Las constituciones liberales, como las de Colombia o Estados Unidos, parecen transparentes y democráticas, pero también propician relaciones de poder que no son ni lo uno ni lo otro. Una cuestión que infortunadamente mantiene su vigencia. *
Gabriel A. Méndez H.**
La “falsa” democracia
La mejor respuesta a la pregunta planteada en el libro de Adam Przeworski (2010) ¿Qué esperar de la democracia? es: sencillamente nada. Se puede decir incluso que la democracia que conocemos es la peor forma de gobierno.
Esta aseveración puede parecer provocativa, pero la sustentaré basándome en un trabajo de teoría política que publiqué con el jurista colombiano Ricardo Sanín-Restrepo, titulado La constitución encriptada (2012). En este artículo resumiré las tesis principales del concepto “constitución encriptada”, y luego haré un corto desarrollo de las mismas usando la Enmienda XIII de la Constitución de Estados Unidos como ejemplo.
¿Qué es la constitución encriptada?
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Este concepto quiere indicar una característica que los estudiosos del liberalismo han pasado por alto: su función como encriptación del poder. Con Ricardo Sanín propusimos que la verdadera estructura de las constituciones contemporáneas (de herencia norteamericana) es la siguiente:
- Un documento transparente y accesible, abierto a toda la sociedad (ya que sus disposiciones son medianamente comprensibles), un discurso repleto de principios, garantías y derechos que permiten que los individuos y los grupos interactúen con los poderes constituidos y logren la protección de sus derechos, la inclusión de sus identidades y la defensa de la constitución misma. Sin embargo este mismo documento transparente y accesible está diseñado para fracasar, para ser neutralizado, porque las palabras del texto disimulan el hecho de que los significados están encriptados.
Es importante anotar que cuando nos referimos a que el texto de la constitución está encriptado, no tenemos en mente una división material o física de la constitución, como si la parte dogmática o de principios fuese “transparente” y la parte orgánica o de diseño de las instituciones fuera “encriptada”. Más bien nos referimos a que cualquier parte de la constitución siempre está dispuesta a la encriptación.
La esencia de la encriptación consiste en que el discurso del poder necesita presentar la constitución como un dispositivo que está siempre abierto en la abstracción de su mensaje, para poder atraer ideológicamente y crear la ilusión de que todos estamos protegidos e incluidos. Pero en el mismo gesto, cuando la interacción con los poderes reales comienza de verdad, la constitución y la ley aparecen encriptadas.
La clave de la encriptación consiste en que cada vez se especializan más los lenguajes, los procedimientos y las reglas de interpretación y toma de decisiones dentro de la constitución y la ley. Progresivamente la interacción social se diluye en una densa institucionalización y opacidad del poder que, a su turno, traslada a foros cerrados (e incluso secretos) la toma de decisiones políticas.
- Desde la teoría de los signos de Charles S. Peirce, la encriptación significa que en todas las cadenas de información que constituyen la realidad los significantes son transparentes mientras que algunos significados son intencionalmente opacos. En otras palabras, el enfoque de la encriptación sostiene que en el contexto histórico del ascenso del liberalismo político, los significantes que el poder usa, aunque son transparentes y accesibles, no tienen un solo significado (dada su opacidad), pues también poseen significados "encriptados". La desencriptación busca desvelarlos desde una teoría crítica de la dominación. Lo anterior implica que los expertos están en feroz competencia por dominar el significado y el sentido de la realidad. Sin embargo, estos a la vez son rehenes y secuestradores de la realidad encriptada.
- La encriptación supone:
- Un enmarañamiento progresivo del lenguaje de la interpretación, no solo de la constitución y la ley, sino de las imágenes y de todas las cadenas de información que “constituyen” la realidad.
- Arrebatar la realidad misma del sentido y los saberes comunes hasta convertirlos en capital exclusivo de expertos.
- Desplazar la toma de decisiones de los foros políticamente abiertos hacia espacios de expertos que están sustraídos de la más elemental regla de la responsabilidad (accountability) y de discusión pública.
El primer propósito de la encriptación del lenguaje es, como dice Steven Lukes, el disimulo y la substracción de las “dimensiones del poder”. Con la encriptación del lenguaje tecno-legal y de los procedimientos, protocolos y las decisiones, las manifestaciones sensibles del poder se vuelven ilegibles.
Así, el poder se torna indescifrable para todo aquel que no comparta el conocimiento preciso del lenguaje y las claves con las cuales se encriptó. La encriptación depende de la existencia de una minoría (los expertos), que tienen acceso a las fórmulas con las cuales se encripta el lenguaje y de una mayoría de subordinados que desconocen por completo aquellas fórmulas. Estos últimos, al ser los lectores no autorizados, son tratados como los rivales a quienes hay que engañar.
Es importante entender que la encriptación abarca mucho más que el secreto. Parafraseando a Jacques Derrida: puede haber información que yo no puedo comprender (una carta en chino o en hebreo) a pesar de que sea perfectamente visibles, de manera que lo que está escrito no está oculto sino codificado o encriptado.
Lo que tenemos entonces es la aparente visibilidad de los actos del poder (lo cual parece plegarse al principio de publicidad del poder), pero la verdadera comprensión está oculta tras las diversas máscaras. Hay una conformidad formal con el principio de publicidad del acto, pero en lo sustancial la encriptación de la constitución y del poder depende del fracaso de la comunicación de los mismos.
En palabras de Onora O’Neill: “El primer requisito de cualquier comunicación es que sea capaz de alcanzar a su público (…) la accesibilidad es por lo tanto el estándar más elemental de los actos de comunicación, y es más básico y específico que los estándares epistémicos o éticos en cuanto a la relevancia de cualquier clase de acción comunicativa.”.
La Enmienda XIII
![]() Ejercicio del voto, característica fundamental de la democracia. Foto: Wikimedia Commons |
La verdad encriptada en la Constitución de Estados Unidos de 1787, y su “Bill of rigths” (incluidas las posteriores Enmiendas XIII, XIV, XV y XIX, las de la inclusión), es uno de los fenómenos ocultos de más honda significación en la historia de la humanidad.
Con ella no solo se dio un salto cualitativo en la especificidad del modelo imperial nacido en Europa a un nuevo centro que dominará América hasta nuestros días. Con ella el imperialismo no desapareció, sino que fue redefinido y globalizado como “imperio del capital”.
Se puede decir incluso que la democracia que conocemos es la peor forma de gobierno.
Otro tanto ocurrió con la lacra del colonialismo europeo, que ahora es disimulada bajo la máscara de la colonialidad; mientras que el llamado “capitalismo salvaje” (que en realidad es un pleonasmo) es supuestamente domesticado bajo el espléndido antifaz del Estado de Bienestar.
En otras palabras, se trata de la forma mediante la cual Estados Unidos va a lograr construir el centro de gravedad jurídica de la hegemonía mundial del capital y de un polo de dominación geopolítica que no tiene antecedentes en la historia de la humanidad. Y el tubo de ensayo para la expansión del modelo constitucional estadounidense serán los territorios y pueblos de “las Américas”, donde al genocidio y epistemicidio de las civilizaciones originarias se les sumó el secuestro masivo y posterior esclavitud de los pueblos africanos.
En ese contexto la Enmienda XIII (recomiendo ver en Netflix el documental sobre este asunto) viene a corroborar aun más crudamente la hipótesis de la encriptación.
Así, el mismo texto grandilocuente y transparentemente que afirma que: "Ni en los Estados Unidos ni en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni trabajo forzado […]”; en verdad la re-crea e invisibiliza (encripta) la esclavitud, cuando a renglón seguido afirma: "excepto como castigo de un delito del que el responsable haya quedado debidamente convicto. […] El Congreso estará facultado para hacer cumplir este artículo por medio de leyes apropiadas".
Este es el ejemplo perfecto de encriptación: este hito de los derechos humanos, regado además con la sangre de los 800.000 muertos de la Guerra Civil. La escandalosa verdad es que la esclavitud no fue abolida sino encriptada bajo la forma de un complejo industrial-carcelario, que hoy explota al 25 por ciento de la población carcelaria mundial en un país que solo tiene el 5 por ciento de la misma.
¿Por qué estos hechos nos llevan a decir que la democracia liberal es la peor forma de gobierno? Porque a los nazis o stalinistas, al menos, se les vio venir.
*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad Autónoma de Manizales. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.
** Ph.D, profesor asistente en Ciencias Políticas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales.