
Un amante del vallenato recuerda la trayectoria prolífica del maestro Jorge Oñate.
Amylkar Acosta*
Aquí no vale plata, ni poder, ni que sea alto ni blanco. Esta es la verdad de la vida, el único que va a arreglar esto es Dios.
Jorge Oñate
Un homenaje aplazado
Como diría el pensador español Fernando Savater, durante 40 días y 40 noches, el célebre cantante de vallenato Jorge Antonio Oñate González se debatió entre la vida y la muerte en una unidad de cuidados intensivos (UCI). “Para morir solo se necesita tener vida”, sentenció él mismo alguna vez. Por más que trató de “ensanchar la finitud angosta de la vida para reducir la anchura agobiante de la muerte”, la parca le ganó la última partida.
Al igual que a millones de personas, la COVID-19 le jugó una mala pasada al Jilguero de América. Antes de llevárselo para siempre, impidió que se celebrara el homenaje en su nombre que iba a tener lugar en el Festival de la Leyenda Vallenata de 2020. El Festival se llevó a cabo virtualmente en septiembre, pero el reconocimiento al Ruiseñor del César fue postergado para este año.
Su última aparición pública fue en un concierto virtual realizado el 25 de octubre que contó con la presencia del acordeonero Alvarito López. Ese día el Tenor del Vallenato se mostró eufórico y vital. Era imposible sospechar lo que le deparaba el destino. El virus se lo llevó justo a pocos días de que cumpliera 72 años.
Antes de llevárselo para siempre, la COVID-19 impidió que se celebrara el homenaje en su nombre que iba a tener lugar en el Festival de la Leyenda Vallenata de 2020
Jorge Oñate nació en la Paz (César): “Ahí empecé yo” decía con orgullo. Alguna vez en un reportaje periodístico afirmó: “Yo no soy pasado, soy presente”. Estoy convencido de que el tiempo probará que tenía razón: la obra del Jilguero seguirá brillando a pesar de su partida física. Sus canciones sobrevivirán y servirán de inspiración a las nuevas generaciones.
El antes y el después del maestro
En la historia y la evolución del vallenato hay un antes y un después de Jorge Oñate. Antes de él, los juglares eran compositores, acordeoneros y cantantes. Casi siempre también eran “verseadores” y expertos en al arte de la piquería. Indudablemente, eran músicos completos.
Después aparecieron los conjuntos vallenatos a los que se les conocía como “pelotica”. En esos conjuntos, los acordeoneros “mandaban la parada” y escogían el vocalista que más se ajustara a su estilo. Así se inició el Ruiseñor del Cesar cuando grabó su primer disco de larga duración (LP) con el Comandante Emilio Oviedo en 1968.
Pero todo cambió con la irrupción de las grandes ligas del Vallenato de Jorge Oñate y el “pulmón de oro” Poncho Zuleta. En 1972, durante la quinta edición del Festival de la Leyenda Vallenata, Oñate rompió con las reglas del concurso y se subió a la tarima para acompañar como cantante y guacharaquero al acordeonero Miguel López del legendario conjunto de Los hermanos López.
De la mano de Oñate, Miguel López se alzó con el título de Rey Vallenato, y esto le costó la descalificación del acordeonero Andrés Landeros quien, como buen representante de “los de antes”, no concebía que el acordeonero fuera opacado por el cantante. Ese es el origen del injusto apodo “Rey mudo” que acompañó a López hasta sus últimos días.
Desde entonces, las estrellas de los conjuntos vallenatos son los cantantes, y no los acordeoneros ni los compositores, que muchas veces son ninguneados y condenados al ostracismo por las casas disqueras y la farándula nacional.

El rey Midas del vallenato
Jorge Oñate se convirtió en el Rey Midas del Vallenato, pues además de Miguel López, ayudó a coronar a muchos reyes de la Leyenda Vallenata como Gonzalo El Cocha Molina, Raúl “El chiche” Martínez y Christian Camilo Peña.
Sus canciones sonaron en acetato, después en CD y más recientemente en las plataformas digitales más importantes. En su largo historial de grabaciones se cuentan canciones de todos los subgéneros del vallenato, desde el paseo hasta la puya y el merengue.
En la historia y la evolución del vallenato hay un antes y un después de Jorge Oñate.
En la década de los setenta, Oñate y Poncho Zuleta revolucionaron la música vallenata. El Tenor del Vallenato logró incluso grabar con la reconocida orquesta de Nelson Díaz. Así mismo, fue el primero en interpretar la música de Francisco El Hombre en Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla, donde ganó 9 congos de Oro y el Super Congo, un privilegio que solo comparte con el inolvidable Joe Arroyo.
Sus galardones
Canciones como El cantor de Fonseca escrita por Carlos Huertas en 1973, No voy a Patillal de Armando Zabaleta (1973), Dos rosas de Fredy Molina (1974), Ausencia de Santander Durán (1977), Nido de amor de Octavio Daza (1978), Alicia adorada de Juancho Polo Valencia (1981) y Sanjuanerita de Hernando Marín (1981) se convirtieron en hits parade gracias a la interpretación de Oñate. Todas ellas forman parte de la Antología del Vallenato.
Por sus inolvidables interpretaciones, recibió un gran número de reconocimientos importantes: la Medalla Consuelo Araujonoguera por sus 40 años de vida artística en el Festival de la Leyenda Vallenata de 2017, 25 discos de oro, 7 de platino y 6 doble platino por la venta y el Grammy Latino, y el Premio a la Excelencia musical son algunos de ellos.
Su legado
Justo cuando se acercaba a los cincuenta años de vida artística, grabó con su ahijado Silvestre Dangond una canción premonitoria titulada Volví a llorar escrita por Amilcar Calderón. Ya la había grabado 32 años antes con el rey de reyes Alvarito López, el hijo de su partner Miguel López. En 2016 grabó su último trabajo discográfico bajo el sugestivo título Patrimonio universal.
Se le quedó en la fragua el álbum con siete canciones seleccionadas por el Maestro Oñate que, según anunció, grabaría con varios reyes del acordeón para contribuir al legado del Festival de la Leyenda Vallenata. Pero como dicen por ahí, “el hombre propone y Dios dispone”. El Todopoderoso escribe recto en renglones torcidos, por lo cual es imposible descifrar sus designios.
La Junta del Festival, encabezada por Rodolfo Molina, tiene la honorífica tarea de salvaguardar la obra del Tenor del Vallenato, quien aportó mucho a este género, declarado Patrimonio inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2015.