La cultura en 2016: una caja de sorpresas - Razón Pública
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La cultura en 2016: una caja de sorpresas

Escrito por Darío Rodríguez

Obra de Doris Salcedo en la Plaza de Bolívar “Sumando Ausencias” por proceso de paz en el país.

Darío RodríguezEn un año de acontecimientos notorios, sorprendentes y polémicos, el mundo del arte y la cultura no se quedó atrás. Este es un recuento de los hechos que marcaron 2016.

Darío Rodríguez*

Música y cine

Quienes no sabían o no recordaban que existieron auténticos fenómenos culturales como Prince, David Bowie o Leonard Cohen tuvieron la oportunidad de acercarse a ellos y a sus obras motivados por la noticia de sus muertes. Las críticas de ciertos viejos conocedores de estos músicos se dirigieron hacia la nueva fama adquirida por sus ídolos: volvieron a estar en boca de todo el mundo. Quizás eso y solo eso es lo que ellos quisieron siempre: visibilidad, reconocimiento general, un público paciente para entender aquello que propusieron y siguen proponiendo desde la inmortalidad de sus creaciones.

Banda británica de rock, The Rolling Stones.
Banda británica de rock, The Rolling Stones.  
Foto: Wikimedia Commons

Colombia y algunos países de América supieron que los Rolling Stones no son una banda lejana o inaccesible. La sorpresa para los medios de comunicación, e incluso para un sector de la opinión pública, es la gran vitalidad que poseen estos rockeros septuagenarios, así como su poder de convocatoria. Su gira ‘América Latina Olé’ produjo en jóvenes y adultos una especie de nostalgia por la música realizada con buen gusto, respeto y contundencia. Algo imposible para cualquier estrella pop del montón.

En el Festival de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) por primera vez se rindió homenaje a un realizador colombiano.

Resulta paradójico que sean los artistas más curtidos quienes vengan a enseñarles a todos los demás (otros artistas, empresarios y espectadores) cómo se logra un espectáculo excepcional solo con el poder de unas sonoridades bien hechas, sin recurrir a las frecuentes arandelas comerciales o a la manipulación publicitaria.

Por los terrenos difíciles de la cinematografía las lecciones se asemejan a las de la música, al menos en lo que toca a festivales relevantes. Cannes premió a Yo, Daniel Blake de Ken Loach, baluarte del aparentemente desaparecido cine de autor.  Y en el Festival de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) por primera vez se rindió homenaje a un realizador colombiano, Luis Ospina. Él demostró con el estreno de su extenso documental Todo comenzó por el fin que el arte puede encarar a la más ruda forma de la muerte y en ocasiones vencer con gozo. El film acabó siendo un canto generacional más que la despedida de su creador.

Los premios Oscar nos permitieron ser testigos de la solidez del cine colombiano con la nominación de El abrazo de la serpiente como mejor película extranjera. Lejos de las polémicas en torno a su calidad (que la tiene y con creces) o a por qué no le dieron la estatuilla, el film de Ciro Guerra ya es n clásico por derecho propio.

Este reconocimiento tiene como correlatos el premio recibido por Los Nadies, de Juan Sebastián Mesa, en el Festival de Venecia y el estreno de La mujer del animal, posiblemente la obra maestra del controvertido director Víctor Gaviria. Este filme, como ya es costumbre, ha sido mejor recibido y entendido en el exterior que en Colombia, donde algunas personas lo han señalado como el ocaso de Gaviria o su caída en más de lo mismo, en esa aparente explotación de la miseria humana para filmar películas.

Producción cinematográfica Colombiana, El Abrazo de la Serpiente.
Producción cinematográfica Colombiana, El Abrazo de la Serpiente. 
Foto:  Ministerio de Cultura

Nuevas expresiones

Entre el clima de indignación producido por el triunfo del No en el plebiscito de octubre, la artista visual Doris Salcedo decidió coordinar Sumando ausencias, una instalación de acciones poéticas sobre la Plaza de Bolívar como homenaje a las víctimas del conflicto. La rabia o la frustración de los colombianos no permitieron que el impacto de la muestra fuera asimilado y evaluado como se debía. No obstante puede afirmarse que esta obra en la cual estaban involucrados el tejido, la tela, la ceniza y los nombres de innumerables fallecidos es y será, a la larga, un potente testimonio de las difíciles jornadas vividas en el proceso de paz con las FARC durante la que, se pensaba, era su recta final. Pese a su carácter efímero, la obra de Salcedo fue germen para que en la misma Plaza se organizaran actividades artísticas de resistencia con las multitudes como protagonistas, y dando a entender que existen atisbos de una sociedad civil aglutinada en torno a las llamadas artes vivas con miras a la consecución de la paz.

Las mixturas y simbiosis insólitas tampoco se hicieron esperar. Los sagrados recintos de la Feria Internacional del Libro de Bogotá fueron invadidos por el comentarista de Youtube Germán Garmendia, quien provocó no solo un colapso por la avalancha de gente que fue a verlo sino por las polémicas despertadas tras su visita. Se discutió sin descanso acerca de la pertinencia literaria e intelectual de Garmendia, de qué les interesa en verdad a los jóvenes en sus búsquedas culturales y hasta llegó a cuestionarse la validez de la Feria.

Todo este frenesí condujo al nacimiento o a la consolidación del fenómeno de los youtubers, que es ya imparable además de innegable. A los célebres (y en algunos casos muy jóvenes) youtubers con millones de fanáticos se han sumado otros con un discurso no tan elástico ni frívolo como el de sus predecesores. Conviene mencionar a tres de estas propuestas por los aportes que están brindando al debate público, cada una desde sus singulares perspectivas y contenidos. Las tres nacieron durante 2016.  

  • El equipo de periodistas que conforma el canal de vídeos ‘La Pulla’, presentado por María Paulina Baena, está renovando los espacios de opinión colombianos. Al ser mezclado con una puesta en escena beligerante y una investigación más rigurosa y sopesada de lo que en un principio podría parecer, el formato vídeocolumna adquiere con ‘La Pulla’ una recepción y una firmeza que no poseía el periodismo clásico en Colombia, por lo menos desde las épocas doradas de Antonio Caballero, Silvia Galvis o Enrique Santos Caderón. Más que pertenecer a una cierta franja de opinión, ‘La Pulla’ es una franja de opinión en sí misma, tanto que ya le han salido varios imitadores.
  • En una senda paralela, aunque beneficiada por un humor más crudo, se encuentra el periodista y escritor (cuando asume ese oficio con seriedad) Daniel Samper Ospina y su canal de vídeos ‘Hola, soy Danny’. Este es un extraño y no pocas veces patético -aunque exitoso- sitio de internet donde la actualidad colombiana aparece como una enorme caricatura a la cual el antiguo director de la revista Soho le aplica autopsias continuas, no exentas de agudeza y profundidad. Una habilidad destacable de Samper  es satirizar a personajes públicos en su propio terreno y sin darles oportunidad de enmascararse. La acogida del canal, no solo entre contemporáneos de su conductor, quienes frisan los cuarenta años de edad, sino entre públicos jóvenes, da cuenta de su valor en cuanto a análisis de las noticias se refiere. Está aún por verse si este esquema bufonesco logra mantenerse y cómo lo hará.
  • Desde la óptica puramente literaria está el youtuber o ensayista (como quisiera ser denominado) René López Villamar y su canal ‘Teoría del Caos’. A través de reseñas, comentarios críticos y unas tomas de apoyo en las cuales cocina platos orientales, López Villamar escruta con agudeza situaciones del mundo literario, libros y lecturas de todo tipo.

||          En comparación con otros comentaristas de Youtube, ‘Teoría del Caos’ es un espacio más bien modesto, pero está logrando algo hasta hace unos años impensable: convertir a los principales detractores de los youtubers en seguidores fieles de sus ensayos para vídeo. Editores, libreros y periodistas culturales de toda Iberoamérica se encuentran en permanente conversación y discusión con el escritor mexicano, quien ha vuelto a poner en la palestra pública temas como la ortografía, la desacralización de ciertos íconos y la finalidad de lo literario.

Literatura

Este año que concluye estuvo lleno de redescubrimientos editoriales, como el de la escritora estadounidense Lucia Berlin –quien llegó precedida por una fama de alcohólica y de madre abnegada– o el del premio Cervantes entregado a Eduardo Mendoza, un novelista español que paulatinamente ha caído en la autoparodia y en cierta superficialidad indigna de sus primeras obras.

Vender ejemplares bajo el respaldo de un buen avispero agitado ya es moneda corriente.

También fue importante la publicación de la novela El espíritu de la ciencia ficción del chileno Roberto Bolaño, muerto en 2003. Este libro ha desatado toda clase de telenovelescas polémicas entre Carolina López, viuda de Bolaño, y algunos críticos como Ignacio Echevarría. Se empezó discutiendo con actitudes bruscas si era correcto publicar un material rechazado por el propio autor cuando iniciaba su camino prosístico, y se ha acabado por sacar a la luz incontables infidencias melodramáticas dignas de un talk show. Algo es claro: escritores como Berlin y Bolaño pueden sustentar grandes ventas debido a los escándalos de sus vidas privadas. De hecho, y hoy para nadie resulta raro, vender ejemplares bajo el respaldo de un buen avispero agitado ya es moneda corriente.

El trovador y poeta estadounidense Bob Dylan concluyó con una pregunta trepidante su discurso de recepción del premio Nobel de literatura. Para un año de asombros y descubrimientos, la increíble concesión del Nobel a Dylan, el dilatado silencio del autor de “Like a rolling stone”, los incendios verbales que despertó la decisión de la Academia Sueca, amén del desconcierto entre propios y extraños por el galardón, son la sinopsis perfecta. Después de equipararse a Shakespeare en cuanto a prácticas artísticas, Dylan confiesa a modo de interrogante no haber tenido tiempo para preguntarse si su labor como compositor de canciones es literatura o no lo es.

Después de doce meses convulsos y en no pocas ocasiones trágicos, conviene ampliar la duda de Bob Dylan a todos los campos del arte, solo con la intención de saber si el trabajo se está haciendo bien o no. Si tiene sentido. Pues con las muchas revelaciones y hechos inesperados de 2016 no parece muy saludable plantearse seguridades. Este año parece, más bien, un pretexto para seguirse formulando preguntas. Sobre todo para sobrevivir a 2017.

 

* Escritor y editor, columnista de www.cartelurbano.com

 

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