporte a la propia sociedad.

Si la tesis de las neuronas espejo es cierta, tratar de aislarse de la comunidad o hacer abstracción de los otros para ensimismarse en la consecución de metas particulares resulta imposible. Una conducta así resulta antinatural debido a nuestra propensión como especie a sentir empatía por la situación de nuestros semejantes. Según la neurociencia, sería antinatural desconocer al otro y su condición en el mundo.

La dispatía

Afirmación de disminución de pobreza.
Afirmación de disminución de pobreza.
Foto: Prosperidad Social

¿Qué esquemas mentales y culturales enajenan nuestra propensión natural a la empatía con otros seres humanos y a nuestro arraigo social? El neurólogo Christian Keysers ha llamado la atención frente a una de las discapacidades del hombre moderno: la dispatía.

Los seres humanos dispáticos, sostiene Keysers, pierden la habilidad de la empatía con los demás y también muestran dificultades para hacer consientes sus propios pensamientos. La dispatía se traduce en dificultades para expresar y describir las propias respuestas emocionales y los sujetos con dispatía presentan conductas extremadamente racionales: suelen ser fríos, lógicos, calculadores y notoriamente descorazonados. Esta discapacidad también produce una separación entre el cuerpo y la mente y los inhabilita para la comprensión de los sentimientos y pensamientos propios y ajenos. 

Clásicos como John Stuart Mill y Adam Smith intuyeron esta dimensión emocional en el capitalismo, pero muchos autores posteriores dejaron de tenerla en cuenta, tal vez motivados por los postulados de la Ilustración y su imperio de la razón desvinculada de las emociones y sentimientos.

Un mundo deshumanizado

El homo economicus se ha convertido en un ser contraproducente, en lugar de hacerse más sabio y con juicios más balanceados, fruto de una mayor integración entre lo crítico y la empatía, las artes y la ciencia. La utopía neoliberal ha creado un capitalismo parecido al Apartheid, en particular en Latinoamérica, una región reconocida como la más desigual del mundo.

Pero creo que el  homo economicus se desvanecerá, y no por la revuelta social o la crisis capitalista, sino por razones relacionadas con la empatía humana (simpatía en términos de Adam Smith). Las actuales reglas institucionales que conducen a decisiones que no tienen en cuenta a los otros, salvo como efecto colateral insospechado de una mano invisible, no son sostenibles ni desde lo individual ni desde una perspectiva social.

El homo economicus del neoliberalismo no tiene necesidad social, ni moral, de tener en cuenta al otro.

¿Será que las fundaciones al servicio de causas humanitarias sostenidas por los ocho billonarios que tienen la mitad de la riqueza del mundo operan como mercadeo social para la exención de sus impuestos? ¿O se trata de una auténtica empatía por la mitad de los hombres, niños y mujeres más pobres del planeta?

 

*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad de Ibagué. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor. 

** Profesor de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Ibagué. Una versión más extensa de algunas de las ideas aquí expuestas las desarrollé en un artículo conjunto con Óscar Andrés Espinosa.

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