José Félix Lafaurie: ¿Ser o no ser… de gobierno? | Razón Pública 2022
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José Félix Lafaurie: ¿Ser o no ser… de gobierno?

Escrito por Mauricio Romero

El gobierno, los ganaderos y el país se juegan mucho con la nueva relación entre el presiente Petro y el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos. ¿Cuáles son las razones, los beneficios y los riesgos de esta nueva y sorprendente relación?

Mauricio Romero Vidal*

Posiciones contradictorias

No la tiene fácil José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (FEDEGAN), en su posición de contraparte del gobierno en el tema de tierras y, al mismo tiempo, miembro de una delegación negociadora del gobierno con el ELN.

¿Cómo resolverá los dilemas que traerán esas posiciones, que parecen contradictorias?

En materia de tierras concertaría con el gobierno del Pacto Histórico la compra de predios en posesión de ganaderos para cumplir la reforma rural integral del Acuerdo de la Habana (al cual se ha opuesto rotundamente). Pero en su condición de delegado, actuaría como parte del gobierno frente a los negociadores del ELN.

En el primer escenario está al otro lado de la mesa de negociación, aspirando a defender los intereses de su gremio, mientras que en el segundo está del lado del gobierno, acordando el final del alzamiento armado de los elenos y, con seguridad, defendiendo también al gremio que preside.

Lo primero que habría que preguntar es ¿cómo se convirtió Lafaurie —opositor acérrimo del presidente Petro, del movimiento que lo llevó a la presidencia y de su programa de gobierno— en una pieza clave del ajedrez de ese mismo gobierno? Más todavía cuando el presidente está apostando gran parte de su capital político en los dos temas que involucran a Lafaurie —tierras y paz con el ELN—.

El gana-gana

Es claro que el gobierno gana credibilidad y legitimidad frente a parte de ese medio país que votó en su contra, sector que tiene una imagen muy negativa del actual presidente.

Durante la campaña electoral, Lafaurie y su partido, el Centro Democrático, no bajaron de acusar al Pacto Histórico y su líder del “promeserismo del neocomunismo progresista” que llevaría a Colombia al abismo, donde le haría compañía a Venezuela en manos del chavismo.

Sin duda, Lafaurie y los ganaderos también ganan. Como le aconsejó el expresidente Álvaro Uribe: “es mejor estar ahí, que no estar”, puesto que siendo parte de la mesa de negociación se puede influir más que haciendo parte de la oposición o dirigiendo un gremio.

El gremio también gana en respetabilidad al facilitar la política del gobierno, después de verse relacionado con el paramilitarismo —Jorge Visbal Martelo, anterior presidente de FEDEGAN fue condenado por vínculos con las AUC—, con la apropiación ilegal de tierra —El Fondo Ganadero de Córdoba fue condenado por el despojo de tierras en el Urabá— y con el blanqueo de dineros del narcotráfico durante las últimas décadas. Es decir, gana el gobierno y también ganan los ganaderos. Es un gana-gana.

Foto: 1.2. Twitter: José Félix Lafaurie - La oposición ha apoyado la participación de José Félix Lafaurie en la mesa de negociación con el ELN.

Lafaurie gana también en el plano personal, porque de esta manera puede mejorar su imagen negativa entre muchos colombianos. Es un típico negacionista de la existencia del conflicto armado —únicamente hubo amenaza terrorista—, o de las violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas militares —víctimas de una campaña de desprestigio y a pesar de toda la evidencia en contra—, o de la acción concertada entre militares, ganaderos y paramilitares en el desplazamiento y despojo de tierras. Lafaurie ve solamente los crímenes cometidos por las FARC, pero no la tragedia humanitaria causada por la contrainsurgencia legal e ilegal de los paramilitares.

Su participación en los espacios que le ha abierto el gobierno le ofrece la oportunidad para “blanquear” su reputación.

Coincidencias entre adversarios

Lafaurie y el gobierno Petro coinciden en la necesidad de una industria agroalimentaria y una amplia clase media rural.

Sin duda, Lafaurie y los ganaderos también ganan. Como le aconsejó el expresidente Álvaro Uribe: “es mejor estar ahí, que no estar”, puesto que siendo parte de la mesa de negociación se puede influir más que haciendo parte de la oposición o dirigiendo un gremio.

Aunque es un crítico abierto de la reforma agraria si no viene acompañada de vías terciarias, crédito, asistencia técnica y comercialización, medidas que el gobierno ha prometido para complementar la distribución de tierras, entiende que muchas de esas decisiones beneficiarán también a los ganaderos, quienes están a la espera de las promesas del gobierno del cual desconfían al máximo, de acuerdo con sus voceros.

Es decir, hay un interés directo del gremio ganadero en la recuperación del campo que ha prometido el gobierno.

Algo similar sucede con la paz total. La población rural, incluidos sus empresarios, sobre todo de las zonas donde actúan el ELN, las disidencias de las FARC y otros grupos, son beneficiarios directos de una negociación exitosa que consiga la desaparición de esos grupos armados.

Inversión pública en el campo, acompañada de paz y mejoras sociales, es una situación sin precedentes que ni siquiera los gobiernos del presidente Uribe pudieron prometerles a los empresarios rurales ni a la población rural marginada.

Los riesgos

El ajedrez político planteado por el gobierno tiene sus riesgos. Aunque el encuentro parece razonable para las dos partes, esto solo es verdad si con ello se acerca a los propósitos deseados: concertar la adquisición de tierras y un acuerdo para finalizar la rebelión armada.

Si no ocurre así, se abre un abanico de posibilidades, cada una con dificultades y riesgos propios.

El peor escenario sería el fracaso de la concertación con los ganaderos y de la negociación con el ELN y las disidencias de las FARC. La ruptura con los ganaderos crearía una tensión con un sector amplio, diverso, movilizado políticamente y con control del recurso tierra, central tanto para la reforma rural como para la paz. Una distribución de tierras “a la fuerza” podría llevar a circunstancias de violencia que el país ya conoce y no quiere repetir.

Además, un nuevo fiasco con el ELN pondría al gobierno ante la disyuntiva de usar la fuerza del Estado para enfrentar a estos grupos, alternativa que la coalición del Pacto Histórico le ha criticado a los anteriores gobiernos. El ambiente resultante de estos fracasos dejaría al gobierno debilitado y con opositores tanto a su izquierda como a su derecha, entre ellos al señor Lafaurie.

Por otro lado, si se logra un acuerdo con los ganaderos para la compra de tierras, pero fracasa la negociación con las guerrillas, las regiones donde operan estos grupos quedarían en una especie de limbo. Tendrían que esperar a que las instituciones realicen la reforma agraria para que dichos grupos armados pierdan sus bases sociales y acaben aisladas; pero esto tomaría tiempo y exigiría mejorar palpables en las condiciones socioeconómicas.

Pero este segundo escenario tendría el costo de escalar la ofensiva militar contra las guerrillas.  Desde la izquierda el gobierno sería acusado de haberse entregado a los ganaderos y, si se cumple la redención del campo, el presidente de FEDEGAN podría ser candidato presidencial de una coalición sin precedentes.

Lo anterior puede sonar a fantasía, pero ya existen presentes regionales. Rodrigo García Caicedo, presidente de la Federación de Ganaderos de Córdoba (GANACOR) y defensor público del derecho a la autodefensa durante los años 80, fue candidato a la gobernación de Córdoba en 1992 por una coalición liderada por la Alianza Democrática M-19, de la que hacía parte un sector importante del Ejército Popular de Liberación.  Los voceros del M-19 en ese acuerdo fueron Otty Patiño y Álvaro Jiménez, para quienes la candidatura de García Caicedo, en alianza con ellos, era una fórmula para cimentar la paz en Córdoba.

El peor escenario sería el fracaso de la concertación con los ganaderos y de la negociación con el ELN y las disidencias de las FARC. La ruptura con los ganaderos crearía una tensión con un sector amplio, diverso, movilizado políticamente y con control del recurso tierra, central tanto para la reforma rural como para la paz. Una distribución de tierras “a la fuerza” podría llevar a circunstancias de violencia que el país ya conoce y no quiere repetir.

Finalmente cabría un escenario de acuerdo con el ELN y ruptura de la concertación para la compra de tierras, y en este caso el debate entre el gobierno y la oposición sería muy intenso: el Centro Democrático, Cambio Radical y otros partidos menores acusarían al gobierno de entregarse a las guerrillas, como habían anunciado durante la campaña electoral, y aumentarían considerablemente las dificultades para la reforma agraria.

Más cerca a la paz total

En perspectiva, hay que reconocer que el espacio abierto por el gobierno Petro para los ganaderos aumenta la probabilidad de la llamada paz total y la transformación del campo en una verdadera fuente de riqueza y empleo.

Los retos son inmensos por las diferencias entre lo que representan ganaderos y el nuevo gobierno, aunque también está claro que los beneficios de la cooperación pueden ser enormes, si los cálculos políticos no priman.

Se necesitará mucha sensatez en las dos mesas de negociación donde van a participar los ganaderos, representados por Lafaurie. Es difícil predecir el resultado, pero están claras las posibles ganancias de los consensos.

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