El Informe Mundial sobre la Cocaína 2023 analiza el mercado ilegal del alcaloide en el mundo. Sus argumentos, sus datos y sus mapas ponen al presidente Petro ante un dilema muy serio.
Jorge Andrés Baquero Monroy*
Un nuevo escenario
En un contexto de aumento significativo de cultivos de hoja de coca en el mundo, Colombia ocupa el primer puesto entre los países con presencia de estas siembras. Durante el 2021 el área cultivada aumentó en un 35 % frente al año anterior, cerrando el año por encima de las 200.000 hectáreas.

De la misma manera, el informe muestra que 22 frentes neoparamilitares, 30 grupos disidentes de las FARC y 8 grupos del ELN han sido fundamentales para el aumento en la producción de cocaína. A su vez, estos grupos han construido alianzas con carteles mexicanos y organizaciones delictivas de los Balcanes, olvidando sus guerras internas para atender a clientes más poderosos.
El informe señala que los grupos delincuenciales se han dedicado a financiar todas las etapas de producción, pero lo hacen de manera descentralizada y pragmática, es decir que ya no están concentrados en controlar territorios para sembrar coca. Tampoco tienen una cadena vertical de dominio y, por ende, actúan como federaciones con sus propias reglas de juego. El Clan del Golfo es un gran ejemplo de las nuevas dinámicas de producción.
Por otro lado, el informe reconoce que el aumento en la producción de cocaína en Colombia fue antecedido por un alza en la demanda global del producto. El número de consumidores en África y Asia ha aumentado y se acerca a las cifras de Estados Unidos o el Centro de Europa. Por ahora este no es un problema significativo para Colombia, pero no se descarta que las redes criminales colombianas entren a ser parte de estos nuevos mercados.
De la misma manera, el informe muestra que 22 frentes neoparamilitares, 30 grupos disidentes de las FARC y 8 grupos del ELN han sido fundamentales para el aumento en la producción de cocaína. A su vez, estos grupos han construido alianzas con carteles mexicanos y organizaciones delictivas de los Balcanes, olvidando sus guerras internas para atender a clientes más poderosos.
En otro sentido, el informe señala que han aumentado considerablemente las incautaciones de cocaína en el mundo. Por ejemplo, en 2021 se incautaron 2000 toneladas, cuando en 2014 se habían incautado poco menos de 700.
Es cierto que hay una demanda creciente de cocaína, acompañada por un mayor control e incautación de la planta. Pero el éxito de incautación no ha desmotivado la producción, ni el tráfico, ni el consumo.
El informe hace hincapié en la vulnerabilidad de territorios con puerto marítimo o aéreo, y de las zonas de frontera, lugares donde suelen asentarse las economías ilegales y se mueven los actores armados.
Para Colombia es un indicador de riesgo, pues para el informe la frontera con Ecuador es bastante porosa y con altos grados de movilidad de mercados ilegales, además de que los puertos colombianos que se encuentran a lo largo del pacifico son sumamente difíciles de vigilar.

Un mercado cambiante
El informe señala que los grupos criminales colombianos son los principales proveedores de países como México, Estado Unidos y Canadá.
También muestra que las rutas de la cocaína que salen de Colombia hacen una suerte de escalas por distintos países de Centroamérica como Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, y México.
Esto aumenta la complejidad y la desarticulación de una economía que tiene tantos participantes, modalidades de transporte, rutas de envío, lugares de expedición y recepción del producto.

Debo añadir que los patrones cambiantes del tráfico de cocaína no son exclusivos de América Latina; en Europa las mafias se han ampliado para distribuir y manejar el producto a ciudades que no estaban en el radar, como Amberes, Rotterdam, Gioia Tauro y Hamburgo.
De modo muy similar, el enorme aumento de las incautaciones en países como Nigeria, Sudáfrica y Angola muestran que en lugares donde los traficantes no veían mercados atractivos, ahora sí existen redes mafiosas de un tamaño y poder significativos.
Ahora los grupos criminales han construido redes especializadas en cada una de las etapas de la producción, tráfico y distribución. Los mercados ampliaron su oferta de transporte de cocaína con más cantidad de actores dedicados a esta labor, dejando en el pasado cuestiones como la exclusividad para prestar servicios de transporte a un solo cartel.
Aunque el informe no lo señala, este tipo de fenómenos son mucho más preocupantes a raíz de la gran cantidad de subregistros en los mercados ilegales.
El dilema de Petro
El presidente Petro, a través del discurso en las Naciones Unidas y las acciones del estado y las oficinas diplomáticas, pretende convencer al mundo de la inviabilidad de la prohibición y persecución de la cocaína.
Esta postura tiene una intención valiente, novedosa y posiblemente acertada, pero con muy pocas posibilidades de inducir un cambio en la política antidrogas de Estados Unidos.
De hecho el subsecretario para asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, Brian Nichols, ya se lo hizo saber al presidente Petro: “creemos que es muy difícil tener éxito si no hay presión para disminuir los cultivos [ilícitos], y particularmente, sin que el programa de erradicación voluntario esté en marcha”.
En consecuencia, a Petro le quedan dos caminos:
- Intentar ser fiel a los postulados que ha formulado desde que era candidato presidencial en 2018 sobre el fracaso de la guerra contra del narcotráfico, o embarcarse en una discusión larga, difícil y poco productiva que tensionará las relaciones entre Estados Unidos y Colombia.
- Seguir adelante con la erradicación forzada y/o voluntaria de poca eficacia, como hicieron sus antecesores. Aunque los electores, militantes y simpatizantes le cobrarán este reverzaso tarde o temprano.
En cualquiera de los casos a Petro le esperan meses de bastante presión social por cuenta de sus decisiones sobre este tema.
Las implicaciones
El mercado de la cocaína está cambiando de manera tan rápida que los gobiernos no tienen la capacidad de reducir las cifras de comercialización y consumo.
Así mismo, la gran cantidad de nuevos lugares de tráfico y nuevas organizaciones dedicadas al comercio de cocaína dejan en evidencia que se han incrementado las motivaciones para ser parte de la criminalidad que utiliza el alcaloide para construir un imperio.

Esta postura tiene una intención valiente, novedosa y posiblemente acertada, pero con muy pocas posibilidades de inducir un cambio en la política antidrogas de Estados Unidos.
En este escenario Colombia es protagonista y quizás sobre ella recaigan grandes debates internacionales en las próximas semanas.
Por otro lado, cuando el informe señala que las disidencias y/o rearmados de las FARC, el Clan del Golfo y el ELN son piedras angulares en el aumento de la producción de cocaína, muestra también que sacar de circulación a este personal armado es más importante que detenernos a discutir si son o no son capos de la cocaína.
Por último, cabe decir que el informe se basa en datos recogidos entre 2005 y 2021, lo cual implica que el empantanado panorama en el que se encuentra Colombia no es una responsabilidad del gobierno del Pacto Histórico.
Pero sí es menester que el gobierno Petro le haga frente al asunto de inmediato: su idea de acabar la guerra contra del narcotráfico no va camino de tener eco en el Congreso o el gobierno de Estados Unidos.