Al celebrarse el 22° aniversario de la Resolución 1325 de las Naciones Unidas, reflexionamos sobre las implicaciones de la agenda de mujeres, paz y seguridad para la nueva política de la “paz total” del gobierno.
Rebecca Gindele* y Miyerlandy Cabanzo**
Los nadies y las nadies
Por primera vez en la historia de Colombia, un presidente de izquierda y una vicepresidenta negra fueron elegidos. La política de “paz total” promete poner en el centro de las acciones de paz y desarrollo los derechos humanos y los derechos de las comunidades y personas marginadas históricamente del poder político y económico del país.
Sin embargo, ante este panorama surgen preguntas fundamentales:
- ¿Qué significa la paz total para las mujeres?
- ¿Cuál es la visión de una paz total para las organizaciones de mujeres?
- ¿Cómo ejecutar una paz total con perspectiva de derechos de las mujeres?
- ¿Cuáles son los puntos claves para desarrollar una paz total que involucre e impacte positivamente a las mujeres del país?
Estas preguntas pueden resolverse a la luz de la Resolución 1325 y del ejercicio político que diversas mujeres a lo largo y ancho del país realizan.
El acuerdo y las mujeres
La Resolución 1325 de las Naciones Unidas sobre Mujeres, Paz y Seguridad fue adoptada el 31 de octubre del 2000 por el Consejo de Seguridad. Esta prevé la participación de las mujeres en la toma de decisiones para la prevención, la resolución pacífica de los conflictos armados y la construcción de una paz transformadora.
Mientras la ley de la “paz total” se tramitaba en el Congreso, la Resolución 1325 celebró su 22° aniversario.
Sin embargo, hay que decir que en Colombia la resolución ha avanzado parcialmente gracias a la implementación de las medidas de género del acuerdo de paz con las FARC-EP. Un intento sobre el cual construir igualdad y transformar la vida de las mujeres.
Tanto la resolución como el acuerdo son un medio para avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y una forma de hacer distinta la paz. Porque históricamente se ha concebido como una estrategia para silenciar los fusiles y no se ha entendido de una manera más amplia.
Por eso, el acuerdo nos enseñó que se puede hacer una paz más incluyente y transformadora. Por tanto, una “paz total” que se hace con las mujeres y aquellas personas y comunidades marginadas, donde no se deja a nadie atrás.
Paz inclusiva
Bajo el lente de esta agenda internacional que se ha traducido de distintas formas a nivel nacional, la paz total debería comprender los siguientes elementos en relación con el rol de las mujeres:
- Cambio de visión: Entender la seguridad como seguridad humana, la paz en clave de derechos humanos y derechos de las mujeres, y profundizar en la violencia ejercida contra las mujeres en contextos de conflicto armado y no armado.
- Participación: Promover la participación protagónica de las mujeres en los diálogos con el ELN y demás grupos armados para negociar o someterse a la justicia con una visión de la afectación a las mujeres y sus comunidades. Asimismo, consultar con las mujeres ubicadas de Zonas de Ubicación Temporal y reconocer constantemente el impacto de la violencia en las vidas de las mujeres. Esto para que las acciones diseñadas e implementadas respondan a las necesidades reales de las mujeres.
- Implementación del Acuerdo Final: Cumplir los compromisos con enfoque de género del acuerdo con las FARC como base para avanzar en lo que pactará el estado colombiano con otros actores armados.
- Inclusión socio-económica: Integrar al desarrollo socio-económico a las mujeres de los territorios más afectados por la violencia.
- Proceso de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) con enfoque de género: las mujeres combatientes aportarán al diseño y ejecución. Los hombres combatientes concebirán nuevas masculinidades para una desmovilización y reincorporación a la vida civil más transformadoras.
- Entidades de decisión: Asegurar la paridad en el gabinete de paz y la inclusión de las voces de las mujeres y sus organizaciones en la toma de decisiones.

La paz total: “El logro de la paz y el desarrollo social equitativo”
Por otro lado, el gobierno nacional de Gustavo Petro y Francia Márquez emprendió la tarea de diseñar un plan de acción nacional para el cumplimiento de la Resolución 1325. Una deuda que el estado tiene desde que acogió este instrumento internacional.
Asimismo, el congreso, en su primer período de 2022-2023, aprobó el proyecto de ley de “paz total” propuesto por el gobierno nacional. Tanto el plan nacional de acción de la resolución 1325 como la ley de paz total son un avance para el país porque están fomentando nuevas condiciones de vida para las mujeres de todo el país y, aún más, a aquellas afectadas por el conflicto armado. No es en vano que el lugar elegido por el gobierno nacional para comunicar el diseño del plan de acción fuera Chocó.
El gobierno nacional puntualizó la “paz total” con cara de mujer y personas LGBTI. Es decir, el gobierno quiere impulsar el desarrollo equitativo de grupos y comunidades históricamente marginadas por condiciones de género, ubicación geográfica, clase social y raza.
A su vez, esta paz facilita la voluntad política para dialogar con actores armados, tanto de origen guerrillero como criminal, para resolver la violencia del conflicto armado y las afectaciones humanitarias que viven muchos territorios.
En este punto, la definición de paz total está en consonancia con la Resolución 1325 pues impulsa cambios de enfoque sobre la seguridad, la participación, la protección, el acceso a la justicia, y la inclusión social, política-económica y prevención.
Sin embargo, el gran reto de esta concepción de paz es traducirla del papel a la práctica. La paz total no ocurrirá en espacios vacíos, sin relaciones de poder o sin intereses contrarios. Los ejecutores de la paz deberán ser capaces de crear consensos entre tantas aristas.
También es necesario asegurar los recursos humanos, técnicos y financieros suficientes para hacer realidad la paz, así como mantener relaciones de confianza para avanzar con mayor determinación en la consecución de una paz que transforme la vida de las mujeres.
De lo contrario, se corre el riesgo de elevar las expectativas y fomentar altas frustraciones. Es un hecho que las mujeres colombianas demandan vivir tranquilas y en paz.
Aportes finales
Para terminar ofrecemos algunas recomendaciones que creemos pertinentes para obtener la “paz total” por y hacia las mujeres.
Por un lado, se requiere que las entidades diseñadas para la paz, justicia, desarrollo rural y defensa materialicen la paz. En otras palabras, pasar del discurso a la práctica. Por eso se exige comprender la realidad material y política de cada actor armado y cada territorio para implementar acciones que transformen verdaderamente las vidas delos sectores históricamente marginados.
A su vez, el futuro Ministerio de la Igualdad junto con la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer deben comprometerse a poner las voces de las mujeres en el centro del proceso de diálogo, negociación, implementación de lo acordado y evaluación de lo implementado. Es fundamental que las mujeres sean protagonistas de la paz, que sean agentes activos, lideren y mejoren la vida de otras mujeres y sus comunidades.
Finalmente, la Consejería Presidencial, en cabeza de Clemencia Carabalí, tiene una oportunidad única para liderar la articulación de los diferentes instrumentos en diseño o en marcha en relación a la mujer, la paz y la seguridad.
Carabalí conoce bien las realidades de las mujeres en los territorios. Su desafío será utilizar todos los instrumentos, incluyendo el plan de acción de la Resolución 1325, los indicadores de género del plan marco de implementación del acuerdo de paz, la ley de paz total, las recomendaciones del informe final de la Comisión de la Verdad y el plan nacional de desarrollo para materializar efectivamente la agenda de mujeres, paz y seguridad.
La discusión sobre las mujeres y la paz no es nueva por lo que merece ser atendida con prontitud. Es necesario que en Colombia se fomente y se cumpla una agenda de género, así como la protección y el acompañamiento a aquellos sectores que han sido marginados en el pasado.