La semana pasada Duque no asistió a la inauguración de la Comisión de la verdad. ¿Qué significa esto para la democracia?
William Duica*
La ausencia de Duque
El pasado jueves 29 de noviembre comenzó a funcionar la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición. El evento se llevó a cabo en ausencia de un presidente que pocas semanas atrás ganaba indulgencias en Europa con las avemarías ajenas del proceso de paz en Colombia.
Quizá, un mensaje enviado desde su despacho habría podido servir para “salir del compromiso”, pero no hubo ni carta, ni video, ni trino. El presidente Duque simplemente ignoró el asunto y eso tiene un significado.
Puede ser una señal de que el primer mandatario no entiende la dimensión histórica de esta comisión. Quizá Duque no logra ver que con la Comisión empezó una de las tareas más complejas que enfrenta el país: la tarea de construir la democracia sobre la base de la verdad.
Por eso, pensando en lo importante del tema, voy a hacer una especie de traducción libre de algunos elementos expuestos por el presidente de la comisión, Padre Francisco de Roux, en una conversación con Eduardo Pizarro, el mismo día jueves en el programa de María Jimena Duzán, Semana en vivo.
¿Para qué es la Comisión de la verdad?
![]() ¿Cuál es el relato que vamos a construir del conflicto? Foto: Comisión de la Verdad |
Dicho de manera muy concreta, el propósito de la comisión es esclarecer lo ocurrido durante el conflicto armado. Al terminar su periodo de tres años de funcionamiento la Comisión entregará un informe final sobre la verdad de lo sucedido durante el conflicto armado que se inició a finales de los años cincuenta en Colombia.
¿Pero cómo se llevará a cabo esa difícil tarea?
- En primer lugar, se escuchará a las víctimas, que son el punto focal de la comisión.
- En segundo lugar, se tomarán las declaraciones de los responsables directos: guerrilleros, paramilitares y agentes del Estado que perpetraron crímenes en el contexto del conflicto.
- En tercer lugar, se convocará a los “terceros”, es decir, a quienes, sin empuñar armas, fueron determinadores de los crímenes, propiciadores, o colaboradores voluntarios o involuntarios.
- Y finalmente, quedará abierto el espacio a las declaraciones de ciudadanos que consideren que pueden aportar al esclarecimiento de lo ocurrido.
Puede leer: La participación de las víctimas en las audiencias de la JEP.
De la explicación del Padre de Roux se deduce que este procedimiento no está entendido como una recopilación de anécdotas, sino como una investigación. Y al plantearlo en estos términos se despejan de antemano las dudas acerca de si se corre el riesgo de que la verdad revelada esté sesgada ideológicamente.
En estricto rigor, la verdad no va a ser revelada sino esclarecida por medio de una investigación. Y esto está garantizado por un criterio epistemológico bien definido. Pues se puede asumir que se ha esclarecido la verdad humana e histórica que nos interesa cuando, en las palabras de Francisco de Roux, “todas las preguntas pertinentes están respondidas”.
¿Pero, qué son la verdad humana y la verdad histórica? La verdad humana, es decir la personal, es aquella que satisface la necesidad propia de saber los hechos que le conciernen a uno íntimamente, que responden a las preguntas: qué pasó, por qué pasó y quién fue el responsable.
Duque no logra ver que con la Comisión empezó una de las tareas más complejas que enfrenta el país: la tarea de construir la democracia sobre la base de la verdad.
En Semana en vivo, Eduardo Pizarro, explica que estas son tres de las cuatro preguntas clave que se han hecho todas las comisiones de la vedad en el mundo; la cuarta es cómo evitar que se repita lo que pasó.
Por otra parte, la verdad histórica no es que responda a otras preguntas, sino que, respondiendo a las mismas, satisface otra necesidad, una necesidad pública, la de un saber más comprehensivo que permite, como dice de Roux, “pasar de los hechos concretos a patrones explicativos de esos hechos que les permita a las víctimas entender el porqué de sus historias”.
La comprensión para la no repetición
¿Por qué son estas las verdades que le interesan a la Comisión? Porque el propósito central de esclarecerlas es avanzar hacia la no repetición de los hechos. Y parte de lo que garantiza las condiciones de no repetición está dado por las condiciones de comprensión. No solo de quienes han estado involucrados en la violencia, como víctimas o victimarios, sino de la sociedad en general.
El deseo de que “los que conozcan la verdad no la usen en sentido de venganza sino para todo lo contrario”, como lo dijo el empresario Henry Éder en el evento inaugural de la Comisión, expresa justamente la urgencia de esa relación entre comprensión y condiciones de no repetición.
Solo en la medida en que esta sociedad comprenda que la violencia no ha sido el resultado de una maldad sin sentido e irracional, sino que detrás de ella ha habido una racionalidad perversa de intereses y motivaciones que la explican, la relación entre la verdad y la comprensión tendrá los efectos deseados para consolidar la no repetición de nuevos ciclos de violencia.
Mientras los ciudadanos y sus gobernantes no se dispongan a comprender que hay unos patrones de intereses que están detrás del exterminio de los líderes campesinos y reclamantes de tierras; mientras se pretenda con mentiras o ingenuidad creer que “son líos de faldas”, habrá alguien indignado y dispuesto a vengar esas muertes.
La mentira es la causa de la venganza, no la verdad. La verdad nos da una cierta comprensión y por eso mismo es reparadora.
De las historias a la Historia.
Eduardo Pizarro le preguntó al presidente de la Comisión si su tarea será construir una verdad única o más bien múltiples relatos sobre el pasado que compartan fundamentalmente los valores del futuro.
¿La verdad produce un relato único o les abre el espacio a múltiples relatos? Ese, dice Pizarro, es uno de los grandes dilemas de las comisiones de la verdad.
La violencia no ha sido el resultado de una maldad sin sentido e irracional, sino que detrás de ella ha habido una racionalidad perversa
Creo que esta es una preocupación de muchas personas. Nadie quiere que el resultado sea una verdad oficial en la que oficial signifique incontrovertible, al estilo de las dictaduras.
Ante ese temor se abre la posibilidad de concebir más bien un futuro con múltiples relatos que, aunque incongruentes por responder a versiones ideológicas irreconciliables, puedan adquirir un compromiso con ciertos valores fundamentales. “Que pueda haber —dice Pizarro— distintas lecturas del pasado pero que compartamos los valores del futuro —no usar las armas para llegar al poder, por ejemplo—”.
Yo creo que el temor que se expresa en el dilema “relato único o relatos múltiples” refleja una cierta incapacidad de apreciar la utilidad de la verdad. No hay tal dilema. Justamente, lo que produce la investigación es un tránsito de los múltiples relatos a un relato que es único, aunque no por ello inmutable o incuestionable. Es el tránsito de la veracidad de las historias personales (stories) a la verdad de la Historia reconstruida a partir de ellas (history).
Es justamente la verdad la que permite ese tránsito, esa articulación de lo múltiple en un todo coherente. Ese es el papel de la verdad, esa es su importancia y su utilidad para la democracia.
Lea en Razón Pública: Los desafíos de la Comisión de la Verdad.
Verdad, historia y democracia
![]() Encuentros Comisión de la verdad y violencia sexual. Foto: Comisión de la Verdad |
Como dije, estas notas están basadas en un programa televisivo, así que para guardar coherencia terminaré hablando de otro.
El Museo Smithsoniano produce una serie en la que presenta a Estados Unidos desde el aire de manera que, al seguir la ruta del tren que se abrió camino hacia el oeste; o los iconos arquitectónicos de las grandes ciudades; o los petroglifos del Gran Cañón, se va contando la historia del país.
Al sobrevolar aquellas férreas sinuosidades uno puede entender que la conquista del oeste significó, al mismo tiempo, la oportunidad de salir de la pobreza para miles de colonos blancos y la invasión alevosa y violenta de las naciones nativas americanas. Una historia de prosperidad y destrucción que marca la identidad de ese país.
Con la misma belleza fotográfica con que muestran las hermosas llanuras de Dakota del Sur, no dejan de reparar en el pequeño valle de Wounded Knee para contarnos que allí se produjo uno de los episodios más tristes de su historia: la masacre del pueblo Lakota por parte de un regimiento de la caballería.
La producción del Museo Smithsoniano está destinada a destacar la grandeza de los Estados Unidos y quizá en la serie eso se confunda con la riqueza natural y el desarrollo industrial. Pero la verdadera grandeza que se expresa en esa serie, a la que podemos aspirar todos los pueblos, está en contar la historia a la luz de la verdad, sin ocultar aquello que no debió haber ocurrido jamás.
Son precisamente las mentalidades autoritarias e inseguras las que revisan y autorizan la historia que se ha de divulgar. Son los gobernantes inseguros los que necesitan garantizar que la memoria histórica esté administrada por sus copartidarios; que la justicia discrimine entre bandoleros y hombres de honor; y que la historia se diluya en múltiples versiones devaluadas por el olvido.
Por eso no sobra reiterar la importancia del papel que está llamada a cumplir la comisión de la verdad. No sobra repetir que su trabajo es un insumo para la construcción de la democracia. Pues la democracia es la forma de vida que adquiere una nación cuando puede comprenderse a sí misma a partir de la verdad de los hechos que conforman su historia.
* Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia en el Departamento de Filosofía, investigador en el grupo Relativismo y Racionalidad.