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¿Y ahora qué?

Escrito por Frédéric Massé
Frederic Masse policias libres Colombia 2012 Anyelik

Frederic Masse policias libres Colombia 2012 Anyelik

 

Frederic MasseUn lúcido examen de la experiencia internacional y de la teoría de los conflictos para apreciar las implicaciones de la entrega unilateral de prisioneros y otros gestos recientes de las FARC: ¿qué tan cerca estaría los diálogos de paz?; ¿qué tan “maduro” está el conflicto colombiano?

Fréderic Massé *

Frederic Masse presidente Santos

La liberación, un paso positivo, pero “no es suficiente”: Juan Manuel Santos.
Foto: Presidencia de la República.

Optimistas, cauteloso

Tras la liberación el lunes pasado de los diez policías y militares secuestrados por las FARC, muchos se preguntan si habrá llegado el momento de impulsar una solución negociada y definitiva del conflicto colombiano.

Se escucharon expresiones como las siguientes: “Estas liberaciones son un paso para la paz”, “la ventana de la paz empieza a abrirse”, “esos son hechos de paz contundentes”. Por su lado, el presidente Santos declaró que aunque la liberación era un paso positivo, “no es suficiente” y su gobierno “quiere unas muestras más fehacientes de la verdadera voluntad de las FARC de terminar con este conflicto".

Aunque todos hablan desde el corazón más que desde la razón… ambos enfoques tienen razón. En efecto, ¿qué impacto suele tener la liberación de rehenes o prisioneros sobre los procesos de paz?

Ejemplos de ambos lados

Desafortunadamente, la historia no da muchas indicaciones. No existe una teoría al respecto y así como existen abundantes ejemplos donde los gobiernos y los grupos armados han llegado inicialmente a acuerdos sobre aspectos humanitarios, para luego abordar temas políticos, también existen otros tantos donde ha sucedido exactamente lo contrario.

  • En Darfur (Sudán), en 2003, las partes firmaron dos acuerdos sobre temas humanitarios antes de iniciar conversaciones sobre asuntos políticos y de seguridad.
  • En Guatemala, el acuerdo sobre derechos humanos de marzo de 1994, autorizó el despliegue de una misión de verificación de la ONU antes de un cese al fuego.
  • En Irlanda del Norte, los observadores reconocen que la liberación y el intercambio de presos fue un elemento esencial en la legitimación del proceso.

Si bien la firma de un acuerdo humanitario puede entonces servir de “confidence building measure” para acelerar o para comenzar las negociaciones, pasar de la opción humanitaria a la opción política tampoco suele ser la regla:

  • En El Salvador, en octubre de 1985, la liberación de la hija del presidente Duarte, secuestrada por la guerrilla a cambio de veintidós presos políticos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) no produjo mucho impulso ni tuvo demasiado impacto (positivo o negativo) sobre el proceso de paz.
  • En Israel, la liberación de presos o rehenes en varias ocasiones permitió desbloquear o relanzar las conversaciones de paz con los palestinos, pero nunca resultó decisivo, e inclusive a veces se convirtió en un pretexto que las partes emplearon para eludir la discusión de temas políticos. 
  • Por su parte, en Vietnam los prisioneros de guerra sólo fueron liberados una vez firmados los acuerdos de paz, aun cuando ese tema era una de las mayores preocupaciones del gobierno de Estados Unidos y tuvo gran importancia durante las negociaciones.

Humanización y resolución del conflicto

Frederic Masse Dafur

En Darfur (Sudán), en 2003, las partes

firmaron dos acuerdos sobre temas

humanitarios antes de iniciar conversaciones

sobre asuntos políticos y de seguridad.  

Foto: Naciones Unidas.

En Colombia, los gobiernos aprendieron a ser más prudentes. Tras la liberación de rehenes de 1997 y 2001, el país se dio cuenta de que un acuerdo humanitario no era un substituto para un acuerdo político y de que asociar directamente el compromiso humanitario con el compromiso político podía inclusive generar falsas expectativas o crear vanas ilusiones.

El que las FARC se hayan comprometido a no secuestrar más ni a recurrir al secuestro como arma extorsiva tampoco permite dar por cerrado el capítulo humanitario: secuestros de civiles, uso de minas antipersonal, reclutamiento de menores, bombardeos indiscriminados con cilindros de gas, demuestran que aún queda mucho por humanizar. Sin embargo, el problema fundamental radica en que humanizar el conflicto no es resolverlo…

Ahora bien, hoy en día el contexto es diferente. Las FARC están debilitadas, la correlación de fuerzas ha cambiado y las liberaciones no vienen solas: agudización de los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y la guerrilla, rumores persistentes de diálogos con el gobierno Santos… “Este es el mejor momento para hacer la paz” decía hace un mes un exjefe guerrillero. ¿Será que el conflicto se encuentra lo suficientemente “maduro” como para ser resuelto?

Madurez de los conflictos

La noción de “madurez de los conflictos” surgió en los años 80 con autores como I. William Zartman (por ejemplo -Ver link-) y Richard Haass [1] que partieron del postulado de que un conflicto no podía ser resuelto si no había logrado cierto nivel de madurez.

Esa explicación – aunque suena bastante tautológica – parte del principio de que cada conflicto tiene un ciclo de vida particular y de que resulta vano en consecuencia tratar de resolverlos mientras no hayan durado suficientemente.

Según esa explicación, el statu quo militar en el terreno no modifica necesariamente las ambiciones de cada una de las partes y, por lo tanto, un empate militar no es suficiente para llevar a esos actores a entablar negociaciones.

La noción de madurez es a priori interesante, porque va más allá del concepto de empate militar. Va más allá de un análisis estrictamente racional para englobar elementos más cognitivos y subjetivos. Reposa sobre la idea de la dificultad de terminar un conflicto sin que éste haya logrado un nivel suficiente de exasperación y sufrimiento.

Según esa perspectiva, los conflictos solo están listos para ser resueltos cuando el empate militar realmente duele a las partes (hurting stalemate), es decir, cuando se convencen de que el costo de seguir en la guerra es mucho mayor que el de terminarla.

Según sus críticos, el concepto tiene sus límites. Aunque reconocen que la noción de empate militar es insuficiente, según ellos el problema práctico radica en que no resulta fácil saber cuándo un conflicto ha llegado a su punto de madurez y cómo hacer para madurarlo.

¿Cuánto puede durar este conflicto?

Frederic Masse liberados Colombia 2012

Según Zartman y Haass: los conflictos solo

están listos para ser resueltos cuando el

empate militar realmente duele a las partes.

Foto: Presidencia de la República.

Colombia ilustra bastante bien los alcances y los limites de ese debate teórico. Desde hace mucho tiempo, son varios los autores que consideraban – y siguen considerando – que estamos en “el comienzo del fin” o en el “fin” de las FARC y, que tarde o temprano, éstas estarán tan debilitadas que no tendrán otra opción que rendirse:

  • «Lo cierto es que estamos en el final del conflicto, porque pararon de crecer y se están mermando” decía el general Mora en 2003.
  • «Las FARC están tan débiles que no tendrán otra opción que la de negociar“, añadía la ministra de Defensa de aquella época.

El final del conflicto armado en Colombia ya se vislumbra en el horizonte. Tanto el tiempo internacional como el nacional corren a contravía de los actores armados no estatales. Las AUC, las FARC y el ELN están sufriendo, a su vez, un creciente aislamiento internacional, un progresivo repudio de la opinión pública interna y un dramático debilitamiento de su capacidad militar”, escribía Eduardo Pizarro en 2004.

Al mismo tiempo, otros opinan que todavía existen varios elementos que juegan en contra de una solución militar definitiva:

  • La complejidad de la geografía colombiana no ayuda.
  • Y algunos países vecinos tampoco.
  • La muerte de los dirigentes históricos de las FARC no produjo la desintegración de este grupo armado — los expertos llaman a este fenómeno la opción Savimbi, aludiendo al líder histórico de la UNITA de Angola —.
  • La lucha contra el narcotráfico podría resultar sin muchos efectos si los grupos armados al margen de la ley logran diversificar sus portafolios de actividades ilegales con la minería ilegal, por ejemplo.
  • Y finalmente, si el conflicto se queda en las fronteras o en las zonas pobres y marginadas del país, la percepción del conflicto seguirá siendo la misma, sin afectar ni doler lo suficiente a las élites y a la clase media, es decir, sin convencerlas de que el costo de seguir en la guerra es mucho mayor que el de terminarla.
  • Para los realistas, la paz sólo es posible sobre la base de la derrota de uno de los bandos. “Que den una oportunidad a la guerra (“Give war a chance)” decía Edward Luttwak en 1999.
  • Para los liberales y los constructivistas, la paz viene de un cambio de lógicas de pensamiento.

Son igualmente muchos quienes consideran que, más allá de la imposibilidad de una victoria militar de uno u otro bando, el conflicto ha tocado fondo y ha producido tanto sufrimiento y rechazo, que hemos llegado a un punto de quiebre, de inflexión o de madurez.

Demasiado maduro

¿Habrá llegado entonces el momento de dar un paso adelante y de negociar? El problema no es solamente una cuestión de percepción, de buena voluntad, o de timing. Las diferencias son casi ideológicas:

Colombia ya tuvo muchas oportunidades y las dejó pasar… No pueden desaprovecharse ciertas situaciones, aunque siempre conviene no precipitarse. Pero una cosa es que el conflicto madure o esté maduro…y otra que se pudra. 

* Codirector del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales (CIPE) de la Universidad Externado de Colombia.

Para ver las notas de pie de página, pose el mouse sobre el número.

 

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