La baja de “Uriel” no fue un golpe tan duro al ELN como dice el gobierno, pero tampoco tan irrelevante como dicen algunos analistas. Estas son las consecuencias previsibles de la Operación Odín.
Andrés Felipe Aponte*
Dos interpretaciones, dos silencios
El pasado 26 de octubre, el gobierno anunció la baja de Andrés Felipe Vanegas Londoño, alias “Uriel”, en desarrollo de la “Operación Odín”.
Frente a esta noticia se han dado a conocer dos opiniones contrarias:
- Por un lado, el gobierno calificó el hecho como un éxito de su estrategia de seguridad, al procurar tan duro golpe a una de las “mayores amenazas” del país en materia de orden público. En palabras del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, este fue el “mayor golpe militar al ELN en los últimos años”, dada la alta “peligrosidad que representaba” el mando guerrillero.
- Pero por otro lado, varios analistas le han restado importancia al golpe contra el ELN, pues a su juicio “Uriel” no tenía la importancia que le atribuyó el gobierno. Más bien, en su opinión, se habría tratado de una estrategia mediática para mostrar resultados de una política de seguridad poco exitosa.
Esas dos teorías tienen en común el omitir dos puntos esenciales para evaluar las consecuencias efectivas de la baja de “Uriel”:
- Sus impactos sobre el conflicto armado en el Chocó, y
- El efecto sobre una eventual negociación entre el gobierno y el ELN.
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El papel de alias “Uriel”
Los comunicados del ELN resaltan el papel de “Uriel”, pues era él quien promovía la ideología de esta organización entre los combatientes del Frente de Guerra Occidental (FGO). Sus tareas concretas consistían en:
- Hacer presencia en las redes sociales;
- Educar políticamente a los combatientes, y
- Resolver los problemas de las comunidades donde su frente estaba actuando.
Estos no son asuntos menores y muestra la importancia territorial de “Uriel”, ya que era el encargado de una labor poco estudiada en Colombia: cómo se socializa e ideologiza a los reclutas.
Trabajos académicos como Rape as a Practice of War: Toward a Typology of Political Violence de Elisabeth Wood, o The commander´s dilemma: creating and controlling armed group violence de Amelia Hoover Green muestran cómo podemos entender las prácticas violentas típicas de distintos grupos armados si analizamos las formas de socialización que promueven esos grupos. En efecto, son los comandantes, y sobre todo los cuadros ideológicos, los que disciplinan y limitan ciertas formas de violencia que van en contra de las normas o reglas tanto de la organización como en la textura que adquiere su relación con el mundo exterior (las llamadas bases sociales).
De ahí la importancia de “Uriel” en el FGO, pues era el encargado de formar y adoctrinar a los nuevos combatientes. “Uriel” era importante para los guerrilleros del frente Ernesto Che Guevara y para las comunidades, por ser la figura “benevolente y bienestarista” de la organización.
La pérdida de “Uriel” puede hacer que la formación de los nuevos reclutas del ELN sea más precaria, lo cual tiene implicaciones para la acción del combatiente raso y el tipo de violencia que ejerce. No en vano, un precario adoctrinamiento puede incentivar el aumento de casos de indisciplina por la prevalencia de intereses personales (las llamadas desviaciones revolucionarias: codicia, indisciplina, consumo de alcohol, drogas, etc.); así como, puede dificultar la capacidad de trámite y resolución de los problemas las comunidades a causa de la escasa formación del guerrillero.
De tal forma, esto no es un asunto menor, porque el FGO es quizás el frente de guerra del ELN que mayor impacto humanitario arroja en el territorio nacional, debido a las lógicas criminales y extractivas a las que se encuentra atado. Por eso la muerte de “Uriel”, podría agravar la violencia en el territorio y militar y criminalizar más la textura de las relaciones entre civiles y armados.

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El futuro de las negociaciones
Desde hace unos años, el ELN ha entrado en una nueva trayectoria organizacional, la cual ha estado caracterizada por la mayor importancia de mandos medios, como “Uriel”.
“Uriel” representa a los nuevos comandantes del ELN, los cuales son más ideologizados y criminalizados en sus medios. Tanto «Uriel» como alias «Pablito» están menos atados a las vías moralizantes de la revolución de la generación del “Cura Pérez”, “Gabino” o Pablo Beltrán para dar algunos ejemplos. Estos comandantes territoriales son lo que han asumido una postura más pragmática frente a las economías territoriales (coltán, oro, coca, etc.) de las zonas donde tiene presencia, y son quienes boicotean los esfuerzos de paz a través de acciones violentas y mediáticas, como fue la bomba que el ELN detonó en la Escuela General Santander en 2019.
La muerte de “Uriel” no golpea al ELN. Por el contrario, puede hacer que la organización nacional adquiera mayor unidad interna. Y esto es verdad, sobre todo, porque el gobierno no está dispuesto a negociar un acuerdo de paz.
Actualmente, Pablo Beltrán, líder del ELN, está en La Habana, pues encabezaba una mesa de diálogo que ha estado suspendida desde hace más de un año. Por este motivo, quienes están a cargo en el campo de batalla son los mandos medios. La baja de “Uriel” entonces
- Podría agrandar la brecha entre los sectores que prefieren negociar con el Estado y los sectores que no, como también
- Podría unir internamente al grupo, en torno a discurso de la resistencia armada y la no voluntad del Estado colombiano para entablar una negociación.
Un balance negativo
“Uriel” no era parte del Comando Central (COCE) ni de la Dirección Nacional (DINAL) del ELN. Su muerte tiene un impacto en la región del San Juan chocoano, pero no en el resto del país.
Es más: la muerte de “Uriel” no fue un golpe estratégico y militar; fue una noticia mediática alimentada por la presencia que ejercía el guerrillero en las redes sociales. Esto permitió que el gobierno presentara la operación Odín como un gran resultado ante los medios.
La estrategia de Duque es la reedición de lo que había hecho Uribe, pues bajo su mandato (2002-2010) se enlazaron las estrategias de publicidad con las de seguridad, en lo que Alexander Fattal llama “guerrilla marketing”. No en vano el ministro de Defensa señaló la eficacia de la Política de Defensa y Seguridad para la Legalidad, el Emprendimiento y la Equidad.
Pero el ministro en su discurso omite el hecho de que la muerte de un comandante no lleva a ninguna transformación en el ELN, ni en sus propósitos, ni en las comunidades que afecta.
La precariedad estatal en el San Juan chocoano le ha abierto la puerta a esta guerrilla para imponer su justicia en este territorio. Mientras ese territorio no sea integrado por el Estado, las economías ilegales y las organizaciones armadas seguirán ordenando y regulando la vida “comunitaria”.
Este tipo de operaciones militares no garantiza la seguridad y acaba abriendo más las brechas en el funcionamiento local que pueden ser aprovechadas por otros grupos armados. De hecho, una descoordinación o un repliegue del ELN en el San Juan es un contexto favorable para que las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) intenten expandirse territorialmente.
Sobre este último punto, las AGC tienen más experiencia que nadie y saben de las oportunidades que se abren en los escenarios regionales por cuenta de la acción del Estado. Basta con recordar su experiencia en el bajo Cauca antioqueño y sur de Córdoba.
Más conflicto
El caso de “Uriel” pone al descubierto las múltiples aristas en el funcionamiento territorial y nacional de nuestro largo y degradado conflicto armado, pues muestra cómo un golpe militar de este tipo puede tener serias implicaciones locales, aunque influya muy poco sobre el balance nacional de la guerra: el discurso alrededor del tema de seguridad para el país integrado no se sostiene ni se legitima dando de baja a un cuadro medio que en poco o nada afecta la vida de las ciudades capitales.
Primero, estos golpes afectan la formación de los combatientes, lo que tiene consecuencias en sus prácticas y el tipo el propósito de la violencia que ejercen. Segundo, dan lugar a nuevos balances de poder entre los grupos armados. Tercero, impiden las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno.
Este tipo de estrategias y golpes mediáticos perpetúan el conflicto y dejan a las comunidades en medio del fuego cruzado. Si el Estado quiere de veras golpear al ELN debe atender las necesidades básicas y avanzar en la construcción de infraestructura e integración institucional de los territorios, para evitar que los grupos armados tomen el poder. En otras palabras, atender los reclamos concretos de los territorios en materia de integración, para saber qué tipo de Estado llevar e institucionalizar.